Háblanos un poco de tu novela.
Cuando empecé Ciudad sin estrellas mi idea inicial era escribir un cuento. Pero apenas comencé a escribir, los personajes tomaron cuerpo, la trama se expandió y pronto vi que lo que había concebido como relato breve se convertiría en una novela.
Partí de la idea del mito de la caverna, que relata Platón en uno de sus Diálogos, y quise trasladarlo a un entorno futurista, donde se dieran de forma muy acentuada algunas tendencias del mundo actual. Así es como creé Ziénaga, esa ciudad sofisticada donde sus habitantes tienen cubiertas todas sus necesidades básicas y gozan de múltiples diversiones, pero carecen de horizontes más allá de la urbe. El mundo de Ziénaga reconoce sólo la dimensión biológica y racional del ser humano y niega, o intenta sofocar, las dimensiones emocional y espiritual. Sus habitantes reciben una educación que limita sus perspectivas vitales, una educación que, en realidad, es un adoctrinamiento. El gobierno, una entidad que apenas se percibe, pero que está muy presente, es protector y a la vez autoritario. Reprime la disidencia, pero da a sus ciudadanos bienestar material y distracción, es decir, pan y circo. Y los instruye para que sean felices con lo que tienen.
Pero en todo sistema cerrado y controlador siempre surgen personas que ansían algo más que ese pan y circo. En la novela los llamo misticoides. Son los que buscan algo más, tienen hambre de infinito, quieren explorar el pasado, la historia cuyo conocimiento se les ha negado, y quieren saber qué hay más allá de los muros de la urbe. Son personas que valoran los sentimientos y emprenden una búsqueda espiritual. Suelen ser perseguidas por el sistema, ridiculizadas y tachadas de perturbadas mentales —el término misticoide, de hecho, tiene connotaciones despectivas—.
La novela narra la aventura de un personaje que decide emprender el camino para buscar algo más allá de su mundo ultra tecnológico y perfecto. Por eso, al menos la primera mitad, sigue la fórmula del cuento fantástico: el viaje iniciático del héroe que parte en busca de una meta, un conocimiento, un lugar, que cambiará su vida.
La segunda parte entra en la dinámica de la vida misma, un proceso que se repite en la historia humana: ¿qué ocurre cuando alguien sale del carril de un sistema aparentemente perfecto? La escapada del héroe desencadena una serie de acontecimientos que hacen chirriar todo el sistema, y éste pone en marcha sus recursos para evitar que el orden se rompa. Y aquí entran también otros factores humanos: en la novela afloran la amistad, la traición, los celos, el conflicto entre padres e hijos… también la necesidad de amor.
Por lo que comentas, Ciudad sin estrellas tiene mucho de distopía. Una literatura que se suele encarar para plantar cara a ciertos rumbos que se observan en la sociedad contemporánea. ¿Cuáles son los que has plasmado en la narración?
Quizás el más evidente es esa falta de horizontes, que se concreta no sólo en un cielo sin estrellas y una ciudad cerrada en sí misma, sino en la educación. Una educación que se convierte en adoctrinamiento y que, lejos de abrir la mente, la modela y la cierra —nuestro sistema educativo, hoy, deja mucho que desear y no poco que temer. Los personajes tienen un lenguaje limitado, un pensamiento limitado y unas expectativas muy chatas. La máxima ambición está puesta en el éxito económico y en la consecución de placer inmediato y sin restricciones, y esto son dos valores “talismán” de nuestra civilización actual.
Como consecuencia de esta falta de horizontes, salta a la vista una alarmante falta de rebeldía entre los jóvenes. Asumen su rol dentro del sistema y se acomodan a él; rechazan el riesgo, la aventura, la exploración de lo desconocido. Evitan los sentimientos fuertes, las pasiones. Viven centrados en sí mismos y desprecian lo que no comprenden. Actúan con un cinismo que debería ser impropio de su edad. Quiero pensar que aún hay muchos jóvenes que van a contracorriente de esta tendencia…
Otro síntoma que se da hoy es lo que podríamos llamar “dictadura de seda”: la presencia discreta pero eficaz de un gobierno aparentemente benévolo, pero en el fondo autoritario, que uniformiza y controla a las masas de manera amable, anestesiando sus conciencias al proporcionarles bienestar material y conformidad intelectual, pero que muestra sus zarpas apenas surgen voces disidentes.
También el individualismo y la falta de vínculos estables y comprometidos entre las personas. En Ciudad sin estrellas las relaciones que se pueden apreciar son quebradizas e interesadas. Las familias son una realidad efímera y muy difusa; las relaciones entre padres e hijos son conflictivas o casi inexistentes.
En cambio, a través de la Red, pueden forjarse amistades muy sólidas, incluso más que las presenciales. Esto ocurre ya, y también se pone de manifiesto en la novela. Las redes sociales virtuales se convierten en auténticas tribus donde sus miembros se sienten “en casa”, unidos por vínculos muy fuertes.
Otra tendencia que he destacado ha sido la obsesión por la eterna juventud, el cuidado del aspecto físico hasta extremos casi grotescos —hay un personaje que encarna especialmente este afán.
Y finalmente, como consecuencia de todo esto, surge entre las personas una gran insatisfacción, que no todos padecen, pero que despierta la inquietud entre algunos. Es el hambre de horizontes amplios, de conocimiento, de afectos duraderos y sólidos. El hambre de crecer, de saber, de amar y de sentirse amado. Para mí, este es el gran drama del mundo occidental hoy y así lo intento plasmar en la novela, sin caer en sentimentalismos.
¿Por qué crees que la distopía es una temática tan poco cultivada en España?
Creo que mi respuesta será un tanto arriesgada y discutible, así que mejor tómala “con pinzas”. De entrada, hay unos cuantos autores españoles que cultivan la ciencia ficción, algunos de ellos excelentes; no he leído sus obras, quizás alguna aborde una posible distopía. Sí es cierto que nuestros autores “de casa” son mucho menos conocidos que los anglosajones, lamentablemente.
En todo caso, lo que pueda decir no dejará de ser muy aventurado. Crear una distopía no deja de ser una forma de expresarse críticamente acerca de la realidad presente, con un acento en el aspecto social y político. En los países anglosajones la tradición democrática moderna es más sólida que en España, y esto quizás ha fomentado en sus autores una actitud más crítica hacia los totalitarismos. La cultura anglosajona coloca la libertad como un valor culminante en su escala. Gran Bretaña y Estados Unidos lucharon en dos guerras mundiales y se enfrentaron a regímenes terribles, el nazismo y el estalinismo; España no participó directamente en ninguna de estas dos guerras y no se enfrentó a estos dos regímenes, más bien durante un tiempo se alió con ellos. Después hemos pasado una dictadura de casi cuarenta años… Esto es un hecho, pero no sé hasta qué punto puede afectar a la sensibilidad o inquietud de los autores contemporáneos. ¿Somos más conformistas? ¿Nos interesan otros temas?
Quizás nuestros autores de ciencia ficción han optado por explorar más una ciencia ficción “galáctica”, más rica en fantasía, audaz en la creación de otros mundos, universos y seres, la especulación sobre los límites —o no límites— del progreso humano. Puede que sea parte de nuestro talante un poco quijotesco y anárquico: criticamos la política pero no queremos involucrarnos en ella. Nos atraen más los héroes solitarios que los gobernantes eficientes.
¿Qué supone para tu carrera haber ganado la octava edición del premio Minotauro?
Un impulso enorme. Una gratificación, por supuesto. Y también un desafío y una exigencia. Ganar un premio así me pide responsabilidad, como autora, y un compromiso para ofrecer a los lectores lo mejor de mí. Esto implica trabajar por mejorar cada día.
¿Cómo compaginas tu actividad profesional con la escritura?
No he dejado de hacer nada de lo que solía, es más, en los últimos años mi trabajo en la Fundación ARSIS se ha incrementado. Escribo por las noches, de manera que la literatura no interfiere en mi ritmo normal de trabajo y actividades. Lo único que he hecho es sacrificar algunas horas de sueño… Pero cuando se trata de algo que te apasiona, lo haces bien a gusto. Lejos de agotarte, te anima y te carga de una energía insospechada. Escribir ha añadido otra dimensión, muy hermosa y llena de sorpresas, a mi vida.
Actualmente mantienes dos blogs: Andanzas de una escritora y Estirpe salvaje. ¿Cuáles son las claves de cada uno?
Andanzas de una escritora es un blog que abrí para explicar el camino que recorrí desde que comencé a escribir hasta que logré publicar mis libros. En este trayecto me he encontrado con personas que me ayudaron de manera generosa y desinteresada con sus consejos y ánimos, de manera que pensé que podía ofrecer a todo el que quisiera mi experiencia, por si podía resultar útil a otros escritores noveles que, como yo, estaban buscando editorial para publicar sus obras.
A raíz de abrir este blog han contactado conmigo muchas personas de todo el mundo y me consta que algunas han conseguido publicar sus obras después de leerlo y motivarse con mis “andanzas”. Esto es una gran satisfacción para mí, pues esa era la finalidad del blog: explicar lo que he aprendido para ayudar a otros.
Estirpe salvaje es un blog donde recojo las impresiones y comentarios de los lectores de mi novela publicada (de la que lleva el nombre). Las herramientas que ofrece Internet permiten recibir de primera mano una respuesta del público lector y esto resulta muy estimulante para el autor.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Acabar de reescribir mis primeras novelas. Forman una trilogía muy primeriza que voy a remodelar totalmente, porque es una historia que quiero contar y que, además, está relacionada con Estirpe salvaje y otras novelas que he escrito después.
También he comenzado una continuación de Ciudad sin estrellas. Durante este año espero terminarla.
A medio plazo, tengo ideas para tres o cuatro novelas más… ¡y las que surjan! Quiero seguir escribiendo, mejorando como artista y ofrecer belleza, emoción y profundidad a mis lectores a través de las novelas que espero ir publicando. Estas son mis metas, al menos para los próximos años.
pues esta novela me recuerda muchisimo a «la ciudad y las estrellas» o como se llame, un cuento ampliado a novela famosisimo de Arthur C. Clarke ¿no? ¿lo conocen Uds. era precioso, yaca en España el cuento original se publicó junto a otro cuento llamado «el leon de Comarre» (otra maravilla de Clarke.
Se habra inspirado la autora en ese cuento de clarke?. si alguein lo tiene mas presente y ha leido la novela de esta autora que lo comente por favor. igual me equivoco, hace mucho tiempo que lo leí y me gusto muchisimo.
Sí, el cuento era «A la caida de la noche» o «Anochecer» (depende de las traducciones: el título original era «Against the Fall of the Night») y «La Ciudad y las Estrellas» era una ampliación de ese relato. Una de mis novelas de Clarke favoritas, por cierto.
Y es verdad que, leyendo la entrevista, sí que parece haber puntos en común con la novela de Clarke (empezando por el título, que casi parece una parafreaseo del de Clarke), aunque eso es difícil de juzgar sin haber leído la novela ganadora del Minotauro.
Por cierto que «A la caída de la noche» tiene una continuación escrita por el infecto Benford de la que recomiendo huir más rápido aún que de la posibilidad de la emasculación.
¡Eh! ¡Que a mi Benford me mola!
Pues qué puedo decir, que lo siento mucho y te acompaño en el sentimiento.
Benford me parece un truño de tomo y lomo. «Cronopaisaje», su novela más famosa, meresulta un coñacete de cuidado lleno de «momentos de matrimonio de telefilme chungo» y lo poco que leí de su saga del Centro Galáctico, me pareció un Clarke en horas bajas.
Y si a eso añadimos su infecta novela de la Fundación (la peor de las tres, con diferencia, por no mencionar que, narrativamente, le sobra casi la mitad, que no viene a cuento de nada, es aburrido y no tiene ninguna relevancia para las dos novelas posteriores) ya ni te cuento.
Coincido contigo, Rudy, especialmente respecto a «Cronopaisaje». Jamás he entendido dónde están las grandes virtudes literarias de esa novela.