Definir lo fantástico no es tarea fácil. ¿Cómo marcar los límites y enunciar las reglas de un modo narrativo que se caracteriza precisamente por la borrosidad de sus límites y por la escasa o nula fiabilidad de sus leyes? Partiendo de las reflexiones de otros teóricos del género, pero siempre en la búsqueda de una aportación personal, el escritor y profesor David Roas se confirma con Tras los límites de lo real (Páginas de Espuma; Premio Málaga de Ensayo 2011) como una de las voces más nítidas y comprometidas del fantástico nacional.
La definición que busca Roas no sólo es académica sino también beligerante, porque viene a responder con un SÍ rotundo a quienes cuestionan la vigencia de lo fantástico en nuestro paradigma post-newtoniano y posmoderno de realidad. La pregunta sería: ¿es posible lograr el efecto de ruptura fantástica una vez que hemos perdido la certeza absoluta de lo que es real? Roas se aferra a las regularidades y a nuestros horizontes de expectativas para sostener la actualidad del conflicto entre lo posible y lo imposible, y sugiere que tal efecto de ruptura no se pierde con la perspectiva posmoderna sino que se desplaza, incluso reforzado, del personaje al lector: que Gregorio Samsa acepte su condición de insecto con relativa naturalidad no hace menos insólita su metamorfosis, y lejos de tranquilizarnos, su “increíble” resignación nos perturba todavía más.
El libro gira sobre cinco vértices temáticos: la realidad, lo imposible, el miedo, el lenguaje y la posmodernidad. De todos los apuntes el que más me ha interesado ha sido el referido al lenguaje, donde la dificultad del teórico se identifica con la del escritor a la hora de poner nombre a lo que por definición es innombrable. Es tarea del autor fantástico inventarse un lenguaje nuevo, una retórica de lo indecible para comunicar sucesos imposibles, hechos que no pueden serlo, emociones que nadie sentirá jamás. Para conseguirlo recurrirá a los llamados operadores de confusión, estrategias lingüísticas que van desde jugar con el punto de vista del narrador hasta la alteración de la sintaxis, pasando por el uso de metáforas, antítesis, neologismos, oximorones, ambigüedades calculadas…
Dice Roas, citando a Rosalba Campra, que en la literatura actual lo fantástico ha dejado de ser un fenómeno de percepción y ha pasado a constituirse en un fenómeno del lenguaje, donde ya no importa tanto lo que ocurre a nivel semántico (todos los motivos fantásticos ya fueron explorados por la literatura del siglo XIX) sino que el interés se centra en los discursos formales y discursivos. Es aquí donde se puede hablar de transgresión y donde la literatura fantástica funcionaría como agente subversivo para nuestro modo de entender la realidad.
En su empeño de ofrecer una visión completa del escenario fantástico presente, Roas concluye con una enumeración de los temas que definen la poética fantástica de los autores actuales, a saber: 1) la yuxtaposición conflictiva de órdenes de realidad; 2) las alteraciones de la identidad: 3) el recurso de darle voz al Otro, de convertir en narrador al ser que está al otro lado de lo real; y 4) la combinación de lo fantástico y el humor.
Aunque los ejemplos presentados son elocuentes, en este último punto no dejo de ver una cierta contradicción con la tesis anterior del libro, según la cual el miedo es “una condición necesaria para la creación de lo fantástico, su efecto fundamental”. En mi opinión resulta difícil, si no imposible, hacer compatible la emoción profunda e inconsciente del miedo con la perspectiva irónica o paródica del relato que requiere nuestra complicidad y nuestra interpretación consciente de lo narrado. Estaríamos hablando en ese caso de cierto tipo de inquietud, la que quizás produce una risa nerviosa, pero nunca del miedo como emoción intensa en el sentido lovecraftiano.
Por último, no me resisto a señalar que Tras los límites de lo real es un ensayo sobre el cuento fantástico. Pienso que de ninguna manera podría ser completa una teoría de lo fantástico, en sentido general, que no estudiase su papel en narraciones de larga duración, particularmente en lo que respecta a la construcción y al desarrollo de personajes. Daría la impresión de que la novela gótica no ha tenido continuidad y que la modernidad (o posmodernidad) fantástica sólo ha persistido en la práctica del relato breve, cuando la realidad es muy distinta: no ha existido una época más fértil y exitosa para la novela fantástica que la actual.
«una vez que hemos perdido la certeza absoluta de lo que es real»
En fin, estaré anticuado, pero no me trago esa frase. No creo que el paradigma post-newtoniano ponga en duda lo que es real y lo que no. Y si el posmodernismo lo hace… allá él.
En fin, que como decía Philip K. Dick: «La realidad sigue aquello que, cuando dejas de creer en ello, no desaparece». Le pese a quien le pese.
Rudy, parece que estás negando la suspensión de credibilidad.
En la ficción, no.
Pero decirme (o eso entiendo) que la física post-newtoniana niega la certeza de lo real… va a ser que no.
Perdona, lo que no entendía era el texto, y ahora que lo entiendo me parece absurdo. ¿Qué tiene que ver un mundo post-newtoniano con la fantasía? ¿Qué tiene que ver el postmodernismo con lo postnewtoniano?
No dudo de la calidad del libro, pero así extractado parece complicar lo sencillo.
Hay dos literatura dos. Realista y Fantástica. En la realista el contexto es el mismo que el que encuentras al salir a la calle. No hay elementos paralógicos, postnewtonianos, metalógicos o chorrológicos… Si sabes cómo funciona la realidad tienes las claves para interpretar un relato realista. (evidentemente hay matices a considerar).
La fantástica, en cambio, introduce elementos ajenos a la realidad constatable en el contexto en que se desarrolla la ficción. Esto introduce la necesidad de dar las claves (o no) para la comprensión del relato en el propio relato. Y es por eso que me parece una literatura más meritoria y es por eso que en España suele dar más basura que la realista. Es más difícil hacerlo bien.
Ya bueno. Entonces entramos en que los libros románticos con portadas a lo Jordi Labanda son realistas, y no sé… :)
Hombre, depende.
Si consideramos la exageración (a veces hasta extremos bestiales) de elementos reales como parte del realismo… sin duda esos libros son realistas. Y normalmente, no nos engañemos, aceptamos como parte de la realidad esas cosas, cuando leemos (o vemos ficción). O sino, buena parte del cine de aventuras tendría que ser considerado fantástico… y ni siquiera hablo del cine de aventuras actual (donde, en efecto, a menudo se pasan por el forro algunas de las mas elementales leyes de la física en favor del espectáculo) sino del clásico, del de toda la vida.
Es que bajo mi prisma, que Indiana Jones salga corriendo por delante de una bola gigante de piedra es bastante más creíble que Bridget Jones sea acosada por Hugh Grant y Colin Firth.
No es la verosimilitud. Es el funcionamiento del mundo de ficción lo que marca la diferencia. Si el funcionamiento de ese mundo literario no precisa mayores indicaciones porque responde a los mecanismo de nuestra cotidianidad, realismo… Ahora, si en ese mundo intervienen (de un modo considerable) variables que NO pertenecen a la cotidianidad, fantástico.
Indiana Jones… ¿Es nuclear al eje del relato la existencia de artefactos mágicos, seres inmortales, ciudades alienígenas? Si sí, entonces fantástico. No es fantástico porque un arqueólog maneje el látigo o sea un superhéroe, eso es inverosimil, si es fantástico, es porque introduce de modo esencial al relato elementos mágicos.
(aunque hay hibridaciones, mezclas, etc… mira American Gods, por ej.)
Pretty Woman… la existencia de prostitutas que encuentran un príncipe es cuestión harta fantástica en el sentido verosimil, pero las claves son realistas. No hay artefactos, no hay contextos, no hay metalógicas ajenas a nuestro mundo real.
El asunto no es lo creible que sea, sino lo imposible que sea.
Una historia realista puede contar una mamarrachada cursi y manida que no te la crees – pero que no hay imposibilidad física para que ocurra
Una historia fantástica te cuenta algo que por mucho que las reacciones de sus personajes sean profundas y certeras descripciones de lo mas profundo del alma humana, no va a ocurrir, no ocurrió, ni ocurrirá.
Y francamente, a riesgo de salir con el tipico debate ciencias vs letras, a mi todos esos rollos del postmodernismo y no saber lo que es real o no me parecen una tonteria del quince, la version siglo XX-XXI de cuantos ángeles caben en la cabeza de un alfiler.
Que la ciencia se haya hecho increible no hace que todo lo increible se haya vuelto real, por ejemplo
Sin leer el ensayo tampoco puedo decir mucho, pero le veo mas valor al exámen de las técnicas del uso del lenguaje que a esas tonterias de filosofia francesa barata y enigmaticos galimatias «profundos».
>Que la ciencia se haya hecho increible no hace que todo lo increible se haya vuelto real, por ejemplo
Os leo y se me dispara media sonrisa recordando ciertas novelas de Greg Egan.
Si es la del universo este donde las plantas emiten luz y todo eso yo ya no se donde clasificarlo, ni tengo los suficientes doctorados en nada como para intentarlo :-)
Greg Egan es postmodernismo y ciencia ficción dura y a la vez además. Greg Egan no existe.
David Roas se apoya en la mecánica cuántica y en el principio de incertidumbre de Heisenberg para plantear si existe una verdad objetiva, teniendo en cuenta que el observador modifica la realidad al estudiarla (lo resumo toscamente). También pasa de puntillas por la neurobiología y por la filosofía constructivista para apoyar esta idea, que cuestionaría la dicotomía ficción/realidad en la que se basa efecto de la literatura fantástica. Pero en todo caso son reflexiones superficiales a modo de prólogo, no son el objetivo del libro.
Por otra parte, la distinción entre lo fantástico y la ciencia ficción me parece un debate inacabable. Yo no veo menos fantástico a un Nexus 6 que al hombre lobo. ¿Un alien, es fantasía o ciencia ficción? No existe una línea divisoria.
El problema es que con ese resumen tosco llevamos años ya de «postmodernistas» dando por el saco con idioteces porque «el QUAAAAAAATUMMMMM»
Y cuando no son los postmodernistas son los magufos, que es peor.
La mecánica cuantica si, es contraintuitiva y nos dice cosas que nos suenan a imposibles y tal. Pero tambien es la teoria física mas precisa que se ha parido nunca, capaz de predecir descubrimentos sobre el mundo físico a un nivel de precision numerica asombroso.
No es una licencia para divagar.
Y si, eso me a quedado un poco borde, no es para tomarselo personal, es mas el cansancio por seguir viendo ese meme dar vueltas por ahi que ninguna valoración personal de nadie
Todo el posmodernismo que queráis, pero Egan se basa en la cuántica para hacer esas cosas que huelen a magufo y a posmodernista precisamente. «El instante Aleph» acaba con un pavo creando el universo por simple deseo después de que Egan te venda la moto cuántica durante toda la novela. Así que los límites no están tan claros. La nueva física ha habierto un abanico de posibilidades tal que permite cualquier cosa a nivel narrativo.
Otra historia muy diferente es lo que menciona Ismael, y con lo que no estoy en absoluto de acuerdo. La diferencia entre cf y fantasía sí que está bien definida, es la misma que hay entre lo improbable y lo imposible. El hecho diferencial de la cf siempre, siempre es la ciencia. Puede aparecer en el escenario, en la trama, en la idea, en el desarrollo, en cualquier parte de la narración, pero siempre marca de manera crítica la percepción del lector, que se sitúa en un estadio diferente, entre el juego con las perversiones de las leyes físicas y el juego con lo inexistente.
¿Véis? Esa hache en «habierto» es fantasía, no ciencia ficción.
La «nueva fisica» no ha dicho nada de nada de si el hombre puede o no crear nuevos universos a punta de desearlo solo. Y abrir cosas a lo narrativo no las abre a lo real.
La consideración de que el conocimiento de la realidad está mediatizada por la percepción se remonta (por lo menos) al siglo XVII -y no a Heisenberg- y da paso a lo que en filosofía se llama idealismo. El problema de la verdad es otro. Realismo literario , y realismo ontológico (por ejemplo Platón), son cosas que no tienen nada que ver.
Así que la premisa de partida sobre si es posible lo fantástico ahora que no sabemos lo que es real…. así explicada, ojo, parte de una albondiga conceptual sin mayor sentido… Dicho con el debido cariño, respeto y admiración al articulista, que se la tengo…
Kaplan, entiendo lo que dices pero sigo sin ver esa línea: ¿es ciencia, o simple fantasía la explicación viral de los vampiros en Soy leyenda? ¿Es ciencia o es fantasía (o filosofía) el mar vivo de Solaris?
Luis, te aseguro que el libro no es una albóndiga, míratelo, de verdad. Lo de menos son sus valoraciones sobre la mecánica cuántica y tal.
Ya supongo que no.
Qué pasa en Soy Leyenda o Solaris? Para ficcionar la historia, me veo obligado a desplazar al lector a una “cotidianidad paralela” en la que han sucedido una serie de cosas (que cambian radicalmente el contexto histórico cotidiano) y que hacen verosímil lo que voy a contar. Es este desplazamiento lo que marca la pertenencia a uno u otro paradigma. Que para este desplazamiento recurras a la ciencia es básicamente indistinto. Que recurras a la ciencia no lo convierte en realista. Más interesante me parece si se pueden meter elementos mágicos en un relato realista, que yo creo que Por Supuesto. (pero esa sí que es otra pero que muy otra cuestión)
«Es este desplazamiento lo que marca la pertenencia a uno u otro paradigma. Que para este desplazamiento recurras a la ciencia es básicamente indistinto. Que recurras a la ciencia no lo convierte en realista.»
Totalmente de acuerdo.
En Soy leyenda, la ruptura con la realidad se produce a causa de un virus; en Solaris, quien desencadena esa ruptura es un planeta vivo. Es evidente que ambos conceptos entran dentro del estudio científico.
Más que un planeta vivo, algo nada científico, un ser vivo, una biología distinta en forma de mar.
Sin que sirva de precendente, estoy de acuerdo con Kaplan.
La ciencia ficción no es literatura realista, cierto. Pero tampoco es literatura fantástica.
Para mí (y es una definición muy personal), la literatura realista habla de lo que es (a veces forzando los límites de la versosimiltud), la fantástica de lo que ni es ni puede ser y la CF de lo que podría ser dadas ciertas circunstancias. La fantasía (y otra cosa muy distinta es la literatura de lo maravilloso -por ejemplo, El señor de los anillos-, que se sitúa en un entorno en el que las leyes físicas son distintas al nuestro, pero para los habitantes de ese entorno lo que pasa allí es totalmente realista) violenta las leyes del mundo, tal como lo conocemos, implica por fuerza algo sobrenatural, algo que escapa a las leyes del universo. La CF, parte de la premisa contraria, de que, como dijo Sagan, «el universo es todo lo que existe, ha existido y existirá». La idea de que hay algo que se pase por el forro las leyes del universo en la CF no tiene ni sentido ni cabida.
Para mí son dos géneros tan distintos como lo pueda ser la literatura realista de la fantástica. Puede que incluso más: la fantasía parte de una concepción irracional y misteriosa del universo, mientras que la CF de una visión racionalista del mismo. Son, de hecho, polos opuestos.
¿Dónde deja eso la literatura de lo maravilloso que mencionaba antes? Bueno, nuestra literatura realista sería «literatura de lo maravilloso» para un habitante de la Tierra Media. En realidad creo que es un cuarto tipo de literatura frente a los tres que hablaba antes una literatura que sólo es fantástica desde la óptica del lector nunca de la de los personajes. Sin embargo, en la verdadera fantasía ocurren cosas que contradicen lo que los personajes saben del mundo.
Todo esto lo explica mucho mejor Fernando Ángel en su libro, por otra parte.
Y no, la mecánica cuántica y el principio de incertidumbre no postulan -nunca y en ningún caso- la idea de que no tenemos certeza de lo que es real. Ideas, por otra parte, aprovechadas mil veces por filósofos de medio pelo para sus neuras mentales (como lo de los muchos mundos de la mecánica cuántica, el gato de Shcrödinger y esas cosas) no eran más que experimentos mentales, metáforas para explicar ciertas cosas que, sacado de contexto, como todo, dan pie a ideas tremendamente equivocadas.
Es que son dos cosas completamente distintas. Una es decir «voy a introducir en mi relato ‘fantástico’ algo que es una interpretación o derivación de una teoria científica» (y en muchos caso ni eso, de una especulación científica que no llega ni a teoría. Oye, a lo mejor y por pura casualidad resulta que la pego y mi fantasía tiene un atisbo, un asomo, a algo que luego se ve que es real. Claro, es que me he estado fusilando la Scientific American por ideas y me ha salido de rebote.
La otra es decir que ya no sabemos que es real y que no.
Y si ya entramos en «he vestido de nombre científico algo que me acabo de inventar por mi cuenta», pues ya te digo si eso afecta o no a la esquizofrenia de la raza humana.
Completamente de acuerdo con Rudy y con Kaplan. Yo diría que en todo,. aunque os he leído un poco en diagonal, que ya os conozco.
Lo de que la realidad no existe puesto que la cuántica y Heisenberg lo flipan… En fin… Pero como bien dice Ismael, las teorías de David y de Rosalba van más allá de eso. Son dos genios (amistades aparte, en serio). De Rosalba os recomiendo Territorios de la ficción y desde luego estoy deseando leerme el ensayo de David, que llevaba años cerrando y cerrando su teoría unificada de lo fantástico y, por lo que veo, lo ha conseguido.
Sí quería anotar que los términos «fantástico», «maravilloso», «ciencia ficción» son académicos en el uso en que nosotros los usamos. No tienen por qué corresponderse exactamente con los términos coloquiales. Por eso me ha dado la impresión de que a menudo estabais discutiendo cuestiones diferentes desde lo que parecían los mismos conceptos, pero no lo eran.
No os sigo en las distinciones. En cosas como los libros de Brandon Sanderson, que crea un universo con leyes (y especial hincapié en la congruencia socioeconómica) pero a quien no le importa salir con un deus ex machina – a veces literales – para cerrar la trama, y que no cabe en ninguna de esas categorías.
Hombre… es lo que tiene la realidad, que a menudo no cabe en ninguna categoría.
Y no, no me estoy intentando quedar contigo.
Lo que quiero decir es que lo que intenté describir más arriba eran los géneros «puros». Por usar jerga informática, las especificaciones de los géneros: luego, a la hora de la verdad, la implementación, como suele pasar se apartará de las especificaciones y será algo híbrido y mestizo que no es del todo una cosa ni la otra. O es las dos a la vez, incluso aunque sean cosas contradictorias.
Una cosa es la taxonomización de algo, que es una abstracción ideal, y otra muy distinta los libros concretos que, a menudo, se pasarán la taxonomización por el arco de triunfo.
Si viviéramos en una época neoclásica, eso sería anatema: habría que respetar las reglas al 100%.
Pero, bueno, como estamos en pleno manierismo, a los puristas de las reglas les pueden dar mucho por ahí.
Que algo siga reglas tampoco le hace «realista». Hablamos de si la historia ocurre en este universo que conocemos, en un universo diferente que no tiene nada que ver con este, o en uno que es como este excepto por el detalle X que a lo mejor y resulta que si es «verdad». En un Sanderson el tratamiento de los personajes o sociedades puede ser mas o menos «realista» en cuanto a verse como encajan segun las reglas de la magia que se inventó para esa novela, pero definitivamente no son historias de vida de nadie en esta dimensión.
Lo de Solaris, por ejemplo, es muy interesante, porque es una novela en la que el elemento «fantástico» tiene de científico entre nada y cero tal como esta «explicado», y Lem lo sabia, pero lo usa como excusa barata para tratar temas filosóficos muy reales sobre los límites del conocimiento humano y la imposibilidad de la comunicación (entre seres diferentes y entre seres humanos), y a diferentes niveles, desde la burla hasta el horror.
Y eso funciona y la hace ciencia ficción, tan ciencia ficción como si hubiese recurrido a no «explicar» Solaris; bueno, ya se que no lo explica, pero me refriero a todo el asunto de los átomos virtuales que no lo son y demas, que de nuevo, es un deux ex machina con nombrecillos científicos que no vienen a cuento y que no son ni especulacion ni nada, solo sirven como atrezzo para mover la parte de «historia» cuando lo que interesa es la parte de «filosofía».
Quizá me he explicado mal con lo de las reglas.
Lo que hace CF a «Solaris», a mi entender, no es lo que apuntas. Todo eso que dices se puede hacer con fantasía… no sé, sin ir más lejos, lo hace John Crowley en «Pequeño, grande».
Lo que hace que «Solaris» sea CF y no fantasía es algo tan simple como el hecho de que el elemento «no realista» es, al mismo tiempo, «no sobrenatural». Tan sencillo como eso. Que sea puro decorado o parte fundamental de la trama es irrelevante.
En todo caso, para no perdernos en discusiones terminológicas, concluyo recomendando el libro para cualquiera que tenga interés por reflexionar sobre el funcionamiento de la literatura «no realista» (dejémoslo ahí).
Buen fin de semana a todos.
I.
La oposición «realista/fantastica» está cargada de connotaciones por la parte «fantástica»… Es mejor la oposición realista/no realista. En esta dicotomía, la fantasía y la CF están en el «no realista», al menos en el sentido dicho de contextualizar reglas del juego/elementos/motores narrativos no cotidianos. La diferencia entre fantastico y CF apunta a un discurso racional que la segunda soporta (que sus reglas están caracterizadas por la racionalidad) frente al «pensamiento mágico» que domina la segunda. En Solaris, la necesidad argumental pide:
A/ una anticipación para ubicar la historia en un futuro con viajes espaciales
B/ una cierta caracterización filosófica -racional- de un ente vivo y consciente ajeno a todo paradigma biologico conocido.
Dada la centralidad de estos elementos en la historia, es «no realista» o «fantástica» (en el sentido que usa Ismael en su artículo).
Es que «da igual» que la idea sea magufa o que el elemento científico sea un macguffin. Lo que cuenta es que haya una intención del relato de moverse en las coordenadas científicas. Aunque sea una ciencia de chiste. La fantasía ficciona con lo inexistente, la ciencia ficción con lo existente. Y cuando hablo de ficcionar me estoy refiriendo desde intentar ser terriblemente verosímil, como la hard sf, hasta usar una gilipollez científica como excusa. Solaris va de unas cosas inverosímiles que les pasan a los protagonistas, resurrecciones incluídas. Sería fantástico si no fuera porque… eso que les pasa es consecuencia directa o efecto secundario del contacto con un mar vivo que rodea a un planeta. Hay una lógica ahí y una intención de que esas rarezas provengan de algo real. En un relato fantástico daría igual la verosimilitud extradiegética de esas imposibilidades. Lo llamarían magia y punto.
«el observador modifica la realidad al estudiarla »
Pues si el autor del libro dice eso, pues muy mal, y más que incorrecto.
Quizá la realidad no exista, afirmación de corte metafísico, pues en física lo más que se puede afirmar es que la mecánica cuántica niega la existencia de elementos de realidad (no todo el mundo está de acuerdo, y por eso hay diferentes interpretaciones realistas, como por ejemplo, la de los universos múltiples), pero que tergiversa lo que esta teoría implica.
Pero el afirmar que «el observador modifica la realidad» o bien es resultado de no tener ni idea del asunto, o un sofisma como una catedral. Porque es, hablando claramente, mentira.
En lo que respecta a la discusión interesante, la de la distinción entre fantasía y ciencia ficción, estoy bastante de acuerdo con lo expuesto por Rudy y Kaplan, y también en parte de lo que comenta Fernando Ángel en su libro.
Aunque no estoy para nada de acuerdo con la interpretación que hace Kaplan de «El instante Aleph», lo que no es óbice para que considere que veo lógico que se llegue a tal interpretación de la novela.
No se, ahi si que nos desplazamos a lo que dice Risingson, que puedes hacer una fantasia muy llena de reglas y donde todo funciona absoluta y totalmente segun una lógica aplastante, solo que la lógica no se parece en un pimiento a la física del universo.
La razón por la que Solaris se hace CF para mi es el punto en el que el misterio del planeta vivo se hace el instrumento central para reflexionar sobre este mundo real en el que vivimos, y no simplemente un objeto para «maravillarse» y nada mas. No importa si esta sacado de una chistera – esta sacado de alli para pensar y conjeturar sobre algo «real» – ¿que pasa si de verdad el universo NO es comprensible por la mente humana, donde queda la ciencia y el progreso entonces?», por poner una.
No es que la CF tenga la obligación de ser un ensayo sobre el mundo, pero eso, ese elemento de que «de lo que va la novela» es en gran parte una especulación sobre este y no otro universo me parece fundamental – aunque tambien por esa regla mucha «ciencia-ficción» no pasa de fantasía con armas lasers
En una fantasía como las de Sanderson por seguir con lo que menciona Risingson es al revés. Los elementos «reales» estan para darle sustancia a la fantasia, para que no nos chirrie la cabeza con los tipicos argumentos frikies de «si son capaces de hacer X con magia porque viven igual que en la Edad Media?», por ejemplo.
«lo que dice Risingson, que puedes hacer una fantasia muy llena de reglas y donde todo funciona absoluta y totalmente segun una lógica aplastante, solo que la lógica no se parece en un pimiento a la física del universo.»
Si te he entendido correctamente, entonces estaríamos hablando de «literatura de lo maravillo»: algo que para nosotros es no realista pero que, para los habitantes de ese universo, es totalmente cotidiano. Es decir, desde las premisas de ese universo, todo lo que pasa allí es estrictamente realista, no hay nada sobrenatural.
Creo que ya he explicado que yo sería partidario de crear una nueva denominación para ese tipo de obras: no son estrictamente fantasía y, de hecho, están más cerca de la CF que de la fantasía.
Sigo pensando que la clave de este asunto es la pretensión de racionalidad. En este sentido, una racionalidad fantástica, aunque entiendo la idea (eso creo) es complicar la cosa. Por ej. la mitología tiene su lógica interna, pero no de ja de ser pensamiento mágico o irracional (en sentido filosófico, no estructurado formalmente)
Gracias, Instan, por la referencia. Sigo estando 100% con Rudy y Kaplan.
En cuanto a la mitología… depende, supongo del momento histórico. Quiero decir, para los griegos que oían la Iliada y la Odisea, ¿no era aquello una narración estrictamente realista? Al fin y al cabo, todo el mundo sabía entonces que, sin duda, los dioses acostumbraban a entrometerse en los asuntos de los mortales a menudo. En aquel momento, ni siquiera era mitología, era puro realismo. Realismo mágico, por usar una expresión acuñada para cierto tipo de narrativa latinoamericana, en la que la irrupción de lo maravilloso en lo cotidiano es considerada normal en el contexto de la novela. Cien años de soledad es el ejemplo paradigmático de eso, evidentemente.
¿De nuevo, entonces, literatura de lo maravilloso, o habría que añadir una nueva clasificación? Uf… no sé. Y a estas horas de la mañana, menos aún,
El tema de la concepción histórica de lo realista y de lo no realista no ha sido aún estudiado como se debería, que yo sepa, a pesar de varios intentos bastante superficiales. No obstante, en principio, no parece tener ningún sentido aplicar ahí nuestra terminología. Toda ella se basa en la literatura aparecida a raíz del cambio de paradigma introducido por cierta modernidad, el positivismo y la constatación del materialismo filosófico, todo ello bastante escaso en periodos anteriores al siglo XIX, con excepciones como la de Galileo y algunos pocos chiflados más.
Como el propio David Roas defendía hace unos diez años, para delimitar los tipos de géneros proyectivos es necesaria al menos una «sensación de realidad» en términos materialistas, que en principio no era tan común hace siglos. La confusión entre lo real, lo fantástico y lo divino era común en un tiempo en que un unicornio podía tener bien una naturaleza fantástica, una divina o una estrictamente material, puesto que los discursos sobre su existencia sufrían el mismo carácter de rumor que los fantasmas o que el diablo o que la aparición de un dios en una batalla o que la construcción de un puente lejano o que la coronación de un rey.
La falta de constatación empírica de los hechos (y de interés por dicha constatación, incluso, en muchos casos) creaba unos modos de percibir las ficciones sumamente distinta a la nuestra.
Pero es que también ocurría con la historia, contada por Heródoto o Hesíodo a base de reforzarla poéticamente, puesto que el sentido de la misma era más preocupante que la mer veracidad de hechos. En una sociedad en que el historiador debe multiplicar por cien la cantidad de enemigos en un texto histórico, que asume que sus lectores ya esperan que exagere ese dato, que va a tener una variedad de lectores y de filosofías respecto al «mundo real» considerable… Intentar adivinar si veían algo como fantástico o como realista es una ardua tarea.
¿Bailamos hoy entre concepciones de la realidad? Pues la verdad es que a pesar de todas las supercherías religiosas y esotéricas, a pesar de estas afirmaciones de mis compañeros más supuestamente posmodernos de que la realidad no existe (nacida de las chorradas de Lyotard, Feyerabend y compañía con las que no estoy NADA de acuerdo), lo cierto es que vivimos en una sociedad un millón de veces más materialista que la de los siglos pasados.
Y esta terminología que usamos hoy se basa en la percepción materialista de la realidad que sigue nuestra sociedad (la sigue, a pesar de creacionismos, horóscopos y demás zarandajas). No sé si tiene verdaderamente sentido aplicarla a la Grecia Clásica. Y llevo años queriendo estudiarlo, desde luego, pero haría un falta un equipo de investigación tan bueno, con tanto tiempo, con tantos recursos que me temo que no seré quien se ponga con ello.
Por cierto, podéis disponer de un resumen de las opiniones de David en la conferencia dio en 2008 en nuestro congreso de la Carlos III: http://www.congresoliteraturafantastica.com/pdf/EnsayosCFyLF.pdf
No sé cuánto habrá evolucionado su teoría desde entonces, aunque seguro que en el libro será mucho más compleja e interesante. Sirva el enlace como tráiler de la monografía. ;)
LA aparición de las filosofías idealistas convierten la realidad en un fenómeno, en la realidad en tanto que pensada y percibida. Este es el paradigma más habitual hoy si hablamos sobre lo real. Que hay un componente activo en la modelación de la percepción o conocimiento por parte del sujeto (ojo, no hay que confundir esto con que la mente construye la realidad, la mente construye parcialmente la realidad conocida, no la realidad en sí).
Esto aplicado a la literatura suscita un problema teórico, que se ve muy bien en el desarrollo de Rudy sobre mitología (bueno, quizá la griega que sí Zeus y tal, muy cultista e intuyo que poco vivencial, no sea el mejor ejemplo, pero si pensáis en un tío de Dahomey que cree que le han echado el mal de ojo y que su padre muerto se le aparece, pero lo cree porque bajo determinadas circunstancias ha sido educado para creerlo a pies juntillas entonces…)
Entonces -y siempre limitándome al campo de como luego se ficciona eso- resulta que las barreras entre realidad y fantasía se diluyen. Si quiero escribir un relato realista de Dahomey deberé dar por válidos (es decir, como elementos contextualizables en la reaidad) objetos de conciencia como que el padre muerto del prota se le aparece y le afea tal comportamiento. Ojo, en la religion animista esto no es tampoco tan así, no es como que me giro y detrás del cogote se me aparece Francisco Franco, es mucho más sutil, voces interiores que identifico con a partir de -supongo- tradiciones simbólicas. Del tipo ese árbol lo plantó tu padre y cuando pasas por ahí surgen una cadena de pensamientos que identificas con tu padre). Parecidos problemas apareja la literatura de la locura. Un loco deforma la realidad -entendida como consenso-.
Como entrar en taxonomías fantástico/real a partir de este «nuevo» (no tan nuevo) marco?. Imagino que ese el objeto de estudio de Roas.
A falta de leerme el artículo que amablemente aporta Fernando, yo aporto la solución idealista, que habla de reglas de construcción. Si las reglas de construcción son las cotidianas (aunque en esas reglas de construcción cotidianas entren parientes muertos que de modo impertinente comparecen para dar su opinión) estamos ante una narrativa realista. Si en las reglas de construcción el autor introduce reglas de su cosecha o (añadidas a la cotidianidad, como por ejemplo anticipaciones basadas en postulados científicos), fantástico.
En filosofía tendemos a equiparar «reglas de construcción» del discurso con «formas constructivas del», de suerte que así visto se entiende la afirmación del artículo según la cual las consideraciones semánticas ceden paso a consideraciones formales. Pero claro, entender todo eso demanda un contexto y, sinceramente pienso, que no hace falta tanto, que se pueden decir las cosas de manera más clara y accesible.
De todas maneras, me leo el artículo…
Sólo un apunte. Tenemos una visión muy distorsionada de la mitología griega: básicamente la que tienen los propios griegos en la era clásica y durante el helenismo donde los dioses se han convertido ya en algo remoto, en metáforas de ciertas fuerzas de la naturaleza y que la gente culta no se toma del todo en serio.
Sin embargo, un griego de la época de Homero (y no digamos ya uno de la época de la guerra troyana) se comportaría igual que el habitante de Dahomey que ha descrito Besa. Para él los dioses serían algo presente y constante en su vida, al igual que los fantasmas de los conocidos muertos. De hecho, uno de los mayores temores de un griego en aquella época era que el fantasma de alguien a quien uno hubiera matado volviera a hacerle la puñeta y, para evitar eso, tras un homicidio (ya fuera justificado o no) se llevaban a cabo ciertos ritos para aplacar los espíritus de los muertos. Todo eso lo describe máginificamente Robert Graves en «El vellocino de oro» novela estrictamente realista que, sin embargo, juega muy bien (y presenta magníficamente) cómo veía un hombre de la época esas cosas: Graves se las apaña para que un lector moderno le de una interpretación realista a lo que ocurre y, al mismo tiempo, presenta las cosas como las verían en la época.
Desde el punto de vista de los habitantes de la época, quería decir.
Siguiendo el hilo de lo que comenta Rudy sobre la religión griega, no deja de ser significativo que un gran racionalista como Bertrand Russell considerase a Homero cómo una especie de expurgador del componente supersticioso de la religión griega.
Pero es que lo sigo sin entender: estamos hablando de ficción. Aquí cada uno se está llevando el concepto de «realismo» o «plausibilidad» a su terreno, me parece a mí. Yo soy de los que simplemente lo resumen en coherencia.
Pues sí, supongo que aquí muchos tenemos bastante pensado al respecto y tratamos de hacerlo emerger.
Pero una duda, coherencia respecto a qué? (ep, de buen rollo, no es un reto, es una duda)
Lo de los griegos es curioso y misterioso… Me gustaría leer un buen libro que abordara los cultos mistéricos (pero en serio, de Graves para adelante).
Felicidades a Fernando por el Ignotus.
Me he callado ante lo que dicho Rudy no porque esté de acuerdo ni en desacuerdo, sino porque no sé qué pensar. ;)
Gracias, Rudy. El libro te debe un pedacito del piedro. Lo sabes.
A mí también me gustaría leer un buen libro sobre los cultos mistéricos, bien documentado y que fuera más allá de los referentes de siempre.
Ya he leído el artículo, y la verdad me produce la misma sensación que la reseña. Dejando de lado lo que ya he comentado antes, Roas debe de haber leído un libro de David Deutsch distinto al que yo tengo, a pesar de tener el mismo título. Eso hace que dude de hasta qué punto las interpretaciones que hace de las teorías de ámbitos sobre los que no sé mucho, como la neurociencia, sean correctas o no. Y eso va en detrimento de la exposición de la tesis central, que por otra parte no necesita de buscar referentes en las teorías de la física, más allá de comentar algo en un párrafo.
Si no fuera por estos detalles la idea sí que me parece interesante, y por lo que he visto en otro de los artículos de las actas del congreso hay cierto consenso en lo que se entiende en ese ámbito por literatura fanástica frente a maravillosa.
Sí, Instan. Las diferencias entre los géneros proyectivos están bastante bien delimitadas académicamente y, según lo veo yo, funcionando muy bien y sin demasiadas discusiones. Siempre habrá obras que bailen entre unos u otros o que se sometan a mayores discusiones, pero en general funciona muy bien, como digo.
Hombre, el pedacito que me pueda deber (caso de que me lo debiera) es mínimo, en todo caso, el mérito del libro es todo tuyo.
Y enhorabuena por el piedro (que hace unos años que ya no es piedro, sino metacrilato, creo), sin duda te lo mereces.
Besa, coherencia con respecto a lo que presenta. Si un autor va a hacer un libro de fantasía que hace paralelismos con superhéroes, pues que sepa cumplir las reglas que se esperan de esos libros, sepa meter la parte de la responsabilidad, y sepa construir personajes que se comporten según las reglas de su universo (ya sabéis, cum laude a Sanderson en ese aspecto). Si el autor presenta a una mujer soltera que se queja de los hombres y que de repente tiene a dos maromazos detrás suya, que sepa manejar las claras influencias austenianas, aceptándolas, reconociéndolas, parodiándolas, que sus personajes se comporten como tendrían que comportarse en esa situación imposible (en el caso de Bridget Jones se juega con la acumulación de gags para ocultar la, hum, ligereza de otros elementos).
¿Qué no sería coherente? Que en una novela de Sanderson de repente un personaje femenino se comportara como una damisela en apuros. Que Bridget Jones de repente se comportase como una femme fatale. Que… mirad, un amigo guionista me dio un ejemplo cojonudo de una serie que juega muy bien con la suspensión de credibilidad: Mujeres Desesperadas. Independientemente de que haya episodios mejores y peores y temporadas mejores y peores, lo que destaca de esa serie es el tono y tipo de los arcos, que cambia radicalmente para cada personaje, de tal forma que se aceptan situaciones imposibles según cada una: una de ellas puede matar a un hombre, pero el resto no. Una de ellas puede haber tenido un amante que aparece en la puerta con una mujer y sus hijos y aceptarle porque cree que le está dando una segunda oportunidad, pero el resto no.
En el caso de la cf dura, me parece, por ejemplo, un fracaso total cuando meten elementos sexuales gente como Clarke (que no sé en cuántas relaciones románticas estuvo metido, pero por sus narraciones parece que en ni una), Heinlein (que coinciden en sus narraciones de la etapa más egocéntrica, lo cual da a todo un cariz freudiano muy curioso), Greg Bear (quien parece un tipo normal, con lo que no me explico cómo escribió algo tan desastroso en «Eón»), etcétera. Ya sé que Benford debería entrar aquí, pero es que los conflictos de Benford me interesan, porque siempre me ha parecido un tío que refleja sus conflictos internos en sus narraciones, porque sus siempre imperfectos libros son acumulaciones de cosas con las que él se come el tarro y eso genera un todo que a mí me parece bien curioso («cariño, acabo de resolver la cuadratura del círculo ¿cómo te has podido ir con ese tío de cara de besugo, si las ecuaciones que definen nuestra relación deberían indicar lo contrario? ¿hay alguna variable exponencial que no haya tenido en cuenta?») y entra dentro de su discurso.
En ese sentido, de coherencia con las reglas que expones, me parecen bien curiosos los muy parecidos Robert J. Sawyer y Robert C. Wilson, ambos exponiendo hipótesis muy bien respaldadas pero centrándolas en conflictos existentes entre sus personajes y en cómo afectan esas perturbaciones fabuladas a esos conflictos fabulados. Y me parecen bien curiosos porque a veces funciona su mezcla y a veces no, y esto es porque fabulan muy bien la progresiva influencia del elemento científico, pero no la progresiva relación de los personajes (irónicamente, Wilson sí fabula bien los cambios sociales globales). Cuando el frágil equilibrio parece conseguirse, el primero introduce una trama romántica melodramática que no tiene ningún sentido, o algún elemento de shock como el vergonzoso episodio de la violación en uno de sus libros. El segundo cambia radicalmente a un personaje para convertirlo en objeto de la trama.
Y en el fondo creo que no es cuestión de realidad/no realidad, sino de cuándo lo que estás leyendo es algo que está vivo, que se va moviendo hacia algún lado y tú lo comprendes, lo aceptas. Y cuándo rompe esa inercia y un elemento destaca, y se convierte en un feo objeto lleno de letras que te está tirando de la manga para que no te metas en la historia y no te creas que esos personajes podrían existir ni que ese universo es plausible. Todo esto directamente relacionado con la estructura de la narración para que ésta no sea aburrida, y mil factores más que hacen que la escritura de un relato o un libro me parezca una tarea titánica y aterradora.
Buenos días, es lunes.
Risingson, me parece que el que la esta liando eres tu :-) Quiero decir, que si, que todo lo que dices esta muy bien, pero no tiene nada que ver con si clasificas una cosa como ciencia ficcion, fantasia o «realista», entendiendo esto ultimo como… no se, «naturalismo» o llamalo como quieras.
Que en cualquiera de las categorias puedes escribir un absoluto truño incoherente cuyos personajes no dan la sensación de ser personas, o de serlo es que son idiotas, si. Que si tus personajes son retratos fieles del alma humana y sus sensaciones al cabalgar en un tiranosaurio rex como parte de la fuerza de invasión de otra dimensión no va a ser «realista», tambien :-P
Ya, pero es que no entiendo la clasificación. ¿Para qué sirve?
Pues hoy en dia que no sabemos lo que es real o. no… :-P No, espera… sirve porque cada género suele tener sus coordenadas propias, su lenguaje, sus formas, etc.
Claro que también eso empieza a difuminarse y diluirse cada vez mas, que si el mainstream se hace slipstream y yo que se que mas cosas, aqui hay gente con mas estudios de crítica literaria que yo.
Aunque para discutir entre amiguetes mientras los servidores estan fritos y no puedo currar si que puedo confirmar que sirve
Es que ahí quería llegar: creo que hay que leer todo aplicando el mismo baremo, no clasificándolo de antes. A mí cosas como «como novela de ciencia ficción no vale nada, pero como novela fantástica es una maravilla» me parecen simples inmolaciones ante el disfrute literario.
Risingson yo coincido contigo en casi todo lo que dices, pero coincido con Latro en que la coherencia de un personaje (por ejemplo) tiene poco que ver sobre como caracterizar la literatura fantástica.
¿PAra qué sirve caracterizar la literatura etc…? En principio para nada. Ahora bien, sistematizar, establecer categorías, bucar paralelismos y divergencias, analizar entornos históricos, pautas editoriales, etc… permite un estudio «estructurado», conocimiento. Facilita la argumentacion y el contraste de pareceres en tertulias como esta.
Yo también me he leído el artículo de marras, y creo que es la segunda o tercera vez. Su tesis es bien interesante, buscar la caracterización en la oposicion posibilidad / imposbilidad. Ahora, que para eso se tire 5 o 6 páginas de introducción a lo real desde unos parámetros francamente fofos (mezclando churras con merinas en en el apartado físico e ignorando varios siglos de tradición metafísica), me parece o una frivolidad o el típico exceso escolástico posmoderno… Es aquello que se atribuye a Eugeni d’Ors, que tras dictar una conferencia a su secretaria le preguntaba ¿se entiende?, pues oscurezcámoslo. Ni eso.
Sin duda. Pero ah ¿nos gusta, por ejemplo, la ciencia ficción porque es el género que tiene tales características, o nos gustan ciertas características que suelen aparecer en la ciencia ficción?
En mi opinión, las clasificaciones, metodologías, investigaciones deben enriquecer la lectura de los textos. Leer un texto como cf implica interpretaciones diferentes que leerlo como literatura fantástica. Y eso es maravilloso, porque no solo es como si lo leyeras con otros ojos, sino que además mirar de un modo una vez y de otro modo en otra ocasión hace que las diferentes interpretaciones se complementen y se enriquezcan más aún.
Las buenas complementaciones entre teorías y críticas literarias no son más que charlas entre «amigos» (investigadores que comparten aficiones) que han estudiado más variables, dedicándoles más tiempo y teniendo en mente las charlas de los escritores, críticos y teóricos anteriores. Sí, no es más que una mera discusión posmoderna. Pensar que eso es malo o fatuo es como decir de las novelas de Ballard: «Bah, son solo historias de personas que no existen».
Desmerecer una teoría literaria porque es complicada y da vueltas sobre lo mismo es como desmerecer la charla tras la salida de un cine entre amigos que conocen perfectamente las películas de un director y se tiran tres horas dándole vueltas contentos, con unos vinos y unas raciones, sobre la película que les ha encantado.
No se, yo parto de la idea de que el «análisis» de estas «categorias», nunca va a llegar a delimitar fronteras absolutas e infranqueables. Sobre todo porque cualquier análisis que valga la pena va a servir para llenarle de ideas a una nueva generación de escritores para que se digan «genial, ¿y que pasa ahora si mezclo el recurso X con los temas Y? Voy a probar.»
O sea, que su mayor valor esta, quizas, en ayudar a destruir las categorias que descubren :-)
Fernándo Ángel:
«Sí, no es más que una mera discusión posmoderna. Pensar que eso es malo o fatuo es como decir de las novelas de Ballard: “Bah, son solo historias de personas que no existen”.»
Precisamente eso es lo que creo que hace la categorización en el caso que no paro de leer: decir, por ejemplo, que algo es posmoderno con lo cual se descarta cualquier otro análisis.
Bueno, hay otros paradigmas y hay vida fuera de la posmodernidad (mucha). Ahora bien, yo creo que es totalmente cierto que los despliegues téóricos, amén de responder a una pulsión humana (categorizamos la realidad por defecto no meramente por entretenimiento o animus iocandi), enriquecen la lectura de un texto, permiten novedosos puntos de vista, redescubren valores que de otro modo se habrían perdido, y propician, más que diversión (que también) nuevos retos intelectuales. De esta manera, el corpus de conocimientos en un proceso continuo y se salva del estancamiento.
Los análisis teóricos son imprescindibles, pues permiten dar más entidad a los textos. Esto es como lo que en otro contexto (pero en el fondo refiriéndose a la ciencia) decía Feynman sobre la belleza de una flor. Una persona que analiza su composición, su forma o los procesos evolutivos que han dado lugar a las flores, puede apreciar de igual modo la belleza de una flor que un poeta; pero con además obtiene una comprensión mayor de la flor, y eso para mí incluso implica una percepción más profunda de la flor.
Del mismo modo la comprensión de un libro que se obtiene a través de una crítica y de un análisis literario en un contexto cultural e histórico ayuda a disfrutarlo mejor, a conectar de un modo más profundo con él. Pero para eso se necesita emplear una metodología que permita analizar ese libro sin tener que seguir los argumentos de autoridad y subjetivos de autoproclamados «sabios».
Y un paso importante en esa categoría es el establecimiento de categorías, de clasificaciones, de criterios y conceptos teóricos. Y esas categorías han de ser claras y precisas para poder ser objeto de la crítica entre pares, lo que hace que las construcciones teóricas asociadas con ellas sean lo más intersubjetivas posibles.
Por supuesto que esas categorías pueden tener sus limites, ser inexactas, o surgir obras que las superen. Pero es que eso no sólo pasa en una disciplina humanística que aspira a ser una ciencia de pleno derecho, o en una disciplina científica social, o como la queráis calificar. Es que eso pasa continuamente en la ciencias naturales, que son algo dinámico y en constante evolución.
Nuestra mente, por diseño, está hecha para buscar y encontrar patrones… incluso donde no los hay, lo que a menudo nos trae problemas (empezamos por ver la cara de Jesús en un pan bimbo y a partir de ahí se puede llegar a…). Es algo que nos sirvió muy bien en el pasado: el hombre-mono que, a partir de cuatro rayas entre la yerba era capaz de crear un patrón, decirse «¡hostia puta, un tigre!» y echar a correr como si su vida dependiera de ellos (que dependía) sobrevivía lo suficiente para procrear. El que, hasta que no veía el tigre entero no lo identificaba, moría sin tener descendencia. Y de aquellos polvos vienen estos lodos.
Quiero decir, que categorizar, buscar patrones, establecer relaciones, crear reglas a partir de lo que vemos está imbuido en la mente humana. Lo hacemos todos y a todas horas, no demos cuenta o no. Algunos, como los científicos o los teóricos literarios, lo hacen profesionalmente.
Y es útil. Fácil de ver esa utilidad en la ciencia. ¿En la teoría literaria? También, a un nivel quizá menos evidente, pero lo es. Aunque sólo sea para que, como apuntaban más arriba, la siguiente generación de escritores decida dinamitar esos patrones y hacerlos saltar por los aires.
Si manejamos estiquetas como CF, fantasía, novela romántica… es porque en las novelas reales hay ciertos elementos comunes que permiten agruparlas como tal. Y, sí, una vez establecida la etiqueta, una vez aceptada por el común de los mortales, esa etiqueta genera unas expectativas en el lector, genera un cierto tipo de patrones. Cuando me siento a leer una novela de CF hard no lo hago con el mismo esquema mental que cuando me siento a leer una de capa y espada de Sabatini. No espero encontrar los mismos elementos, ni ordenados de la misma manera. Y eso es parte del disfrute.
Y sí, a veces parte del disfrute es que el cabrón del escritor coja tus expectativas y las haga saltar por los aires. Por supuesto.
Creo que estamos más o menos de acuerdo todos, ¿no? Cada uno aportando lo que pueda y, desde luego, dando a los escritores esquemas que puedan meternos por el culo a los teóricos, críticos y aficionados hasta que les definamos por otos esquemas y vuelta a empezar. ;)
Eso es la literatura, al fin y al cabo, entre otras cosas.
Total, que he disfrutado más con la discusión (y aprendido) que con el artículo inicial -sin desmerecerlo, ojo-