Estamos ante la primera parte de una buena recopilación de relatos de la escritora norteamericana Connie Willis, quien nos tiene acostumbrados más bien al formato novela pero que, en mi opinión, da lo mejor de sí misma en las distancias cortas.
Connie Willis es un personaje singular. Aparentemente es un ama de casa normal y corriente, pero es capaz de inspirarse en cosas aparentemente banales, como un viaje turístico, una lectura o una experiencia como cantante de un coro, para construir historias fascinantes que parten de la realidad, pero que insertan perfectamente los elementos fantásticos de forma y manera que parecen totalmente naturales. En una entrevista, decía que se habían escrito muchos libros sobre Juana de Arco, pero que a ella la historia que le fascinaba era que junto a Juana fue quemado su caballo. Ése era el tipo de historia que le llama la atención. Y no en vano, pues por sus narraciones pululan todo tipo de personajes mayores y menores, aparentemente comunes pero que tienen siempre algo de peculiar.
En esta recopilación podemos encontrar dos grupos más o menos diferenciados de relatos. Por un lado, los más antiguos, que tienen un aire tal vez más experimental, como es el caso del oscuro "Daisy, al sol" (1979) o el distópico "Una carta de los Cleary" (1982), premio Nebula 1983. Por otro, tenemos los relatos más recientes o más evolucionados, con un tono más popular, en los que se desarrolla plenamente lo que suelo llamar la "cháchara Willis"; es decir, unos personajes corrientes, a los que les pasan cosas raras y que hablan y se enamoran continuamente. De este tipo tenemos, "Luna azul" (1984) o "Cartas de Navidad" (1997), premio Locus 1998, una rememoración de los clásicos relatos del tipo "Invasores de la Tierra".
A pesar de que este primer volumen contiene algún relato más o menos de relleno, como "Ruido" (1988) o "A finales del Cretácico" (1991), no es menos cierto que también nos ofrece algunos de los mejores relatos de Willis. Así, "Los vientos de Marble Arch" (1999), que obtuvo el premio Hugo 2000, es tal vez uno de los mejores cuentos de esta recopilación. En él se entrelazan reflexiones sobre el envejecimiento y la decadencia con los bombardeos alemanes sobre Londres durante la II Guerra Mundial, uno de los iconos preferidos de la escritora, que después repetiría en el que probablemente sea el mejor relato que ha publicado hasta la fecha: "Brigada de incendios" (1982), premios Hugo 1983 y Nebula 1983.
Finalmente, el volumen contiene algunas historias entretenidas, como la coral y navideña "Igual que aquellas que solíamos tener" (2003), el homenaje a Jack Williamson "Directos a Portales" (1996), premio Ignotus 2000, o la curiosa narración "Todas mis queridas hijas" (1985), sobre el abuso infantil, escrito en un particular neolenguaje juvenil.
Espero con interés la aparición del segundo volumen de la recopilación y recomiendo su lectura incluso a aquellos a quienes Connie Willis no convence en el formato novela. Sólo espero que la editorial no nos dé una desagradable sorpresa y opter por dividir la recopilación en más de dos volúmenes, como ya ha hecho en otras ocasiones.
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