por Santiago Vélez
Como no he ido nunca, no sé si en las Hispacones, Semanas Negras y Tertulias varias se suele reunir gente que dé tanto juego como los tres autores presentes en la mesa redonda que ha habido esta tarde en el Instituto Cervantes. Pero… ¡qué bien me lo he pasado!
Rompió el hielo Elia Barceló. Se la veía que disfrutaba tanto de la conversación que no podía reprimir gestos (y exclamaciones) de asentimiento o de horror, según sus compañeros de mesa hablaban de cosas que le agradaban, como las citas de Blade Runner o de Ray Bradbury que leyó el moderador (casi aplaude con una de La mano izquierda de la oscuridad), o que no le gustan (C.S.Lewis, citado por Luis Alberto de Cuenca). Me encantó lo que decía y cómo lo decía. Además coincido con sus autores favoritos: Ray Bradbury, Philip K. Dick, según qué cosas de Ursula K. Le Guin (no lo de fantasía) y Connie Willis.
Luis Alberto de Cuenca resultó ser un conversador y moderador fascinante. Empezó dejando claro que para los que somos frikis no nos basta con la ciencia ficción. Nos gusta el pack completo de cinco géneros: cf+aventura+fantasy+literatura fantástica+terror. Por literatura fantástica entendí que se refiere a Borges, Cortazar, supongo que también a los románticos como Bécquer (situó su origen en la Revolución Industrial, el siglo XVIII). Citó a Julián Díez profusamente, sobre todo por Las 100 mejores novelas de ciencia ficción del Siglo XX, y también se preocupó de hacer un repaso a un buen puñado de escritores españoles actuales: Eduardo Vaquerizo, César Mallorquí, León Arsenal, Juanma Santiago…
Y cuando sea mayor quiero ser como José María Merino. ¡Qué fuerza y qué claridad al hablar! Acuñó sobre la marcha una nueva definición (otra más) para la ciencia ficción: poesía no metafísica, sino materialista. Explicó cómo la ciencia ficción en realidad, para él, era una cosa muerta hasta hace pocos años. Muerta, del pasado, porque los grandes escritores de la edad de oro ya están casi todos muertos. Pero que “como un meteorito radioactivo” parece que está haciendo sentir su efecto actualmente, donde siente que vuelve a resurgir. Comentó el título de un ruso (¿alguno lo pilló?, no lo conocía) escrito recientemente que le había gustado mucho. Por lo visto, reencontró la cf gracias a que le incluyeron en el comentado Las 100 mejores novelas de ciencia ficción del siglo XX por Novela de Andrés Choz, una obra que escribió en los 70 en la que su protagonista escribía una novela de ciencia ficción. Dice que le sorprendió que alguien la considerara de género, pues siempre la había considerado un juego metaliterario, pero que se sintió muy agradecido a ese enfoque.
Como estaban tan de acuerdo en todo (Luis Alberto citó muy finamente a que era hora de abandonar la actitud autocomplaciente tan censurada por uno de los personajes de Pulp Fiction), comenzaron a abrir el abanico de temas. Por qué no incluir a Edgar Rice Burroughs, el de La princesa de Marte, o a C.S. Lewis en el canon de 100 libros. Que cada uno citara sus tres autores favoritos: Merino mencionó a Isaac Asimov, Fredric Brown y Ray Bradbury; Luis Alberto a Ray Bradbury, algunas cosas de Le Guin y Cordwainer Smith [este último me lo he apuntado para leerlo alguna vez].
El moderador, Fernando Ángel Moreno, había elegido unas cuantas citas fantásticas: hizo una de Brian Aldiss sobre “por qué amo la ciencia ficción” que me pareció preciosa. Dejó fluir la conversación, que en muchos momentos empujó Luis Alberto (qué bueno cuando se hizo regalar un libro por el moderador). Merino comentó como vías de la cf actual el steampunk, que le parece muy divertido. Dijo que está peleando para que “distopía” entre en el diccionario, aunque otro académico, Francisco Rodríguez Adrados, se oponga por motivos filológicos que, según Merino, en realidad lo que justificarían es la no inclusión de la palabra “utopía”, que está desde hace años en el diccionario por su sentido de posible futuro positivo. Se esforzó todo el rato por hablar de “ficción científica”, por ser una traducción más correcta de science (adjetivo) fiction (sustantivo), aunque reconoció con mucha gracia que en realidad es una batalla perdida, y siempre se atascaba y le salía decir ciencia ficción (qué risa cuando dijo “es que me tropiezo en todas, no fallo una”)
Muy interesante también el comentario de Luis Alberto sobre lo importante que es, para ganar lectores, lo que se haga entre los 13 y los 16 años, un tiempo en que uno tiene fuerzas para ser un lector voraz. Si a esa edad obligas a leer a disgusto, habrás amargado a un lector de por vida. ¡Que los profesores les den a leer cosas que les apasionen! Cf y no “todos los años Marianela”, como dijo Elia. “¡Pues a mí me encanta Marianela!”, saltó Merino. “Si es cf todo eso de que recupere la vista”.
En el turno de preguntas, lástima que no entraran más en la que hizo una chica sobre el ciberpunk (¿Neal Stephenson es ciberpunk?), la ciencia ficción relacionada con la informática. Estoy deseando, por mi parte, que haya muchos más como Neal Stephenson, pues si trabajamos con ella, y pasamos nuestro ocio aquí, ojalá que muchos más lo lleven a buenas novelas.
Muy interesante también la pregunta lanzada por Julián Diez: cómo se sentían tratados en su mundo laboral como lectores de cf. Se ve que en España la normalización ya va llegando, por lo que comentaron Luis Alberto de Cuenca y José María Merino, por influjo del mundo anglosajón; en cambio en Austria, donde trabaja Elia Barceló, la ciencia ficción es como si no existiera en el mundo académico ya que se considera una afición exótica que no tiene cabida como materia de estudio.
Me hubiera encantado que siguieran hablando, así que me apoderé de la oportunidad de hacer una última pregunta desde el público: ¿habían leído La carretera? Sólo la conocía Elia, que dijo que lo disfrutó muchísimo (bueno, sufrir, más que disfrutar), menos el final, americano y cobarde. Otro tema que daría para otra mesa redonda: La carretera, las distopías y cómo debieran terminar (a mí tampoco me gusta el final, pero creo que también hubiera sido un error el final obvio y esperable “todos mueren”. Me da que es un gran libro, en el borde justo de la obra maestra, en el que alguien debería reescribir el final, pero no sé exactamente cómo).
Me quedé luego pensando en algo que dijo José María Merino, repitiendo una frase de su discurso de entrada en la RAE: que la tradicional aversión española de la literatura “oficial” por lo fantástico, considerado bastardo frente a la literatura realista, tiene su procedencia en la inquisición y la censura eclesiástica, que lo vería como competencia de la religión católica. No lo podría asegurar, pero me da que esa idea viene de un prejuicio anticlerical de Merino: en el catolicismo que conozco (el del siglo XX y de tradición jesuítica) más bien se siente simpatía, como un sano divertimento, como un medio de acercarse a las clases populares (para evangelizarlas a la vez, supongo; para instruir a la vez que entretener) hacia todo lo relacionado con los cuentos populares, con la mitología clásica, con los cuentos de Bécquer, con las leyendas del mundo…. Más recientemente Tolkien ha sido literalmente reverenciado entre los lectores católicos de todo el mundo (y no por ser católico, sino por sintonía casi inmediata): en mis tiempos mozos, cuando me relacionaba con ellos, la Sociedad Tolkien Argentina estaba llena de curas. Luis Alberto comentó, creo que con razón, que ese desprecio por lo fantástico y veneración de lo realista, en realidad, tendría un origen bastante reciente, en el siglo XIX. No sé, quizá Merino lo haya estudiado y tenga datos históricos que me faltan, pero creo que los censores eclesiásticos le tendrían la misma tirria a lo fantástico y a lo realista. No creo que hicieran distingos entre géneros.
Me he apuntado para leer: Mercaderes del espacio, Cordwainer Smith, James Tiptree, Jr., Christopher Priest (creo que lo alabaron tanto Merino como Elia). También he apuntado Ciudad, de Clifford Simak (aunque aquí Elia pusiera mala cara). Si no me equivoco, les faltó hablar de Lem, pero es que no daba tiempo para más: una mesa para volverla a repetir.
Si alguien organiza algún sarao de estos, juntadlos otra vez a los tres. Hacía tiempo que no veía un debate tan bien llevado y dándose tanto juego unos a otros. Lo dijo Luis Alberto: últimamente las mesas redondas se han convertido en tres conferencias de 25 minutos, consecutivas y que duran hasta que el público empieza a mirar los relojes. Todo lo contrario que lo que he vivido hoy. Nos dejaron con ganas de más: si hubiera sido un concierto, el aplauso (que fue muy caluroso) hubiera seguido hasta que hicieran bises.
Nota: Esta crónica fue publicada en el grupo de noticias es.rec.ficcion.misc
Me siento halagado por esa mención de Luis Alberto.
Muy buen resumen. Casi (solo casi) ayuda a paliar la pena que me ha dado no poder asistir. A Elia, Luis Alberto, Julián y Merino hay que verlos en directo, no basta con que te lo cuenten.
> Me siento halagado por esa mención de Luis Alberto.
Se notaba que a Luis Alberto el tema le gusta y lo sigue de cerca. Enumeró a bastantes más, yo solo he puesto los que recuerdo de memoria. Cuando publiquen el vídeo, no os lo perdáis.
Y es que vaya cuatro… Muy buena crónica.
Magnífica crónica, Joserra. Has transmitido la sensación poética que se extendió por la sala durante esa hora y media.
Esta crónica es de Santiago Vélez, también conocido como shingouz ;)
Perdón por el lapsus. Me guié por la anterior crónica, porque supuse que la haría el mismo. Reitero mi enhorabuena por la crónica.
Toc,toc ¿se puede?
A los profanos como yo,que hemos descubierto el género hace bien poco,estas conferencias han sido muy interesante (aunque no asistí,las he visto por la red esta tarde).
Me ha fascinado sobre todo Elia Barceló (a la cual no conocía),se nota la pasión con la que habla del género y lo explica muy didácticamente.Bueno,todos lo hacen.Tendré que leer El mundo de Yared ya.
.Y descubrir que Luis Alberto de Cuenca está metido en asuntos frikis,no me pegaba :O
A ver si comento alguna vez.Es que me intimidáis porque conozco muy poco sobre el tema pero eso se puede arreglar :D
Felicidades por la web.