Las contraportadas, a veces, no engañan. Y la contraportada de Islas en el cielo nos deja claro desde el principio qué podemos esperar de la última novela de Pedro Pablo García May, colaborador habitual de Literatura Prospectiva. Sería llevarse a engaño abordar la lectura de esta obra como si nos enfrentáramos a un libro trascendente, con múltiples niveles de lectura. No es lo que persigue y no es lo que ofrece. Su editor la encuadra con naturalidad en una corriente de literatura popular –aunque no se resista a darle unas pinceladas de Verne y Brunner– que es, sin duda, su ubicación correcta.
Para definir la novela me gustaría recurrir a un símil cinematográfico. Digamos que hay libros prospectivos que, tratados de la forma adecuada, podrían inspirar una película de Terrence Malick. Islas en el cielo sería la historia perfecta para la próxima experiencia visual de Roland Emmerich. Y yo soy de los que, cuando tengo el espíritu adecuado, disfruto como el que más con la obra de Emmerich. ¿En qué me baso para realizar esta afirmación? Bueno, este libro de Pedro Pablo García May comparte muchas de las obsesiones que podemos encontrar en la carrera del director de Independence Day y 2012. Reparto coral, historia más grande que la humanidad, catástrofe en ciernes, fantástico alocado, etc. Todas esas características están presentes en este libro, y muchas más. ¿Quiero decir con esta comparación que esta novela es inferior a otras que poseen mayor profundidad? No. Lo que intento reflejar es que Islas en el cielo está destinada a un público concreto y ese público no es, en su mayor parte, el que se interesa por el concepto de literatura prospectiva.
Si tuviéramos que etiquetar en pocas palabras el libro de Pedro Pablo García May diríamos que es un ejercicio de especulación científica esotérica. Toma ya. Porque lo que hace el autor es partir de una de esas teorías alocadas que no dejan de dar vueltas por ciertos círculos –en este caso, la existencia de un mundo desconocido y maravilloso en el interior de nuestro planeta: la teoría de la Tierra Hueca– y nos presenta una aventura fantástica (en todos los sentidos), repleta de sentido de la maravilla y desenfrenada de principio a fin. Un excelente ejemplo del mejor pulp que evita (parcialmente) caer en los tópicos de chico-musculoso y mujer-indefensa-deseable y que ofrece interesantes recursos narrativos para llevar la historia a buen puerto.
Pedro Pablo García May no se limita a tratar la historia de forma sencilla y lineal sino que aprovecha la brevedad de los capítulos para introducir aquí y allá pequeños insertos informativos en forma de programa de radio, de noticia de periódico, de extracto de libro, de conversación de otra época, etc. Estos breves apuntes dan consistencia a una narración trepidante que, a veces, y es una de las pocas críticas que se le puede hacer al libro, da demasiada sensación de cartón piedra. Porque en una obra de estas características no nos vamos a preocupar por la evolución de los personajes ni por ciertos detalles inverosímiles, pero sí que se echa de menos algo más de profundidad en las descripciones de esa Tierra Hueca, de sus habitantes y de sus conflictos, así como más continuidad en la narración de las peripecias de los distintos personajes protagonistas. También el final es de los que invitan a pensar en una necesaria segunda parte, algo que puede no agradar a todos los lectores tras cuatrocientas páginas.
Mención especial para Herr Wolf, un personaje para mí desaprovechado por todo lo que tenía que ofrecer pero que sin duda es el que depara los mejores momentos, llegando incluso a traernos a la mente escenas de Apocalypse Now.
En fin, Islas en el cielo es un libro ameno, con algunos momentos brillantes –como el capítulo que incluye la narración del guardián de la puerta–, que adolece de los típicos defectos de la literatura pulp y que si se aborda con el espíritu adecuado será un excelente divertimento.
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