Stanislaw Lem creó en El invencible uno de los peligros más espantosos y prácticamente invencibles a los que se hubiera enfrentado expedición humana alguna que vagara por esos universos de Dios: un enjambre de máquinas insectoides autorreplicantes que, a pesar de su artificialidad, habían conseguido incardinarse en el ecosistema de su planeta y constituirse en la especie dominante. La única posibilidad de enfrentarse a ella con éxito era volar el planeta entero.
No pocos escritores de ciencia ficción han imaginado en sus obras diversos artefactos diminutos que, utilizados por los personajes de sus libros para hacer el bien o para hacer el mal, nos han proporcionado grandes momentos del género. Crichton y sus nanobots con bacterias de E.Coli alteradas (¡vaya!); Haldeman y sus nanofraguas para descomponer materiales y recombinarlos en plan Linterna Verde; Asimov y sus motores atómicos reducidos incluso al tamaño de un cinturón…
Pues resulta que la nanotecnología no sólo es, ya, una realidad consolidada en nuestro mundo contemporáneo (y con un prometedor futuro de investigación) sino que está mucho más presente alrededor de nosotros de lo que podríamos pensar. De hecho, “mucha gente está utilizándola sin saberlo (…) modificará en muchos sentidos la vida cotidiana”, según el físico Antonio Correia, presidente de la Fundación Phantom y coordinador del área de España en la última edición de la más importante feria de nanotecnología del mundo (la bianual Nano Tech, en Tokio, celebrada en febrero de este año). Hay nanos por todas partes y no sólo en nuestros ordenadores, teléfonos móviles e iPods, sino en las áreas más insospechadas como los cosméticos (con nanopartículas específicas para determinar la consistencia de algunos productos) o la moda (con nanomateriales para lograr tejidos más resistentes).
Y, sí, hemos leído bien: Correia fue coordinador de la presencia española en Nano Tech porque resulta que nuestro país está considerado hoy, para sorpresa de neófitos, como “la segunda potencia europea en nanotecnología por detrás de Alemania, con presencia en Tokio de una quincena de empresas”.
Correia añade que esta rama científica “despertó” en España entre 2005 y 2006 y, aunque en otros países como EE.UU. o Japón se viene trabajando en ella desde hace decenios, parece que por lo menos aquí hemos sabido ponernos las pilas (las nanopilas, en este caso) y encontrar nuestro sitio, si bien la mayoría de las compañías ibéricas “son aún pequeñas y escasas”. Se calcula que existen más de medio centenar de empresas que están fabricando y comercializando nanoaplicaciones en sectores como la energía, la construcción, el medioambiente o la medicina.
En la Nano Tech, el mayor número de patentes lo presentó el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) que aportó nada menos que 32 a la feria nipona para buscar allí su comercialización. Otras empresas españolas presentes en Japón fueron Ciber BBN, el Instituto de Nanociencia de Aragón, Nanobiomatters…
Tan prometedor es el nanofuturo hispano que en abril de este mismo año se celebró en Baracaldo, Bilbao, la Imaginenano, que aspira a convertirse en muy poco tiempo en algo similar a la Nano Tech pero a la europea, también con una convocatoria cada dos años. En esta primera y exitosa edición contó con presencia de 140 empresas y varios miles de visitantes.
Lo más interesante de la nanotecnología es la certeza de que, cuando se manipula a escala tan minúscula la materia, ésta a menudo demuestra propiedades y comportamientos diferentes a los habituales. Hay que comprender el tamaño del que hablamos: un nanometro es la mil millonésima parte de un metro o, lo que es lo mismo, 1 milímetro es igual a un millón de nanometros. En general, el desarrollo científico en estos ámbitos suele trabajarse, hoy por hoy, en una escala de entre uno y cien nanometros aunque en el futuro seguramente se pueda hacer en un tamaño aún más pequeño.
Lo cierto es que esas propiedades inéditas de la materia que se manifiestan entre tanta pequeñez son las que permiten crear materiales, aparatos y sistemas novedosos con propiedades únicas y a buen precio. Y con una estética verdaderamente “prospectiva”. Por ejemplo, en la feria Robotech (hermana de Nano Tech pero celebrada en julio, también en Japón), se presentaron entre otras cosas unos androides específicamente diseñados para entrar en centrales nucleares con elevados índices de radiactividad al estilo Fukushima, arañas mecánicas para labores agrícolas y serpientes robóticas subacuáticas creadas para facilitar trabajos de rescate.
Ahora bien, según el gobierno japonés, que es quizás el más interesado del mundo en el desarrollo de la robótica (probablemente porque su clase dirigente sea un puñado de robots encubiertos), el gran desafío y la gran oportunidad económica de la nanotecnología radica en su aporte al desarrollo de “ciberpersonas” que, al estilo de El hombre bicentenario, puedan convertirse en asistentes personales de los seres humanos para todo tipo de tareas. Según cálculos oficiales del gobierno nipón, este mercado en concreto crecerá durante los próximos 25 años hasta generar unos 5 billones de yenes, unos 44.000 millones de euros, debido a las urgencias de una población en constante envejecimiento como es la japonesa. ¡Es el momento de invertir!
Pedro Pablo G. May mantiene Fácil para nosotros, el blog de un estudiante en la Universidad de Dios, y su obra literaria se puede consultar en Mundo May.