Entrevista a Jorge Carrión

Jorge Carrión forma parte de una polémica e interesante generación de estos nuevos degenerados, en términos de Martínez Biurrun, que están experimentando, proponiendo nuevos lenguajes, nuevos temas, que se han educado en la nueva cultura y la han volcado en sus historias.

Tras dirigir durante años la revista Quimera y tras varios libros de ensayo, su primera novela, Los muertos (Mondadori, 2010) se convirtió en todo un éxito de crítica y público. Esta novela de difícil clasificación recoge temas y estructuras de diversos lenguajes, principalmente de las teleseries, lenguaje en el que el autor es experto y sobre el cual ha escrito el ensayo Teleshakespeare y ha pronunciado diversas conferencias.

Gran aficionado a los comics y a diversas formas de lenguaje visual, es uno de los mejores representantes de la literatura española posmoderna, con su obsesión por fundir lenguajes y superar fronteras.

Tu primera novela, Los muertos, se sale de las líneas tradicionales de novela y profundiza en los recursos aparecidos durante las últimas décadas. No pareces muy interesado en la narración lineal, como otros compañeros tuyos de generación. Pienso ahora en el Nocilla Experience y, por supuesto, en textos anteriores, como La broma infinita. Mi pregunta es quizás demasiado obvia, pero ahí va: ¿Está obsoleta la novela tradicional? ¿No cabe ya una trama lineal con un argumento claro basado en un conflicto? ¿No te ves escribiendo algo así?

Sinceramente, no veo Los muertos en clave española, sino emparentada con una familia internacional de novelas, donde podrían estar Austerlitz, de Sebald; Respiración artificial, de Piglia; Maus, de Spiegelman; Véase: amor, de Grossman, o Watchmen, de Moore. Como ves, es una familia posmoderna, narrativa, no necesariamente «literaria» y, sobre todo, no española. Creo que ese es el contexto, las lecturas que tenía en mente, cuando escribí Los muertos. A mi entender, cada proyecto tiene que encontrar la forma adecuada para ser narrado. En mi caso, en lo que estoy llamando para mis adentros la «trilogía de la ficción», he buscado tres formas distintas para plantear historias y problemas muy diferentes. En un futuro, me veo escribiendo una novela con introducción, nudo y desenlace, siempre y cuando yo considere que es el vehículo ideal para tratar ese asunto. Ninguna forma ha caducado, todas conviven en nuestro presente; pero algunas están demasiado connotadas por la tradición y son poco útiles. Sólo en manos de alguien que sabe muy bien qué está haciendo podrán resucitar y ser pertinentes.

Los muertos produce, a mi juicio, una extraña sensación de texto muy completo a pesar de que dejas que el sentido profundo, único, se escape. ¿Cómo creas entonces algo coherente? ¿Tienes claro dónde vas o improvisas mucho? ¿Hasta qué punto te interesa más el lenguaje, el personaje, la estructura o la idea de fondo?

Cada libro sigue su propio proceso de trabajo. En Los muertos tuve la estructura muy clara desde el principio, también ciertas claves de interpretación, que quería disponer en la trama como pistas (en un sentido, digamos, inverso al que utiliza Abrams: hacia un significado posible, no hacia su dispersión lúdica). Lo que fue creciendo con la escritura fueron los conflictos y los personajes. En el caso de Los huérfanos, que estoy escribiendo ahora, al tratarse de personajes menos queridamente planos y de un narrador en primera persona –obsesivo y espero que verosímil–, el proceso está siendo muy distinto. La estructura solamente era una intuición, que he tenido que llenar de contenido. El sentido, las pistas, importan menos. Tiene que completar, parcialmente, Los muertos y anunciar, discretamente, Los turistas, el fin de la trilogía. El ensayo debe insertarse en la narración y perder la importancia que tuvo en la novela anterior. Te pido perdón si, en vez de explicarme, me estoy oscureciendo…

En Teleshakespeare hablas de una ficción cuántica en la que estarían implicados tanto ese mismo ensayo como Los muertos como sus dos continuaciones. ¿Puedes adelantarnos un poco de ese proyecto? ¿Qué vamos a encontrarnos? ¿Qué te interesa que el lector saque de él?

En Teleshakespeare tal vez insinúo que la «ficción cuántica» guarda relación conceptual con mi trabajo actual, pero no lo afirmo, porque no lo tengo claro. Es una hipótesis, un lugar desde el que leer el arte que me interesa y desde el que pensar mi propia escritura. Quienes quizá sí fueron, sin saberlo, creadores cuánticos: Mario Alvares y George Carrington, los autores de Los muertos. Eso es lo que quizás aparezca, de un modo u otro, nunca en primer plano, en Los huérfanos y Los turistas. Lo interesante de lanzar al mundo un concepto ambicioso es que ese mismo mundo te va a obligar a responder por él. En el prólogo de Teleshakespeare está formulado casi en clave de «manifiesto» (ese género caduco); en las conferencias o en las entrevistas, a partir de ahora, tendré que defenderlo, y eso me obligará a sumar argumentos, ideas, nuevos aspectos.

La posmodernidad ha traído una fusión de géneros e incluso la duda acerca de la clasificación de algunas obras. Los muertos sería quizás uno de los mejores ejemplos. No obstante, hay quien afirma que sigue habiendo géneros puros y, desde luego, la literatura prospectiva está viviendo ahora su mejor momento. ¿Has leído literatura prospectiva o de ciencia ficción? ¿Te interesa?

Desde mi punto de vista la «pureza» es un sinsentido. Nada humano es «puro». Todo es mezcla, hibridación, mestizaje. Todo es monstruoso, todo es tragicomedia, ni siquiera las ideas de Aristóteles para «clasificar» la «poesía» de su época se puede aplicar a todos los productos culturales de ella. El Quijote, justamente, es uno de los inicios posibles de la novela moderna, y el más consensuado, porque mezcla todos los «géneros» de su época. Es un tema apasionante, e inacabable. Me interesa cómo parte de la novela de los últimos veinte o treinta años ha trabajado esa cuestión a través de la metáfora de la indefinición sexual de un narrador o de un personaje. La cuestión del género literario trasladada a la del género sexual. Por todo ello, aunque he leído cuentos de Bradbury y novelas de Philip K. Dick o de Ballard, aunque he estudiado la distopía, me interesa más lo que hizo Borges con esa tradición. Buena parte de la narrativa actual en castellano responde a ese interés por la ciencia ficción, tanto la pulp como la canónica. Pienso en Robert Juan-Cantavella, en Laura Fernández, en J.P. Zoey, en Juan Francisco Ferré, en Manuel Vilas… El último ensayo de Eloy Fernández contiene pasajes de futuro próximo.

A menudo da la sensación de que las nuevas generaciones no denuncian la situación de España como deberían. En Los muertos, por ejemplo, no parece hacerse referencia a problemas socioeconómicos de hoy, pero en Teleshakespeare se te nota enormemente preocupado por el nuevo paradigma cultural posmoderno. No obstante, pareces radiografiar o incluso deconstruir nuestro tiempo, en vez de criticarlo. ¿No te sientes un escritor comprometido? ¿Crees que existe una obligación de denuncia en quien ha conseguido una voz con la que hacerse oír?

Un escritor está comprometido con su escritura y, a través de ella, pasa la crítica hacia ciertos aspectos de su mundo y de la historia de ese mundo y de la literatura que en ese mundo ha existido. Es decir, todo escritor, a través de las palabras, cuestiona la Historia y la Literatura. En todos mis libros, desde mi punto de vista, es evidente esa doble crítica. En mis libros de viajes, existen críticas tanto a la forma del relato de viaje en castellano, en la época de la pantalla, como a la historia de la emigración (Australia, por ejemplo, me parece un libro claramente político, que discute críticamente las razones del exilio y de la emigración, económica y religiosa, en los siglos XIX y XX). Y en Los muertos y en Teleshakespeare, hay una crítica a los modos de representación actuales, en el contexto de la crisis (económica y tecnológica) en que vivimos. La novela habla sobre la guerra civil española, sobre cómo tratar ese tema sin caer en el panfleto, planteando preguntas, esperando a que el lector las responda. Yo sólo creo en la literatura que es un vehículo hacia el conocimiento. Y el conocimiento, como nos enseñó Foucault, debe ser políticamente crítico.

Te conocí en un congreso universitario y hace poco pude verte en acción en Kosmópolis, la más interesante feria de literatura de España actualmente. Fue una gran experiencia para mí y, por cierto, te vi allí en tu ambiente, enormemente implicado. ¿Qué crees que puede aportar este tipo de actos a la literatura? ¿Son realmente necesarios?

No estoy convencido de que las estructuras que rodean a la literatura sean necesarias, pero existen, están, hay que trabajar a partir de la constatación de su existencia. Creo que, por mi manera de ser, no puedo estar cómodo en un único lugar: migro, me muevo, constantemente entre la academia, la prensa, la creación, la gestión cultural. Estoy convencido de que en nuestra cultura de la convergencia mi función es crear redes. Por eso participé en Kosmópolis u organizo ciclos o viajo o mantengo un blog. Así nutro mi escritura, así llegan a mí las ideas. Está demostrado que todos estamos inscritos en una red social, y que las redes sociales son más estimulantes si tienen elementos estables y otros cambiantes. Yo intento que así sea, tanto en las relaciones personales, como en las lecturas: releo una y otra vez a ciertos autores, pero voy constantemente a nuevas exposiciones de museos de arte contemporáneo, dejo que me recomienden todo tipo de obras, etcétera. Busco la conexión, el destello, que sólo consigo en movimiento.

¿Por qué coño escribes novelas?

Siempre me he considerado un autor de no ficción, de crónica y de ensayo, hasta que se me ocurrió, caminando por Jordania, el argumento de Los muertos y de pronto me vi inmerso en una trilogía de novelas. Para las preguntas que no pueden tener respuesta, es mucho mejor la ficción. Los libros de viaje o los ensayos te hacen creer que eres capaz de responder; en la ficción, esa imposibilidad está en cambio desde el comienzo.

One comment

  1. Carrión es un tío sencillo y modesto a rabiar. Me recuerda a ese gran clásico e irreverente escritor que fue Chinaskis.
    Felicidades por la entrevista.

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