Teleshakespeare, de Jorge Carrión

Devoré Teleshakespeare durante la primera mitad de un viaje en AVE entre Madrid y Barcelona. ¿Por qué lo devoré? Esta es la primera de diversas preguntas que exigen obligada respuesta en este texto.

La segunda pregunta es: ¿qué coño tiene que ver un ensayo sobre teleseries con esta web dedicada a la ficción prospectiva? Y la respuesta tiene que ver, por supuesto, con la respuesta a la primera pregunta.

La tercera pregunta es la implícita en cualquier crítica: ¿qué aporta?, que es lo mismo que preguntar: ¿vale la pena leerlo?

Todas las preguntas llevan al mismo punto: Hoy. Sí, con mayúsculas, hiperbólico, sobrado, pretencioso, posmoderno. Hoy.

Ya he defendido en otros lugares la trascendencia que considero que tienen las teleseries en nuestra cultura actual. En contra de algunos grandes críticos y escritores, me atrevo a seguir defendiendo: se trata del lenguaje estético por excelencia de nuestro tiempo. Incluso me da un poco de lástima que ese lenguaje no haya sido el cómic, pero he de rendirme a la evidencia. El arte del siglo XXI es la teleserie, tanto por su valor como herramienta como por su poder simbolizador, en cuanto a que es un símbolo en sí misma, como Carrión demuestra en todo momento.

Como ejemplo contaré cómo hace pocos meses, un estudiante brillante que había acudido al congreso sobre teleseries que montamos en la UCM, insistió en declarar un muy curioso agradecimiento: «Gracias por este congreso que me ha quitado la sensación de que ver teleseries en vez de leer era una pérdida de tiempo. No me daba cuenta de que estaba realmente entrando en la cultura más elevada y profunda que existe hoy». Evidentemente, el mérito no era mío, sino de una veintena de críticos y teóricos, en su mayoría entre los veinticinco y los cuarenta años. Aunque contamos con algunas brillantísimas intervenciones de críticos de mayor experiencia, se demostró que los jóvenes investigadores eran mucho más conscientes de la Nueva Cultura que tanto ha defendido, por ejemplo, Julián Díez. Se comprendió que los grandes narratólogos pasan de puntillas por problemas actuales, centrados aún en novelas de mediados del XX, cuando no dedican el centro de sus consideraciones a textos de principios del XX o incluso finales del XIX. No seré yo quien niegue que se investigue al genial Pérez Galdós, ni por asomo, sino que pongo en duda la capacidad de interpretación y análisis de colegas investigadores que no sean capaces de introducir las nuevas coordenadas en que nos encontramos, incluso en el estudio de nuestros ilustres próceres.

Jorge Carrión ha entendido perfectamente esas nuevas coordenadas desde más de un punto de vista, y las ha trasladado a un ensayo cuya forma, conceptos y repercusiones representan el camino por donde se dirige la Nueva Cultura. Tras la estela ensayística televisiva de David Foster Wallace, a quien el propio Carrión cita, nos plantea un texto pleno de intertextualidad, intuiciones, hibridismo, reinterpretaciones y explicaciones fragmentarias que se corresponde con su propio objeto de estudio y con la posmodernidad que vivimos. (Sí, he escrito: «Posmodernidad». Si alguien considera que este término sea vacuo, fácil, pedante… Me la pela. Que se informe de una puta vez. No se puede escribir explicando una y otra vez términos que en ciertos ámbitos, no demasiado elitistas, ya se encuentran plenamente institucionalizados.)

Teleshakespeare posee el formato característico de las recopilaciones de críticas: una introducción contextual, una serie de textos breves centrados en su mayoría en objetos estéticos concretos y una conclusión a modo de síntesis. No recomiendo leerlo así, pero es que tampoco considero que sea posible. Es el formato característico, pero no creo que se corresponda exactamente con el contenido. Y esto es una virtud.

Se trata de un ensayo coherente en su falta de cohesión, fragmentario aunque profundice una y otra vez en las mismas líneas. La importancia de estas líneas subyace ya en su mera enunciación que tiene que ver con la intuición posmoderna: nueva consideración del tiempo existencial, reconfiguración del concepto de identidad, ficción cuántica (término propuesto por el autor), construcción de la realidad a través del espectáculo, paranoia desde la conspiración interna, el temor ante el final sin sentido pero poético, globalización intelectual, alienación, pérdida de asideros sistemáticos (es decir, la principal característica de la posmodernidad: la sospecha inherente de todo sistema que sea contemplado como sistema absoluto), la tremenda importancia de la simbología de la ciencia ficción prospectiva como mecanismo de análisis del presente, la multiplicidad lingüística en los nuevos objetos estéticos, la inevitable e invencible dependencia del capitalismo (posmodernamente, gran sistema absoluto) y la fusión entre las mal etiquetadas «alta» y «baja cultura».

Todo ello se trabaja desde dos conceptos conciliables: lo lírico y lo ameno. No cuesta nada dejarse llevar por este trabajo de Carrión, por su profundización en pequeñas claves de un modo casi deconstructivo: desgranando en pequeñas interpretaciones de elementos descontextualizados cuya reconstrucción reconfigura el sentido del objeto. Es decir, a menudo podemos preguntarnos si la interpretación de Carrión de tal o cual serie no es más que un maravilloso y audaz y espectacular juego lírico, semántico, pero que poco tiene que ver con el sentido último del objeto. Por ejemplo, en su análisis de la nueva serie V:

Vi V cuando para mí las teleseries no eran más que personajes interactuando según tramas. Ahora las veo como construcciones sofisticadas que proponen diversas lecturas, complementarias o en conflicto, complejas, en el seno de nuestra sociedad mestiza y relacionada.

Soy un remake del que fui en los años 80.

La misma tensión que me une a aquel telespectador niño vincula el original con su reescritura.

Estas palabras pueden también leerse como declaración de intenciones del libro, donde se fragmentan y se viven numerosas series, de las cuales cito las más referenciadas: The Soprano, The Wire, Dexter, Lost, Mad Men, Breaking Bad y Battlestar Galactica. Carrión aprovecha las series para hablar sobre nuestra realidad y, al mismo tiempo, haciendo que se entienda el concepto de teleserie y sus implicaciones. No obstante, he disfrutado sobre todo con el análisis del cómic de superhéroes que parte de Alan Moore y Frank Miller en una nueva muestra de hibridismo pertinente. El propio autor lleva más allá este ensayo al vincularlo «cuánticamente» con sus novelas: la brillante Los muertos y la inminente Los huérfanos.

Cada análisis es una tesela cuyos pigmentos son las interpretaciones hacia un punto de reflexión, de intuición, de invitación al «Ve más allá tú solito, coño, que a mí me basta con mostrarte lo pluricultural que existe en la multicultura y que mis conclusiones son mis símbolos. Tú verás si son los tuyos…».

Devoré este libro porque hablaba de todo lo que hablo con los colegas en el bar; porque son los temas que me preocupan a partir de la cultura que vivo, no de la que viven ciertos reaccionarios anquilosados; porque me dio muchísimas respuestas y me dejaba espacio para mis propias preguntas; porque simboliza y abre; porque explica y pregunta; porque lo pasaba bien con su prosa. Y todo eso es lo que aporta.

¿Y qué pinta en una web sobre prospectiva? ¿Solo porque trata de Caprica, Battlestar Galactica, Lost, V, Dollhouse, The X-Files, Flashforward, Héroes o The Walking Dead? Bueno, sí, por supuesto. Eso lo justificaría sobradamente.

Pero ante todo hablo aquí de Teleshakespeare porque es ficción prospectiva.

17 comments

  1. Cojonuda. Muy acertada como expresión de cómo nos vemos algunos respecto a nuestras referencias de aquellos tiempos. El libro tiene ese toque mediopoético, medioanalítico muy interesante.

  2. Ya estoy anticuado. Resulta que en el texto no hablaba de «Hoy», sino de «Ayer»… Hay que joderse.

  3. Me ha convencido tanto esta reseña que ya tengo el libro encima de la mesa, mirándome. A ver si hoy puedo empezarlo (porque el que estoy leyendo, Spellwright de Blake Charlton, la verdad es que no me convence…).

  4. Provocadora entrada, Fernando. Pienso que lo que caracteriza el lenguaje estético de nuestro tiempo será un dédalo de productos, muy condicionados por dirigirse a segmentos generalistas de consumo (consumo de masas) eso por un lado, por el otro, la atomización de la oferta y el autoconsumo, el arte como hoby. Admito que en mi punto de vista pesa mucho la parte económica y mercadotécnica del asunto.

    Ahora bien, me encantaría que argumentaras (a nivel post, cortito y en resumen) la tesis de que los telefilms son el lenguaje estético por excelencia, más allá de la anécdota que cuentas del estudiante brillante. Aunque me cuesta superar la retórica posmoderna, que entre nosotros, me parece un pecado perverso de la posmodernidad, entiendo vagamente el telefilme como herramienta (aproximadamente, ¿herramienta para qué? de alto poder simbolizador… Pero me intriga…

    Por último, me sumo al interés que tiene el análisis de las obras del XX, dle XIX y añadiría que hasta los plomos visigóticos y tablillas sumerias. De hecho, siempre he sospechado que para categorizar el presente (o cuando menos intentarlo) tengo que irme al pasado. O incluso que el saber, por desconectado del presente que sea, siempre es una expansión del conocimiento válido en si mismo. No creo que eso sea carca, aunque si lo es, tampoco pasa nada…

  5. Sim: La teleserie disfruta de varias ventajas como lenguaje estético actual:

    1. Puede ser vista en familia, en pareja…, en pequeñas dosis en casa, y permite engancharse lo que uno quiera, al contrario que el cine o la novela. Además su estética y su narrativa están montados para el formato hogareño, mucho más atractivo para la sociedad de hoy. El cómic también es un formato más íntimo y, por otra parte, exige una adaptación mucho más específica.

    2. El espectador medio actual es mucho más culto, con mejores posibilidades y ambiciones para entender desarrollos de tramas y de personajes, con una complejidad que ya es aceptada por muchos espectadores y que no puede encontrarse en un formato de dos o tres horas de duración.

    3. Internet ha fomentado mucho el nuevo formato, de diferentes modos.

    4. La serie permite un una especie de ritual cotidiando de sumersión periódica en un mismo mundo que ya se reconoce capítulo tras capítulo, sin nuevos comienzos cada día. El cómic también, pero su periodicidad es muy diferente.

    5. Los medios de producción son mucho más interesantes que en el cine o el teatro.

    6. A la larga, sale mucho más barato -si compra el producto- que una película.

    7. Muchas más razones que Jordi explica en el libro. ;)

    Respondo a lo demás en otra entrada.

  6. ¿Dónde he escrito yo que no haya que estudiar la literatura del pasado? Estooooo… Yo estoy trabajando ahora una novela de 1920, por ejemplo, y hace nada profundicé en una novela de finales del XIX.

    ¿Basta con copiar y pegar mi propia explicación?

    «No seré yo quien niegue que se investigue al genial Pérez Galdós, ni por asomo, sino que pongo en duda la capacidad de interpretación y análisis de colegas investigadores que no sean capaces de introducir las nuevas coordenadas»

    Han cambiado los mecanismos, la sposibilidades, las herramientas, la cultura… Hay nuevas coordenadas y muchas de las antiguas han demostrado ser erróneas.

  7. Vale, comprendido lo de las teleserie. Estaré pendiente de teleshakespeare.

    De lo otro que comentas, bueno, tal vez había animo provocativo, pero desde luego, en ningún momento entendí que instaras a renunciar al estudio de la literatura ni de nada. Si se ha intepretado así, me he explicado pero que muy mal.

    Todo lo que dices parece razonable, bueno, disiento sobre internet. Para mí, que no descargo series por pereza y escrúpulillos y porque me da por saco trastear unos minutos bajando algo, luego conecta eso a la tele, luego nosequemas y tal, lo de internet es un palo. A lo que voy, series que antes veía las dejan de emitir (eso me pasa a mí y a millones de personas más, empezando por un porrón de vejestorios, creciente masa destinataria de los productos audiovisuales, y si no al tiempo y ojalá me equivoqué).

    Luego los críos no me dejan ver otra cosa que Patito nosequemás… Que me pongo de los nervios. Es lo que tiene el punto 1. Si realmente se ve en grupo, al final se cae en el estandar «lo que genera menos rechazo». Y eso tiene que ver con lo que decía de los condicionantes de mercado de la cultura contemporánea.

    Me cagonlamierda… Si hasta al final tengo que rogar que metan al Bob esponja, que al menos tiene su guasa…

    Nota. Creo que la semana que vienen echan el remake de Arriba y Abajo. Tour de force, mucho me temo, que comparada al original, será una caca terrorífica. Para empezar, a la pinche medio subnormal ya la han mutado en una tronca de rompe y rasga (o es que me hago viejo y ya le tiro a todo… :))

  8. El problema no está en internet, Sim, sino más bien en tu pereza, dicho esto con todo el buen humor del mundo. Por un lado, ya no hace falta montar esa maraña de actos que dices para llevar algo de la Red al televisor, es tan sencillo como desenchufar un cable del PC y enchufarlo a la tele, un uno-dos sencillísimo. Por el otro, internet te permite elegir ver sólo series que ya estén completas o que lleven emitiéndose muchos años, proque están todas ahí. Los listados existentes en las distintas páginas de enlaces son kilométricos. No sólo de serie nuevas, sino también de las antiguas.
    Lo que me lleva a Arriba y abajo, serie que está conseguible en internet, la antigua y la nueva. Creo que ellos mismos son un poco conscientes de que va a ser muy difícil superar la original, y por eso la serie comienza donde acabó la otra. No es un remake, es, como le decía a Fernando, un reboot. :)

  9. Por cierto, por transgredir posmodernamente mi propio discurso, al mismo tiempo que lo avalo: como me ha hecho notar una amiga, todas las características que enumero (excepto el capitalismo y la cf) se encuentran ya en el Libro de buen amor. Y es genial (y muy coherente) estudiarlo así, desde estas nuevas coordenadas culturales.

    Leemos desde nuestro tiempo para nuestro tiempo. Sí, la lectura arqueológica no está mal… Y alguien debe hacerlo…

    Pero leer arqueológicamente no es leer literatura. Y además es mentira.

  10. Ops, arqueoliteratura, ahí me has dado, Fernando. Pero esto si que es irse del hilo… A mi el ejercicio que me gusta, precisamente, es leerme el libro del buen amor -por decir algo- como buen hermeneuta, acercándome a la perspeciva del coetáneo (ssopecho que es imposible, pero…) Entonces, el libro, además de una entretenida histora, expande tu conocimiento hacia experiencias ajenas realmente interesantes. Eso es tambien porque mi categorización del presente parte de los patrones detectados en el pasado. Por supuesto ver que nuevos patrones emerjen utilizando categorías contemporáneas, me parece de lo más sensato y complementario.

    Kaplan, pongo mi ejemplo, pero podría hablar de unos 30 millones en España que pasan olimpicamente de enchufar el PC a la pantalla, pero hay más que pereza (qu en realidad es falta de tiempo, me gusta más cocinar que ver la tele) en mi planteamiento, es la diferencia entre la tele como algo grupal y como experiecia individual. Eso lo pone Fernando en el punto 1, es importante. Yo creo que internet, precisamente, ahonda en la individualidad de la experiencia. Ya no es colectiva. Eso es muy interesante, ciertamente.

  11. Para que escribir un tocho si Oscar Wilde lo resumió perfectamente:

    «No es el artista el que debe volverse popular. Es el pueblo el que debe volverse
    artista»

    Yo diría que Internet ha democratizado más la cultura (democratizar y añadir muchas más posibilidades de las que teníamos).También ha hecho expandir mucho más la mierda (ahora en 3G) .Pero eso es como todo y la utilización que se haga de las herramientas.

    Vamos,que la persona que es tonta va a utilizar cualquier herramienta erroneamente XD.

  12. Hola, me interesa mucho este tema y me he hecho con el libro. Cuál es mi sorpresa al descubrir un error de bulto o fallo de documentación en las páginas de introducción (que es por donde voy leyendo) se habla de que una campaña de fans provocó que se rodara la cuarta temporada de Veronica Mars ¿? Si solo tuvo tres temporadas… En fin, espero que solo sea un desliz.

  13. El autor te agradecerá que se lo comentes; en su blog, por ejemplo. Aunque suena bastante a errata. Me consta que está bastante bien documentado.

  14. Lo acabo de terminar y lamento decir que no era el libro que esperaba, me ha decepcionado. Lo siento.

    Un saludo.

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