A finales del siglo XXI, en el seno de un planeta Tierra convulso y ahogado por la gravísima superpoblación, surgieron y se consolidaron organizaciones, colectivos y sectas de todo tipo y motivación. Entre dichos grupos, adquirió especial importancia el de los ultradarwinistas, adalides extremos de la supervivencia de los más aptos. Según ellos, los índices de selección natural del momento, un promedio del 24% en los países no desarrollados y un 7% en los desarrollados, se antojaban insultantemente bajos. Del todo reprobables. Inadmisibles. Por ello, decidieron que no podían esperar más: era hora de actuar.
En retrospectiva, resulta curioso que unos defensores tan acérrimos a priori de la evolución natural realizaran luego una selección tan artificial.
Lo que no lo es tanto, quizá, es que los abrumados gobiernos la subvencionaran en secreto.
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