Premios del futuro pasado

por Manuel de los Reyes

El pasado 24 de agosto se anunció el fallo de la III edición de los Science-Fiction & Fantasy Translation Awards, un certamen de cuyo nacimiento ya se hizo eco esta sección un par de años atrás entrevistando a Cheryl Morgan, una de sus principales impulsoras. Los galardonados en esta ocasión son, en novela: Anders Hansson, Bonnie S. McDougall y Kai-cheung Dung, por su traducción a seis manos de la novela de este último, The Archaeology of an Imaginary City, vertida del chino al inglés; y en relato, Karin Tidbeck por la traducción también de una obra de su propia cosecha, Augusta Prima, en este caso al inglés desde el sueco original. No deja de resultar curioso que estos autores se hayan traducido a sí mismos (si bien con ayuda, en el caso de Dung), no sé si por primera vez, pero sí con tan meritorios resultados. Considero también digno de mención el hecho de que la antología Jagannath: Stories, donde se recoge el relato de Tidbeck, vaya a ver la luz en español el año que viene de la mano del sello Fábulas de Albión, a cuyos responsables cabe felicitar por su clarividencia y buen tino. Es imposible seguir el ritmo de todo lo que se publica en todos los rincones del mundo, pero de un tiempo a esta parte creo que no nos podemos quejar: se está traduciendo mucho, contemporáneo y de calidad.

Bueno, «se está traduciendo» no: lo están traduciendo. Lo están traduciendo los compañeros de profesión que colaboran con la antedicha Fábulas de Albión, o con los nuevos sellos consagrados a la literatura fantástica de dos grandes como RBA y Random House Mondadori, o con las ya clásicas y asentadas Alamut/Bibliópolis y Gigamesh. La Biblioteca del Laberinto. Nevsky Prospects. Edhasa. Ediciones B. Valdemar. La última y completísima antología acerca de cierto bárbaro cimerio que no necesita presentación ha corrido a cargo de un sello tan prestigioso como Cátedra, cuya cuidada edición anotada sin duda harás las delicias de los fans de Robert E. Howard más exigentes. En tan solo unos meses, gracias al arrojo y la colaboración de Pálido Fuego y Alpha Decay, por fin podremos disfrutar en la lengua de Cervantes de La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski, titánica novela de culto donde las haya. No hace mucho Impedimenta nos acercaba al español, por primera vez desde el polaco original, el incontestable clásico de Stanislaw Lem, Solaris. Todo esto no «se traduce» solo, ni mucho menos, sino que los responsables tienen nombre y apellidos: Jadwiga Orzechowska, Javier Calvo, Javier Fernández, Pilar Ramírez Tello, Antonio Rivas, Núria Gres, Diego de los Santos, Cristina Macía, Carlos Pavón, Gemma Rovira y tantos, tantísimos otros profesionales.

En la docena larga de años transcurrida desde que diera mis primeros pasos en el mundo de la traducción editorial he podido constatar un gradual desplazamiento hacia el rojo pasión (el rojo pasión del reconocimiento por parte de cada vez más lectores ante un trabajo bien hecho; el rojo pasión del acercamiento de las editoriales al ideal de calidad que se merecen los compradores de sus productos; el rojo pasión del acercamiento a esta especialidad de traductores tanto noveles como avezados bajo la bandera común de la profesionalidad y el respeto a los textos que pasan por sus manos) desde el azul glacial (el azul glacial de las críticas despiadadas —justificadas, por desgracia, en demasiadas ocasiones— por parte de los lectores; el azul glacial del abusivo trato dispensado por editoriales cuyo principal objetivo parecía más bien sacar libros al mercado, como fuera, sin prestar excesiva atención a minucias tales como una correcta edición; el azul glacial de una actividad profesional ejercida por muchos como un mero pasatiempo o afición, ajenos a las responsabilidades y la deontología implícitas) que antes bañaba a esta profesión. Como profesional, me consta que son cada vez más las editoriales que valoran los conocimientos y la experiencia en el ámbito de la literatura fantástica a la hora de buscar traductores para sus títulos. Como lector de a pie, sé que son cada vez más los compradores que se fijan en el nombre del traductor antes de pasar por caja con el libro que estén hojeando en su tienda preferida.

No es de extrañar, por consiguiente, que abrigue la firme esperanza de que nos encontremos cada día más cerca de la posible instauración de un «premio a la mejor traducción» que celebre un momento en apariencia inmejorable para la fantasía, la ciencia-ficción y el terror vertidos al español desde cualquier otra lengua extranjera. La evaluación de una traducción al español, no obstante, es necesariamente dúplice y laboriosa: Por un lado, su forma debe corresponderse a los estándares léxicos, morfosintácticos y ortotipográficos de nuestro idioma. Por otro, el fondo debe respetar las connotaciones semánticas, el ritmo y la voz del original. La primera parte de esta doble evaluación está al alcance de todos los lectores y, de hecho, la realizamos a diario automáticamente y casi sin necesidad de ningún esfuerzo consciente. La correcta ortografía, el uso regulado de los signos de puntuación, la precisión del vocabulario… factores todos ellos que, combinados, nos impulsan a ensalzar la calidad de la traducción. Cuando se desconoce la lengua de partida del texto en cuestión, el análisis se detiene inevitablemente ahí, pues no todos poseemos los conocimientos necesarios del polaco, el ruso o el japonés, por citar solo unos ejemplos de lenguas traducidas minoritariamente al español, para comprobar que lo dicho por el traductor equivalga en mayor o menor medida a lo dicho por el autor en el original. Me consta que este es asimismo el procedimiento empleado por las editoriales para aprobar o descartar las candidaturas de traducción que reciben, comprobando que tanto la forma como el fondo satisfagan los máximos de calidad exigidos, pues la una sin el otro, y viceversa, son literalmente nada.

A fin de juzgar equitativamente tanto la forma como el fondo de los trabajos que optarían a este hipotético Premio a la Mejor Traducción, en caso de que dicha categoría llegara a instaurarse algún día, sugeriría que los procesos de selección y adjudicación recayeran sobre dos cuerpos de votantes diferenciados:

En primer lugar, los lectores. Esta criba inicial daría como resultado una lista cerrada de X traducciones candidatas, y se cimentaría principalmente (que no obligatoriamente en exclusiva) en la forma de los textos: corrección ortográfica y gramatical, fluidez del discurso, particularidades ortotipográficas, etcétera. En segundo lugar, un jurado de traductores literarios profesionales que, sobre esa lista cerrada de candidaturas, recibiría dos textos por cada una de ellas: en el idioma original y en español. Estos textos podrían consistir, como se hace ya en otros certámenes como el Premio Nacional de Traducción, en una selección de capítulos de las novelas nominadas. Probada ya la validez de la «forma» de las candidatas en la primera ronda de selección, este jurado examinaría y daría fe también de la calidad de su «fondo».

En calidad de socio de ACEtt, la sección autónoma de traductores de libros de la Asociación Colegial de Escritores de España, he tenido ocasión de intercambiar impresiones con su junta directiva al respecto de esta propuesta. En representación de su junta, la presidente de ACEtt, María Tereso Gallego Urrutia, me ha expresado su ferviente deseo de apoyar la creación de esta la categoría de Mejor Traducción en el ámbito de la literatura fantástica, para lo cual ofrece la competencia profesional de la asociación para participar en el jurado. Es una alternativa que me parecería perfectamente válida, a título personal, y que, hablando ya como profesional de la traducción de literatura fantástica en España, opino que sería decisiva para atajar de raíz cualquier hipotética crítica a la falta de rigurosidad o al exceso de subjetividad en la concesión de este premio.

Antes de optar por ese modelo de selección o buscar alternativas, sin embargo, entiendo que se requiere un marco adecuado al que circunscribir este premio. ¿Estimaría pertinente tal vez la junta directiva de la AEFCFT la creación de una categoría más dentro de los premios Ignotus? ¿Sería posible tal vez imitar el modelo del Domingo Santos y crear un premio C3PO o Pez de Babel, por ejemplo, auspiciado por un jurado paralelo a los Ignotus que se encargaría de valorar las novelas finalistas? Fuera cual fuese la opción elegida, no me cabe la menor duda de que sería un paso fundamental para potenciar el trabajo de los traductores, su figura y la mirada de los lectores. Un paso que solo podría redundar en beneficio del mercado editorial y de la literatura española: al igual que los Science-Fiction & Fantasy Translation Awards con los que abría esta reflexión, también los prestigiosos Grand Prix de l’imaginaire, en Francia, como el Kurd Lasswitz SF Preis, en Alemania, incluyen la categoría de Mejor Traducción en su palmarés. Todos estos premios comparten una característica primordial, como es el fomento de la calidad de las traducciones en la literatura de género, lo cual solo puede redundar en beneficio tanto de los escritores que ven vertida su obra a otro idioma como de los lectores a los que se dirigen esas obras traducidas, objetivos que deberían ser prioritarios para todos los que amamos los libros.

Por mi parte, estoy abierto a todo tipo de sugerencias y críticas constructivas. Ahora los lectores, una vez más, tienen la palabra.

5 comments

  1. Saludos, Manuel.
    Me parece muy buena tu propuesta de premio o mención a los esfuerzos de traducción en narrativa fantástica. Ya va siendo hora que se reconozca vuestro trabajo formalmente como sí ocurre en otros países, tal y como explicas en el artículo. De nuevo expreso aquí mi agradecimiento a los traductores de ciencia ficción.

  2. Que se reconozca el mérito de las traducciones es lo suyo, y también que se llame la atención sobre ellas: esto también llevaría a que la gente se fijara más en las traducciones y en su calidad, a incorporarlas más a menudo en las críticas y reseñas y por ende a llevar a las editoriales a cuidar más este aspecto, redundando en mejores condiciones para el traductor.

  3. Hola Manuel, como bien has dicho por Facebook, aquí es donde deberían quedar reflejadas muchas de las opiniones que allí hemos dado, por lo que eso mismo es lo que quiero hacer. Me parecería una idea maravillosa que se pudiera reconocer el mérito de tantos y tantas que hacen un trabajo bastante arduo y habitualmente e inmerecidamente, invisible.

    Como lectora habitual que soy, no hay nada más desagradable -sea quien sea el super escritor que lo escriba- que leer un libro mal traducido. Si no fuese por los traductores, nadie conoceríamos las miles de historias que se traducen en nuestro país, por las evidentes limitaciones del idioma. Por lo que, aunque es cierto que la historia tiene una importancia bastante evidente, el autor depende totalmente de vosotros para que realmente tenga un éxito acorde con su historia en otros países que no sean el suyo. Espero que al final se reconozca el mérito, nunca es tarde para intentar llevarlo a cabo.

  4. Muchas gracias a todos los que os estáis animando a dejar vuestros comentarios. Me comentan por otro frente que «podría decirse que Manuel es un listo y sabe (yo lo sé) que él va a ser un candidato muy bien posicionado para ganar ese premio». Aun bienintencionadas, estas palabras me halagan y me dejan preocupado a partes iguales. Lo único que sé es que si la iniciativa del hipotético premio fructificara a raíz de este artículo o yo me contara entre sus impulsores directos (bien en calidad de miembro del jurado, bien como mero intermediario entre lectores y traductores o de cualquier otra manera), nada me alegraría más que poder anunciar públicamente que mi trabajo queda excluido de la lista de candidatos a fin de evitar conflictos de intereses.

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