por Manuel de los Reyes.
Han pasado casi tres años desde que los responsables de este portal me brindaran amablemente la posibilidad de crear un espacio propio en Literatura Prospectiva, una modesta tribuna desde la que compartir mi experiencia en el ámbito de la traducción literaria, en general, y de títulos de ciencia ficción, en particular. Reconozco que acepté la invitación entre ilusionado y dubitativo. Lo primero, porque me seducía la idea de intentar desmontar el halo de estereotipos poco halagüeños que envuelve a la profesión (que si bohemia, que si amateur, que si mal pagada, que si etcétera); y lo segundo, porque los aficionados al género en España, si bien no creo que hayan tenido que soportar ni más ni menos traducciones de dudosa calidad que los lectores habituales de otras vertientes literarias, históricamente hablando, sí que constituyen uno de los colectivos más exigentes y elocuentes en sus críticas.
Así pues, consciente de mis limitaciones retóricas y sumamente escéptico por lo que a mis dotes comunicativas respectaba, ataqué la redacción de aquella primera entrega de La mano izquierda de la traducción con la premeditada intención de tocar los típicos tópicos de rigor, una y no más, y a ver qué ocurría después. Para mi sorpresa, La invasión de los ultraductores, como dio en titularse aquel primer pasito titubeante, no me deparó ninguna avalancha de abucheos y tomates podridos. Antes bien, la acogida fue agradablemente positiva, para tratar de lo que trataba, y me sirvió de espaldarazo para orientar la columna por el cauce que habría de seguir a partir de entonces: nada de «yo-mí-me-conmigos», nada de recrearse en clichés mil veces trillados.
De la fusión de esas dos únicas restricciones autoimpuestas surgió la auténtica personalidad de La mano izquierda…, quiero creer que plural (merced a la inestimable ayuda de tantos y tantos colegas, tanto veteranos como en ciernes, que han tenido la amabilidad de dejarse caer por esta su casa) y divulgativa, con cabida para temas tan heterogéneos como la traducción de guiones cinematográficos, los premios a los que opta la profesión en otros países, o la formación de los profesionales del futuro. Sin embargo, lo limitado del tiempo que he podido dedicar a este espacio y el tristemente próximo cierre de Prospectiva se han aliado para dejarme el tintero medio lleno de ideas que ya no me dará tiempo a desarrollar como me gustaría. Ideas que, en deferencia a todas aquellas personas que hayan disfrutado con las anteriores entregas de esta columna, me gustaría bosquejar brevemente a continuación.
La primera deuda pendiente de la que quisiera dejar constancia es la contraída con todos aquellos compañeros afectados por los impagos de la editorial Vía Magna, cuya misteriosa y precipitada desaparición dejó a numerosos traductores (e ilustradores, y escritores, y…) con un palmo de narices y varias facturas sin cobrar. En septiembre de 2010 me puse en contacto con algunos de esos colegas de profesión, quienes tuvieron la amabilidad de invitarme a la lista de correo que habían creado con el único motivo de intercambiar información e intentar buscar una solución a su caso. El último mensaje que consta en los archivos de la lista es de julio de 2011, cuando uno de los afectados lamentaba los problemas que estaba teniendo con Hacienda para explicar por qué no coincidían sus ingresos con los datos declarados por Vía Magna. Se trata de una situación triste, turbia y de alcance internacional, aunque desgraciadamente no extraordinaria, y ojalá hubiera podido elaborar el artículo que se merece, pero me temo que se aliaron demasiados factores en mi contra y no supe terminar de dar forma a una exposición clara de los hechos. Si alguno de los excolaboradores de Vía Magna lee esto y se anima a participar en la sección de comentarios, nada me gustaría más que leer que finalmente todos llegaron a percibir las sumas que les correspondían.
Otro proyecto, este infinitamente más grato, pero que lamentablemente tampoco supe llevar a buen puerto, fue la traslación de Camelot 3000 en español: la traducción subordinada de un cómic artúrico, una espectacular tesina de Sheila Daroca, a la extensión y el formato adecuados para Literatura Prospectiva. A lo largo de septiembre de 2011, tras cruzar varios emails con la autora y recibir todo tipo de facilidades por su parte, tuve ocasión de disfrutar de un trabajo que analizaba la conocida obra de Mike W. Barr y Brian Bolland desde nuevos e irresistibles puntos de vista. Con especial énfasis en la edición al español de Ed. Zinco, Daroca analiza bocadillos, inscripciones, notas al pie y onomatopeyas en una comparativa tan exhaustiva como amena. Una auténtica golosina que quizá algún día, en otro lugar, encuentre a quien sepa darle la proyección que sin duda se merece.
El caso es que ni siquiera yo mismo me he librado de dejarme en la estacada. Otras dos ideas que llevo acariciando desde antes incluso de que naciera La mano izquierda de la traducción están estrechamente ligadas a la editorial argentina Interzona, bajo cuyo sello se editaron en su día El azogue, de China Miéville, y Preparativos de viaje, de M. John Harrison, ambos títulos con traducción de Marcelo Cohen, y ambos comprados nada más toparme con ellos durante una breve estancia en Buenos Aires (junto con Paz, de Gene Wolfe).
Ya había leído The Tain, la novela corta de Miéville, en la antología Looking for Jake antes de encontrarme con su edición en español, y por pura casualidad terminó cayendo en mis manos poco después Moloch, una antología alemana en la que esa misma obra de Miéville, traducida como Spiegelhaut, compartía protagonismo con relatos de Paul di Filippo, Michael Moorcock y Geoff Ryman. Una vez leída la misma historia en tres idiomas distintos, no pude por menos de maravillarme ante las sutiles pero inevitables diferencias de tono y ritmo que las caracterizaban, como si, no ya cada traductor, sino cada lengua en particular, imprimiera un carácter determinado al texto y lo maleara conforme a sus propias reglas sintácticas y morfológicas. Más que de una teoría se trata de una simple intuición, y aunque sigo dándole vueltas de vez en cuando, el tono adecuado para abordarla me sigue eludiendo.
En cuanto a la recopilación de relatos de M. John Harrison, lo que me ha sugerido siempre es algo muy distinto y bastante más prosaico, aunque igualmente inmarcesible cada vez que intento expresarlo con palabras. Consiste, básicamente, en que Preparativos de viaje llegó hasta mí entre la lectura de Luz (con traducción de Rafa Marín) y el encargo de traducir Nova Swing, tras haber traducido ya los tres títulos que componen el ciclo de Viriconium. Pues bien, si leer a Harrison es una delicia, traducirlo es… no todo lo contrario, eso no, pero… digamos que es una «delicia» con otro sabor. Por mi parte, siempre que le pongo punto y final a una de sus historias me dan ganas de borrarlo y cambiarlo por un punto y coma, o quizá por un punto y seguido. Me deja K.O. No exactamente derrotado, pero sí exhausto. Cuando leí Preparativos de viaje, sin embargo, no noté que mi colega argentino estuviera exhausto para nada. Al contrario, Cohen imprime a cada línea el grado de pulcritud y extrañeza que hacen que leer a Harrison en inglés resulte tan tortuosamente placentero, quizá ayudado por ese poso de familiaridad y singularidad que ejerce sobre uno el leer en «su» lengua, pero no en la de su país. Abundar, además, en lo útil que me resultó el disponer de esa traducción y de la de Rafa Marín antes de abordar la traducción de Nova Swing ya sería demasiado abusar de la paciencia de quienes hayan conseguido llegar hasta aquí.
Para no alargar en exceso esta despedida, decir tan solo que también se me queda en la recámara: una entrevista (no necesariamente firmada por mí) a Gabriel Álvarez Martínez, el traductor de 1Q84, de Haruki Murakami; hablar de la segunda edición de los Science-Fiction & Fantasy Translation Awards, cuya lista de nominados comprende este año a Nick Caistor, por su labor en The Map of Time, de Félix J. Palma; abundar en la labor de los correctores, tanto de traducciones como de originales, un colectivo tan sutil como indispensable; analizar el proceso de la traducción a varias manos, un método de trabajo que ha venido a remplazar cada vez más a la denostada costumbre de dividir los libros; anunciar la próxima aparición de varias retraducciones de clásicos que ya lo iban necesitando, pero sobre los que distintos contratos de confidencialidad (ninguno mío, por desgracia) impiden que me explaye; ampliar el número de firmas invitadas (como la de David Tejera, cuya inestimable entrada sobre la mejorable edición española de Ready Player One antecede a esta despedida) hasta convertir esta columna en el ágora que me hubiera gustado que fuese desde el principio…
Vanas conjeturas ya, todas ellas. Literatura Prospectiva cierra sus puertas y a mí se me queda el tintero así, medio lleno, pero quizá se abran otras y pueda hablar de lo arriba mencionado y algo más en otro lugar. El tiempo lo dirá. Ahora solo me queda expresar mi más sincero agradecimiento a los responsables de esta página, a todos los compañeros de profesión que han tenido la amabilidad de someterse a mis interrogatorios a lo largo de estos tres años, y muy especialmente a vosotros, lectores. Seguiremos leyéndonos.
No digo «ha sido un auténtico placer leerte», sino «está siendo un auténtico placer leerte», porque allá donde los publiques, seguiré atento a tus textos. Un trabajo excelente, Manuel.
¿Por qué no sigues en un blog propio? Los interesados en este tema te lo agradeceríamos infinito.
Tiene, tiene, lo que pasa es que se prodiga poco.
http://reyesytruenos.blogspot.com.es/
Me encantó Nova Swing… Felicidades por la parte que te toca.
Y a mí, y a mí.