Hola de nuevo, prospectivos.
Probablemente, cuando empecé a tratar el tema de los álbumes conceptuales, más de uno esperó con ansia el que hoy nos ocupa. Huelga decir que la cantidad de discos de este tipo es ingente y que no tendría ningún sentido pretender comentarlos todos, ni siquiera sería una tarea fácil eligiendo los más representativos. Sin embargo no puede negarse, y es por ello el protagonista de la presente entrega de «Onda Futura», que hubo un antes y un después en el heavy metal (en el rock en general, me atrevería a decir) con Operation Mindcrime (1988).
La banda responsable de gestar esta obra maestra, Queensryche, ha sido siempre objeto de críticas dispares. La mayoría de ellas le reconoce su valía artística y su contribución al género, pero la controversia surge a la hora de evaluar su carrera musical en conjunto, sobre todo después de Empire (1990), el disco que sucedió al anteriormente citado. Si Operation Mindcrime supuso su cima creativa (y eso que era solo el tercer lanzamiento del grupo), con Empire llegó el éxito comercial masivo. Pero después la evolución del combo fue, según muchos entre los que me incluyo, desatino tras desatino. Esa es otra historia que no interesa contar aquí.
En 1988, Queensryche estaba formado por un vocalista de agudos imposibles (Geoff Tate), una pareja de virtuosos de la guitarra muy bien compenetrados (Chris de Garmo y Michael Wilton), un bajista más que competente (Eddie Jackson) y un habilidoso batería (Scott Rockenfield). La banda americana tuvo siempre un sonido singular: ni siquiera en The Warning, su primer LP, desarrollaron un heavy metal “al uso”. Mientras en Europa triunfaba Helloween con sus “Keeper” plantando la semilla de lo que pronto se conocería como metal alemán (y posteriormente power metal), Queensryche apostaron por algo diferente. Exhibiendo un metal progresivo que en retrospectiva asociaríamos mucho más con grupos como Fates Warning que con otros tipo Dream Theater, demostraron que el rock duro podía romper barreras y falsos mitos.
Musicalmente, Operation Mindcrime es casi perfecto. Se trata de una ópera rock grandilocuente concebida desde el principio precisamente para serlo, con su intro y outro de película, sus pasajes instrumentales, efectos sonoros, diálogos vocales cantados y hablados, y ese aroma a 1984 revisitado y modernizado que impregna toda la obra. Las canciones se fusionan unas con otras en una continuidad certera y natural, como escenas de un largometraje en el que la secuenciación ha sido estudiada al dedillo.
Pero es en cuanto a la letra y a la historia en lo que este disco resulta más interesante. A decir verdad, es la auténtica razón de que haya querido hablaros de este álbum. Como toda historia tiene sus personajes, y la trama posee ingredientes que la vinculan, al menos indirectamente, al entorno prospectivo.
El disco comienza con el protagonista, de nombre Nikki, postrado en la cama de un hospital intentando recordar las últimas semanas de su existencia. Su cabeza es todo confusión, pero la memoria le va volviendo haciéndole partícipe de su propia pesadilla. Dolorosamente, se evoca a sí mismo como un rebelde de ideas radicales enfrentado a una sociedad que deplora y adicto además a la heroína. Con estos ingredientes, resulta presa fácil para un supuesto grupo revolucionario secreto, dirigido por un enigmático líder político-religioso llamado Doctor X. Haciendo uso de la adicción de Nikki y aplicándole astutas técnicas de persuasión y sugestión, el Dr. X se las arregla para convertirle en una máquina de matar a su servicio, un asesino nato. En concreto, basta hacer llegar a su cerebro la palabra “Mindcrime” para que Nikki pase a ser su esclavo a todos los efectos y mate a quien se le ordene. Como una manera más de tenerlo bajo su influencia, el doctor convence a un “amigo” suyo, el padre William, para que le procure los servicios de Mary, una monja a la que el sacerdote tiene engañada y obliga a prostituirse. Con el tiempo, nace una fuerte amistad entre Nikki y Mary, que lleva a este a preguntarse el sentido de todo lo que está haciendo.
Esta relación incipiente no pasa desapercibida al jefe de la organización, que aprovecha su control mental sobre Nikki para ordenarle que mate al padre William y a la monja (sus palabras se oyen claramente en el disco, a modo de interludio dramático). Ajeno a la gravedad de la misión encomendada, Nikki se dirige a la iglesia donde ambos se encuentran y asesina al sacerdote. Cuando trata de hacer lo propio con Mary, sin embargo, algo indefinible en su interior le impide consumar el crimen. Mary habla con él y le convence de que deben abandonar la organización. Nikki va a ver al Dr. X y le comunica su decisión; este, por el contrario, no está dispuesto a renunciar a su marioneta asesina y le amenaza con retirarle su dosis diaria de heroína, de la cual depende por completo. El protagonista no sabe qué hacer y busca de nuevo a la monja para que le aconseje sobre la próxima acción a seguir. Pero cuando la encuentra, Mary está muerta. Su pérdida, y el sentimiento de culpa al juzgar que él mismo ha precipitado su trágico final, le hacen caer en un estado de locura. Comienza a recorrer las calles como un alma en pena, sin poder dejar de pensar en Mary y evadido totalmente de la realidad. En uno de sus patéticos paseos, la policía le para y le registra, encontrando un arma entre sus ropas. Inmediatamente sospechan de él y le vinculan al asesinato de la monja, así como a muchos otros cometidos por orden del Dr. X. En estado de trance y víctima de una amnesia casi total, es internado en un hospital. Conforme pasan los días, su memoria sigue en blanco hasta que lee por casualidad un reportaje sobre asesinatos políticos. Entonces comienza a recordar… y nos encontramos con el inicio de la historia.
Si existe un disco para escuchar completa e ininterrumpidamente, es este. Una trama interesante y una interpretación impecable de los músicos: ¿qué más se puede pedir? Yo, desde luego, os lo recomiendo.
Como colofón a este artículo, me gustaría comentar que en 2006, Queensryche sacó al mercado la segunda parte, titulada Operation Mindcrime II. Lógicamente hubo mucha expectación, pero pocos nos engañamos al respecto: ya hacía tiempo que el grupo había abandonado la senda que tantos fans metálicos les granjeara. Discos previos como Hear Of The New Frontier o Tribe, o la flamante ausencia del guitarrista Chris de Garmo, no auguraban nada bueno. Para ser justo, he de decir que se trató de una obra digna, pero a años luz del primero en todos los aspectos, y ni siquiera la presencia del hoy difunto Ronnie James Dio pudo obrar el milagro. Por ello, me limito en este artículo a mencionarlo sin más y avisaros de que, aun siendo una escucha decente, no resiste la comparación.
Eso es todo, amigos. Espero que, como siempre, estas líneas hayan despertado vuestro apetito rockero. ¡Un abrazo!
Conocí ese disco gracias a José María Faraldo, y es espectacular. No conocía la existencia de la segunda parte, pero tampoco es que Queensryche me interesaran mucho por aquel entonces. Lo que queda es la grandilocuencia, vale, pero también ese aire a lo 1984 que se desprende de todo el disco. Puedes escucharlo y escucharlo, y no parar.
¡Horteras!
¡Melenudos!
«Probablemente, cuando empecé a tratar el tema de los álbumes conceptuales, más de uno esperó con ansia el que hoy nos ocupa.» ¡Yo! Gracias por reavivarme la llamita de la nostalgia esta mañana, Fernando. Ni sé la de veces que escuché este disco de principio a fin, vuelta y vuelta y vuelta…
Operation Mindcrime y, en menor medida, The Crimson Idol, de W.A.S.P., fueron mis discos conceptuales de cabecera durante mucho tiempo (mucho más que cualquiera de los Keeper de Helloween, banda que nunca terminó de hechizarme, e infinitamente más que las, para mí, cafres testosteronadas de Manowar), y sin duda les debo el ser capaz de disfrutar ahora de obras como la duología Good Apollo, I’m Burning Star IV, de Coheed & Cambria, o la más reciente y demoledora Crack the Skye, de Mastodon…
Bueno, antes de que me termine de enrollar como una persiana: Gracias por esta serie de artículos, Fernando, y por esta entrada en particular. Suena Breaking the Silence mientras escribo estas líneas… Me da en la nariz que ya tengo banda sonora para todo el día.
Gracias por vuestros comentarios, amigos (lo de Risingson me lo tomaré como un cumplido, je je). La verdad es que sí: el Operation es un disco fenomenal. Fue escucharlo por primera vez y sentir que había asistido a una revelación; fue como si me tocaran el punto G (o más bien el H).
En el amable comentario de Manuel aparece otro álbum sublime, The Crimson Idol. Este disco de WASP me gusta incluso más que el de Queensryche, y la única razón de que no haya aparecido aquí es porque se sale de la temática prospectiva. Para que os hagáis una idea de lo que me impactó, hace apenas unos meses hice un especial en Metalmanía (mi programa de radio) dedicado EN EXCLUSIVA a contar la historia de The Crimson Idol y poner canción por canción en riguroso orden. Estuvo genial.
Me gustan muchos estilos de música, pero aún no he encontrado ninguno que se acerque a las sensaciones que me genera el rock y sobre todo el heavy metal.
Un saludo y gracias por leer el artículo.