Cualquiera tiene derecho a llevar su negocio como lo estime oportuno. La cantidad de editoriales que han publicado bazofia amparadas en el paraguas de los géneros fantásticos en España no es que sea numerosa, es que resulta mayoritaria. La diferencia, en el caso de Minotauro, es que con las cosas sagradas no se juega. Sería demencial que alguien adquiriera la Scala de Milán para dar conciertos de Locomía, como que comprara El Prado para exponer dibujos de Ibáñez. Pero esto es exactamente lo que está ocurriendo con la mejor editorial del género en lengua castellana.
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