¿Dónde acaba la ciencia ficción y dónde empieza la fantasía? Las siguientes líneas parten de una reflexión de Ismael Martínez Biurrun, aquí en Prospectiva, paralela en el tiempo a mi lectura de dos novelas bastante recientes. Es lo bueno de la ciencia ficción: da que pensar.
¿Dónde ponemos la frontera (esa frontera necesariamente fluctuante e imprecisa, llena de agujeros)?
Como filósofo creo que puede ser de ayuda el viejo concepto de racionalidad. La fantasía, según esto, hunde sus patas en lo irracional, “lo que no puede ser racionalmente”, lo implausible. La ciencia ficción, por el contrario, vela por la plausibilidad, por su posibilidad lógica, por su coherencia con el mundo empírico. En suma, por la racionalidad.
Si aceptamos esta equiparación, donde digo fantasía digo pensamiento mítico; donde digo racionalidad, digo argumentaciones conceptuales basadas en descripciones ajustadas a unas leyes ancladas en la lógica y la experiencia. Que es un tema filosóficamente de lo más hermoso.
En un relato fantástico encontraremos (por lo menos) elementos ajenos a la historia y a lo fáctico (unicornios y seres legendarios). En un segundo nivel, demiurgos susceptibles de alterar la normalidad –las relaciones causales del mundo físico que compartimos-. No hay una explicación macrocósmica “racional”, por ejemplo, en la Fuerza que invocan los Jedis para mover X-Wings con la mente o encajar un torpedo por el tubo de escape de la Estrella de la Muerte.
¿No hay una explicación racional en la Fuerza? La Fuerza de los Jedi responde a una energía que emana del bioverso, del universo vital. No muy distinta en sus premisas a un panteísmo a lo Spinoza o un dualismo a lo Schelling. Sin embargo, pienso que el elemento mágico en el Jedi no reside tanto en su experiencia panteísta del cosmos, sino en la capacidad de utilizar a su conveniencia ese “espíritu vital”. En otras palabras, la irracionalidad no reside en el qué (aunque también) sino en el cómo. ¿Cómo utiliza el Jedi la Fuerza para desempantanar a su X-Wing? Aquí está la cosa. Pregunta difícil ser.
Cuando un relato aspira a racionalizar este “qué y este “cómo” estaríamos en el país de la ciencia ficción.
Deliberadamente me sitúo en el macrocosmos de Star Wars en la medida que se puede argumentar que es un relato de fantasía enclavado en un universo castizamente cifi (naves espaciales, razas alienígenas, etc…). Por parecidas razones, El Anacronópete es ciencia ficción sólo en la medida que utiliza estereotipos cf (la máquina del tiempo); el qué -“el fluido García”- es claramente irracional (en el fondo, El Anacronópete es ciencia ficción en tanto que parodia de la novela verniana y punto)
¿Pero qué pasa con Dick? (Llegados aquí, hasta maestro Yoda haría mutis por el forro y nos mandaría a practicar con la katana).
La ontología dickeniana se las trae de verdad. El telequinésico tritón que nada en las piscinas de Minority Report nos anticipa el futuro grabado en bolas de billar. ¿Cómo? ¡Joder!… Ni idea.
Si el homicida se limitara a producir un patrón bioeléctrico (una energía psi) en los momentos previos al crimen, teóricamente una máquina dotada de los sensores oportunos capaces para reconocer ese patrón podría averiguarlo. Ahora, ¿leer esos patrones desde el futuro? Imagino que habría que idear una partícula superlumínica, un vacío de Casimir, y un mecanismo emisor al futuro… ¡qué sabe uno!
La cuestión es que más que racional se diría que Dick “suena a delirio racional”; en otros términos, la capacidad de ficcionar del autor nos permite conferir plausibilidad –también- al cómo, “una cierta coherencia lógica con el marco tecnocientífico coetáneo” y, a partir de ahí, trasladarlo a un marco causal nuevo pero coherente con nuestra experiencia.
La “razón” mítica es otra cosa. Aquiles es invulnerable porque su madre le bañó de bebé en la laguna Estigia. Anansi, a través de las arañas, puede comunicarse con el supramundo y cambiar desde ahí las leyes físicas que rigen en el inframundo. Gandalf y Harry Potter disponen de un arsenal de pases mágicos para conjurar a los entes primordiales. En estos tres ejemplos a la realidad fáctica se sobrepone un universo mítico-mágico suprarracional. Nótese que esto se puede complicar bastante. Es decir, puedo referirme a la magia como un objeto de conciencia, o lo que es igual, a la creencia para un determinado actor o actores de que el hecho X reviste una explicación mágica, con independencia de que X sea algo trivial para el lector; eso pasa, por ejemplo, si achaco la invulnerabilidad de Aquiles a que, convencidos sus rivales de que no pueden herirle, se limitan a correr delante suyo (salvo el bueno de Héctor, así le fue).
Con esto quiero decir que hay terrenos híbridos donde racionalidad y mito se superponen y no terminas de saber qué terreno pisas. En realidad, son mis favoritos… Mundos en los que lo trivial es descrito como mágico (por ejemplo cierto tipo de mirada folk sobre el mundo), o de mundos donde aspectos absolutamente inverosímiles se revisten de una lógica aplastante por el buen hacer del narrador. O cuando ambas capas se complementan (por ejemplo, El Quijote, donde la racionalidad del narrador convive con la irracionalidad del Caballero de la Triste Figura).
Toda esta reflexión viene catalizada (en parte) por la lectura de algunos episodios de El vacío de los sueños, de Peter F. Hamilton, y, más directamente, de El jardín de la memoria, de Rodolfo Martínez, que nos regala un mundo “en el que conviven elementos de la novela de espías con temas y escenarios típicamente de fantasía”. No voy a extenderme sobre la obra, que me parece extraordinaria. Ocurre que según leía creía yo escrutar elementos que trascienden “la típica fantasía” y entran de lleno en lo que aquí vengo considerando por racionalidad. Pero a la vez sigo sin estar en absoluto seguro de eso. Hay en Ervinder (el mundo en el que se enmarcan las aventuras de Yaxtor Brandom) un algo que trasciende la mera consideración de una energía X que el demiurgo utiliza para sus fines, pero a la vez, el autor nos deja en el umbral explicativo del cómo. Se diría que su objetivo es ese, que atisbemos sin llegar a visualizar una explicación total (y lo aplaudo, claro). A mí ese territorio, por fantástico que sea, me suena a la vieja y querida ciencia ficción.
Luis Besa. Autor de Metaversos e Ínsula Avataria. Periodista.
Estoy bastante de acuerdo con lo difuminado de la frontera (y sobre todo, por cagarme en las muelas de quien mira a la fantasía por encima del hombro por racionalizar, como si la ficción con misiones racionalistas fuera mejor de por sí, o como si la especulación sólo fuera válida cuando todo el universo está explicadito, aunque los personajes sean auténticos robots). Pero me hace gracia el concepto de star wars, más que nada porque lo de los midil…mildi… los bichos esos es algo improvisado, y se nota mil, a partir de «La amenaza fantasma». Que Star Wars es otra cosa, y ya se sabe, mezcla de cientos de historias clásicas de aventuras, muchas de ellas bastante reconocibles.
Yo no sé qué problema tiene la ciencia ficción en aceptar, abrazar y enorgullecerse de sus orígenes pulp, de adoptar a Flash Gordon como icono, de adorar a Burroughs por lo que es.
Dentro de la literatura fantástica hay una modalidad (¿un subgénero?) que podríamos denominar «fantasía racionalista», donde el «qué» es irracional (y, por tanto, inexplicado), pero el «cómo» se atiene por completo a las leyes de la lógica y la razón. Se trata, más o menos, de la clase de fantasía que propugnaba la revista Unknown. O, hasta cierto punto, de la clase de fantasía que escribía Borges. Pues bien, la «fantasía racionalista» se parece mucho a la ciencia ficción.
Eso que cuentas siempre lo he visto muy relacionado con «el investigador de lo oculto», esa figura tan grande que se daba en la configuración del terror a principios del siglo pasado. Ese investigador que piensa que esto no puede ser, que tiene que haber una razón, y ve todo como una sucesión de causa y efecto de forma bastante empírica. Que hasta para un «si tocas una estatua te caerá una maldición», no llega a esa conclusión hasta que dos o tres pobres víctimas caen malditas, y ya tiene una muestra aceptable.
Fíjate que creo que la fantasía escapista, la que simplemente tiene héroes, magia y espadas, está en minoría, que casi toda la fantasía tiene la misma motivación que el resto de las historias: reflejar inquietudes del autor con respecto a diversos temas en un mundo hipotético que le deja más fácil la presentación del conflicto y la resolución por el camino que pretende. Ya sea xenofobia, colonialismo, represión, fanatismo religioso, y otros tantos temas. Bueno, es que no recuerdo ningún libro de fantasía que me haya leído en los últimos 15 años que tuviera un unicornio, tal cual, o elfos y enanos. Y me he leído muuuucha fantasía.
No se. Esta discusión ya la he visto miles de veces y … no se. Creo que no funciona porque, precisamente, no hay esa frontera tan clara que pueda verse binariamente entre «fantasia == irracional, si no entonces ciencia ficción».
Porque de hecho, creo que lo que llamamos ciencia ficción esta … mal. Cubre demasiadas cosas. Cosas que estan mas cercanas a la fantasia pero se visten de tecnologia con cosas que son especulaciones científicas de plano con cosas que…
Ya, bueno, la hemos tenido muchas veces, pero es que para ti, Latro, la ciencia ficción no existe practicamente hasta que no existe el hard, por lo que recuerdo. Y a veces ni eso.
Risingson. Yo es que dudo seriamente que la CF salga del pulp, que está muy mediatizada, fijo…. pero para mí la línea catolica, apostolica y romana es la que nos remonta a Verne. Con todo, es verdad, la visión racionalista de la CF que defiendo aquí tiene este problema, que topa con algunos de sus referentes más característicos. Yo de chaval, pasaba de Spiderman, de la Marvel y del Superman como de la mierda…. amén de IBañez y Herge, mi tent topic era Flash y muy especialmente, Aura (aihhsssss)…. devoción que según apareció Ornella Mutt alcanzó tintes de fanatismo (aaaaaashshshhhh). Por cierto, que en uno de estos artículos fundacionales de Prospectiva ya se hablaba, precisamente por la dificultad de convivir en una misma casa literaria, de divorciar la CF fantástica de la Prospectiva, llevándolo a mi terreno, diferenciar lo que es CF racionalista de lo que es CF de atrezzo (Flash). Bien el artículo del que hablo no era así (creo recordar), más bien la ralla estaba en el escapismo versus análisis de la realidad. Pero ese es otro jardín. O no.
César. Pienso igual… Ahi el foco hay que ponerlo, acaso, en una Racionalidad más filosófica , frente a una racionalidad strictu sensu científica. Es decir, en ambos casos partimos de elementos irracionales, de la presencia de un qué irracional o sobrenatural (también dificil de caracterizar a cojones, este «irracional) en un relato, pero un «qué» que se aspira a revestir de racionalidad para su verosimilitud litereria. Fantasía racionalista?, entendiendo y aceptando (si no hyamás remedio ) esta categoría, para mí me resulta más sencillo encajarlo en un «no realismo» racionalista, frente a un no realismo irracionalista (que sería la fantasía explicada desde de la magia, lo sagrado, lo sobrenatural, etc…). Todo esto, como no podía ser de otra forma, es muy problemático y tambaleante, porque también se puede racionalizar lo sobrenatural, y de qué manera, Eliade, por ejemplo,
Bajo ningún concepto debe entender un mérito literario que algo sea racionalista. Faltaría más, claro…
Bueno, pero es que vuelvo al ejemplo de siempre: me parece igual de válido como prospección económica o política una novela de Sanderson que cualquier postapocalíptica. ¿Y por qué dudas que la CF salga del pulp? ¿Qué tiene el pulp de malo? Y bueno, ya que estamos ¿Qué le ves a Verne que no sea pulp?
Con respecto a la que comenta César yo soy de la opinión de que habría que diferenciar la racionalidad científica de la simple racionalidad a la hora de tratar de contextualizar la ciencia ficción.
Estoy bastante de acuerdo con la tesis del artículo de Besa en lo que se refiere a la distinción de la narración mítica de la racionalista que aparece en la ciencia ficción. Y por tanto, también en que Dick es problemático cuando lo enfocamos desde la perspectiva racional.
Pero para distinguir la fantasía racional de la mítica podríamos emplear algún tipo de división de contextos, muy a grosso modo, como el que en su momento planteaban algunos filósofos de la ciencia, al distinguir un contexto de descubrimiento de uno de justificación.
Así, para la ciencia ficción y la fantasía yo vería una racionalidad amplia, pero que tendría que moverse en un contexto de justificación enteramente científico para la primera. ¿Qué quiero decir con esto?. Pues que salvando las distancias, y con todos los matices que haga falta, se trata de que el autor trate de justificar el contexto de su historia de forma «científica».
Ya, pero eso tiene el problema de que, si no explicas eso, no haces ciencia ficción. Te cargas hasta los de Ursula K. Leguin.
Muy interesante reflexión, aunque no tengo claro que la racionalidad sirva para trazar esa frontera entre los géneros.
En la literatura maravillosa, el autor entrega un código de interpretación perfectamente racional a sus lectores: éste es el papel de los elfos, éste el de la bruja, aquí está el bosque encantado, etc. Y la historia narrada siempre tendrá una lógica racional, o de lo contrario estaríamos ante el discurso de un loco.
Por otra parte, en la literatura fantástica, el elemento sobrenatural debe ser «razonado», debe tener una causalidad aunque sea contraria a las leyes de la naturaleza, un origen que puede ser simbólico, psicológico o emocional. De hecho, creo que la literatura fantástica es la mejor herramienta que existe para hacer prospecciones en la mente del ser humano y poner orden en sus miedos, sus deseos, sus apetitos, etc. ¿Qué puede ser más racional que eso?
Saludos
Lo dicho, que nos hacemos la picha un lio con esto de buscar categorias :-P
Se me hacen muy toscas. Yo no puedo decir que una obra fantástica rechaza la racionalidad cuando es absolutamente «racional», partiendo de premisas que no son «reales». O que una obra, por el sólo hecho de tener de atrezzo una nave espacial (incluyendo una plausible), sea, «ciencia» ficción.
Para mi la cosa va mas de que enfoque tiene el escrito, cual es el objetivo, y su combinación con las herramientas que se usan. La «ciencia ficción» mas pura si usamos esos baremos seria aquella que es tanto científicamente plausible en lo ue describe como de intención especulativa, divulgativa o crítica. Pero luego esta toda la gama de «hermanas» que no cuadran exactamente ahi.
Y la fantasía, pues puede usar la herramienta de la lógica (Si, Risingson, Sanderson, vale, vale :-P) tanto como la «ciencia ficción», y de hecho ser el centro de la narración, y no dejar de ser fantasía, mientras que otras obras si, apelan a la emoción pura y dura de lo maravilloso, lo desconocido y lo terrorífico sin pretender ni por un momento usar la lógica, cualquiera, incluyendo una ad hoc para el caso, para explicarlo.
Perdonad la tardanza, pero es que todo son cuestines muy difíciles.
Risingson, tú me quieres llevar al huerto. El objetivo era utilizar el concepto de racionalidad para aplicarlo a la CF en cierta oposición a la fantasía. La idea básica es que en CF (cuando menos en una importante parte de ella) no basta con el atrezzo, sino que se busca una racionalidad del «cómo». La idea es reivindicar el concepto de racionalidad filosófica, que suele estar ausente de estos debates. Lo que planteas me suena a otra cuestión, muy interesante por cierto, pero otra cuestión. ¿Por qué algunos nos empeñamos en buscarle una cierta distancia a la CF con el pulp? Sé bien poco de pulp, tiene la vitola de literatura barata, hortera y populachera… Una literatura de consumo rápido para una masa lectora con poco paladar literario. Bueno, supongo que en el pulp hay de todo, desde mierdas entrañables (posiblemente montones) a potentes historias que por su vinculación al pulp pasan desapercibidas. Es verdad que no siempre es cómodo coexistir con esa tradición pulpera. Dicho esto, sospecho que la raya entre novela popular/novela elitista no existe en el origen de la novelística contemporáneas, allá en el XIX… (Víctor Hugo, Sthendal, Verne, competían por un mismo sector lector, y el lazarrillo y las novelas de caballerías, ni te cuento) La raya, si acaso, se puso después, en algún punto del tránsito del XIX al XX cuando se configuraron mercados lectores divergentes. Aunque esto, desde luego, no es mi especialidad.
Estoy con Ismael de acuerdo en que toda historia, fantástica o no, participa de unas normas lógicas necesariamente.-Por lo general, las situaciones responden a modelos lógicos causa – efecto, dadas unas premisas llegamos a conclusiones (eso siempre, sea racional o irracional de lo que escribas). El racionalismo/irracionalismo tiene que ver cuando ese modelo causal responde a la racionalidad (aquí definida como lógica + congruencia con nuestro corpus de conocimientos) o bien responde a lo irracional (aquí definido como algo sobrenatural, místico o mágico, en sentido no necesariamente lógico ni mucho menos coherente con nuestro corpus de conocimientos). Lo primero, nos sitúa más en la CF, lo segundo más en la fantasía. En el bienentendido que hay múltiples variantes, cruces y etc… Una novela puede partir de un hecho sobrenatural, inicialmente inexplicable o de una clara vis mágica, pon que mi abuelo resucita… La categoría racional/irracional tendrá que ver con los elementos explicativos de esa resurrección, y un mayor o menor peso de esos elementos nos situaría en el campo de la CF o la Fantasía. Obviamente te puedes quedar en medio, a los lados o al margen (aquí, como comenta César, tiene mucho ver hasta dónde llega tu concepto de racionalidad, hay quien solo admite una racionalidad científica, hay quien está dispuesto a meterse en una especulación plausible, metafísica, más filosofica, y hasta hay quien tragará con una retórica magúfica)… Eso no tiene que ver con que se pueda escribir ilógicamente, ni de coña, el lenguaje es lógica, y por lo tanto, aunque esté describiendo las aventuras del Sr. Círculo Cuadrado, yo no puedo sustraerme a la necesaria lógica interna de toda situación (con el permiso de Lewis Carroll y Dick, que casi lo consiguen). Por último, que el motor de una historia sean miedos, fobias, pasmo ante la maravilla, delirios o lo que fuera, estamos igual, tu puedes caracterizar al miedo (lo irracional) de manera perfecta y maravillosamente racional. Si optas por esto, CF, si no, Fantasía. Y desde luego, no es ningún demérito ni lo uno ni lo otro.
Latro, mi impresión particular es que todo intento de categorización siempre será bastante tosco. Ahora bien, yo no estoy por buscar categorías a los objetivos que se buscan (¿quién, el lector o el autor? ¿el editor?). Es que no creo que tenga que haber un objetivo. Ojo, con eso no digo que sea un esfuerzo pueril o inútil, no… Más bien digo lo que me dijo Fernando Lafuente cuando le eché en cara que no metía techno en su columna sobre múscia y CF, me dijo que a él no le iba el techno, y por eso no lo consideraba… Pues a mi me pasa igual cuando hablan de objetivos. Qué objetivo tiene leer, qué objetivo escribir… Bufff… Qué se pretende escribiendo de esto y lo otro, leyendo esto y lo otro… editando así o asá… Estoy seguro que se puede armar un discurso la mar de interesante desde allí, pero en este momento no es el mío..
Mi propia aportación al asunto, al hilo de _Tríptico de Trinidad_ de Carlos Gardini:
http://artifexplus.blogspot.com/2010/11/resenas-de-triptico-de-trinidad-de.html
Ojo, yo no estoy diciendo que tenga, o no tenga, que haber objetivos, sino que UNA posible forma de verlo es que ciertas obras tienen una vocación de especulación, y otras para nada.
Cuando Wells escribe sobre la máquina del tiempo le mete una parafernalia «científica» a una especulación sobre la sociedad y su futuro. Esa es su intención, y como tal da forma al relato, lo ves claramente.
Eso no la hace el único modelo posible de literatura con cosas científicas de por medio, ni de casualidad, pero precisamente a eso iba, que tanto nos empeñamos en buscarle esa parte pronosticadora (¿Prospectiva? :-P) que nos damos de bruces con que, a bulto, la mayor parte del «género» no tiene nada que ver con eso.
Se arregla fácilmente con el problema de que haya o no fenómenos que texto y lector acuerden implícitamente como sobrenaturales o no. Como se defiende en los últimos años, la decisión final de que algo sea cf o no la toma el lector, que asume o no el fenómeno como sobrenatural. El texto apoya más o menos en una u otra dirección según sus premisas internas.
Por eso, un demonio puede ser cf en un texto y una máquina puede ser fantástica en otro.
Lo formuló ya Darko Suvin en 1977 y funciona perfectamente, tanto que lo han seguido todos los teóricos posteriores sin problema ninguno (más que con dos o tres híbridos que empujamos con sutil puntapié debajo de la alfombra, como cosillas de Dick): Jameson, Csicsery-Ronay, Roas, Campra, Capanna, Ferreras, Luckhurst… Se conoce como «Teoría del nóvum».
Precisamente ahora estamos estudiando los límites en la UCM, porque cierta literatura oriental no se corresponde del todo. Pero, en fin, por eso se conoce como «Teoría occidental de la literatura». No, no tiene por qué valer para todo. Es tan casuísitca como las diferencias entre la física macroatómica y la microatómica. ;)
Ismael, no confundamos lógica interna de la trama del relato (la verosimilitud aristotélica) con lógica de las leyes de funcionamiento del mundo construido, hombre. ;)
Ah, sí… Huy… Enhorabuena por el texto trabajadísimo, Luis. A ver si aparecen más de estos en Prospectiva.
Me apunto a esa teoría del nóvum, sin duda. Aunque delegar en el lector es un poco reconocer la imposibilidad de establecer categorías fijas, ¿no? Que es justo lo que yo pienso, por otro lado.
Lo que quería decir antes es que el autor de literatura fantástica, obviamente, no participa del pensamiento mágico que puede manifestarse en sus obras, y que desde ese punto de vista todo lo que ocurre en ellas tiene un origen perfectamente racional y se atiene a una lógica, aunque contravenga las leyes físicas. Pero sí, igual estoy mezclando churras con merinas.
Depende de lo que entiendas de categorías fijas, Ismael. El proceso del nóvum está clarísimo y puede demostrarse sin ningún problema. Lo que el lector entiende cuando realiza ese proceso es una categoría completamente fija, así como lo que la mayoría de los escritores estructuran al fijar un tipo de leyes para el mundo que construyen como si fuera una categoría fija. Quiero decir, Tolkien es muy consciente de lo que hace al usar la magia, como Clarke al usar una explicación científica. Otra cosa es cómo el lector cierra el proceso literario. Precisamente muchos híbridos se deben a concepciones extrañas sobre el mundo. ¿O acaso las obras de Dick no responden al pensamiento extravagante de un tipo que era esquizofrénico y drogadicto? Intentar encajonarle donde la gente no esquizofrénica… Pues oye…
De todos modos, como en cualquier ciencia, hoy en día no se entiende tan monolíticamente el funcionamiento de la literatura como para establecer si los géneros existen o no. Decimos más: «Los géneros se usan o no en ciertas tendencias porcentuales», por extraño que suene. Hay artículos muy interesantes sobre el tema.
En fin, es todo bastante, bastante más complejo. Por lo pronto, muchos ya no entendemos una obra literaria como un objeto, sino como un proceso psicológico comunal. Y ahí entran muchííííííísimas cosas, matices, análisis…
Mi propósito más que caracterizar la CF, era desde conceptos filosóficos clásicos, ver diferencias entre CF y Fantasía. Ahora veo que ayer no me aparecieron o no vi algunos comentarios de Ismael y de Instan. De Instan, decir que sí, entrando en la tradicional división hard-soft, para mí el hard pide una racionalidad cientificista, la CF no Hard, muy problemática siempre, trasciende parcialmente esa racionalidad científica y entra en terrenos especulativos no verificables por el metodo científico al uso (que es el yo?, la consciencia artificial?, cómo es una lógica alienígena? etc…) Por decirlo así hay una razón hard y otra soft, en la que está Borges de lleno… En fín, de nuevo tambaleando pero…
Fernando, me parece todo un reto analizar desde ahí «cosas» como hasta la literatura china… Realmente me parece muy complicado. LA pregunta maligna que yo me hago -desde el desconocimiento, ojo- es cómo acertar con ese LECTOR que categoriza la obra. ¿Es por votación de lectores?, es decir, ¿Cómo se extrapola la experiencia de un conjunto de lectores y se sintetiza en un prototípico LECTOR?
Supongo que más por temas, por tonos.
Luis, ahí se trabajan los lugares comunes como referenciales lingüísticos, el antropológico imaginario cultural y las estructuras culturales, entre mil materias más. Nunca se trabaja al lector como individuo en cuanto a sus cuestiones internas, porque eso solo puede trabajarlo un terapeuta en un diván. ;)
Se trabaja el proceso de lectura a partir de puntos de indeterminación y de potencialidad de recepción. Si te interesa, los trabajos de la escuela de Constanza me parecen brillantísimos y muy, muy correctos: Wolfgang Iser y Hans Robert Jauss, principalmente. Desde otro punto de vista, la semiótica cultural de Lotman está aún sin aprovechar para esto y es muy aplicable a grandes paradigmas culturales. Yo hestoy centrándome precisamente ahora en todo eso y sí… Se sacan conclusiones reales, pero nunca a nivel de lector individual.
De todos modos, yo he participado en encuestas que han dado sorprendentes resultados de acuerdo sintonizado en parámetros muy diferentes: Venezuela/España o Adolescente/Adulto. Las sinergias entre individuos son mayores que lo que suele pensarse.
OK. Gracias.
Sospecho que la cuestión sobre los límites de género en la literatura oriental frente a la occidental que comenta Fernando Ángel es muy interesante. ¿Sería posible una pequeña reseña o resumen en esta web sobre el tema?
Eso es lo malo de las intervenciones de Fernando; uno se siente tan indocumentado que dan ganas de cogerle por las solapas y gritarle: «¡vamos, deja de citar apellidos raros y escupe ya todo ese conocimiento hermético, maldito!» ;)
Je, je, je… Sí, canta demasiado que no tengo ni idea, Ismael, pero que memorizo muy bien los nombres. ;)
Durante un tiempo lo hacía aquí, pero salían larguísimos comentarios que no sé si al final leía a alguien y que creo que no son el sentido de un foro.
La verdad es que, por otra parte, llevo un tiempo planteándome de verdad un libro de divulgación sobre Teoría de la Literatura, ya que no existe ninguno, analizando las 15 falacias de la cultura popular sobre la literatura que analizo en clase: «Hay que buscar lo que quería decir el autor», «El tiempo pone a cada obra en su sitio y dice cuál es buena y cuál es mala», «Una obra es mejor si llega a todo el mundo», «Si hace falta otro texto para entender la novela es que esta es mala», «Los géneros existen», «Los géneros no existen», «Borges era uno de los mejores escritores del mundo» y tonterías como esas… :P
De todos modos, si a alguien le interesa, en la UCM vamos a hacer un seminario un día al mes en que explicaremos una hora por la tarde una gran teoría literaria. Un poco entre amigos, en plan bastante informal. Ya avisaré por si a alguien le interesa.
Fernando Ángel, yo te leo, razón suficiente para que escribas todos los párrafos que quieras.
Tu siempre fan
Risingson
Bueno, más que falacias, yo diría teorías o maneras de verlo, porque a muchas de esas me apunto descaradamente.
(Y bien lo sabes tú, canalla.)
Yo también te leo, y como contribuyente, te recuerdo la sacrosanta obligación del docente de ilustrar al que no sabe y aún de batirse con la chusma vocinglera para combatir la superchería y las malas costumbres, ea….
Jo, pues igualmente con vosotros. De verdad que así da gusto, porque además sé que lleváis la contraria con criterio y poniéndonos mutuamente contra las cuerdas.
Menos Kaplan.
Evidentemente.
Que cuando no se quiere oír…
Pero es un tipo arisco y poco agradable. No perdemos nada dejándole de lado en nuestras doctas conversaciones.