Entrevista a Sergio Mars

Has publicado a finales del año pasado La mirada de Pegaso, una colección que recoge dos novelas cortas y un relato. ¿Qué relación existe entre ellas?

La relación, a un nivel primario, es cronológica. Simplemente, son mis tres últimos textos de ciencia ficción (escritos, además, en el orden en que están publicados). Esto, a su vez, implica otro tipo de conexión más fundamental, pues dado que utilizo el género como vehículo para explorar mis inquietudes científicas y especulativas, es posible detectar un conjunto de temas subyacentes en las tres narraciones. En particular, podrían considerarse tres pasos en una progresión lógica: evolución, biotecnología y transhumanismo. Por supuesto, no es un segmento aislado y cerrado, sino que se engarzaría en un todo mayor. “La mirada de Pegaso”, la novela corta, por ejemplo, recoge y expande conceptos tratados en mi anterior antología, El rayo verde en el ocaso, y del mismo modo tengo en mente proyectos que se cimentarían (a nivel estrictamente conceptual) en los textos de ésta.

Aparte, hay una serie de subtemas recurrentes, que nunca andan demasiado lejos de mi ficción, como la especulación genética, la dimensión ética de la tecnología o el conflicto entre conocimiento e ignorancia.

¿A qué crees que se debe que en España se cultive tan poco la ciencia ficción más “adelantada”, la que se acerca a conceptos como la singularidad o el transhumanismo? ¿Es un problema de formación, de falta de masa crítica…?

Ante todo, quisiera apartar de la ecuación la categorización de «adelantada» (incluso entrecomillada). Entiendo que podríamos estar refiriéndonos a sus características especulativas, pero tal calificativo lleva aparejadas connotaciones de preeminencia que no se corresponden con su peso específico dentro del panorama global de la ciencia ficción. No es sino uno más de los enfoques potenciales que habilita el género; uno, eso sí, que a título personal encuentro fascinante y mayormente inexplorado, pero eso ya es otra cuestión.

Su limitado desarrollo en España, a mi entender, obedece a una combinación de causas intrínsecas y extrínsecas. Por un lado, no existe una tradición propia sobre la que construir. Por razones históricas (e incluso de lo que podríamos denominar «temperamento nacional»), han primado otros enfoques, como el humanístico (en su vertiente más seria) y la space opera (como alternativa lúdica). Aparte, la falta de masa crítica (de escritores y de lectores) supone un factor de importancia incuestionable. En el frente creativo, por ejemplo, se requiere una combinación de conocimientos, inquietudes y oportunidad (cuyo único mérito real reside en la concomitancia), así como un período más o menos dilatado de maduración de las ideas, que la inestabilidad de nuestro mercado no favorece en absoluto (algo, por lo demás, común para cualquier forma de ciencia ficción). Por último, en este caso en concreto ha pesado mucho el retraso con que se suele producir la implantación de nuevas tendencias procedentes del único mercado potente, que es el anglosajón… lo cual me sirve para enlazar con las causas extrínsecas.

El singularitarismo y el transhumanismo siempre han sido temáticas sujetas a bruscos vaivenes de atención, a medida que se han ido ensayando y descartando aproximaciones, sin que ninguna haya acabado de cuajar en un movimiento bien definido. Lo más parecido a eso que han experimentado ha sido quizás la ficción postsingularista de la pasada década, una década, por cierto, de búsqueda de nueva identidad para el género. Al igual que el concepto original de Vinge, el postsingularismo presenta debilidades en su estructura fundamental (básicamente, que por definición cualquier desarrollo postsingularista debería sernos incomprensible), que lastran su credibilidad. Aun así, si pudiéramos seguir el proceso de argumentación y refutación «en tiempo real», en vez de ir recibiendo fragmentos sueltos y desordenados de esta «conversación» a medida que se van traduciendo y editando las obras relevantes, estoy seguro de que la filosofía subyacente alcanzaría mucha mayor vigencia por estos lares.

No quisiera abandonar la cuestión sin aportar mi visión sobre el futuro inmediato. Mi apuesta personal apunta hacia una fusión de las dos grandes corrientes de los últimos años: el futuro cercano y el postsingularismo. Nos hemos pasado mucho tiempo eludiendo (salvo casos puntuales) el punto de inflexión, que es precisamente el núcleo de mayor interés tecnológico, sociológico y filosófico. Y ya que estoy, me mojo del todo: en mi opinión los dos principales ejes de esta literatura inflexionista serán la biotecnología y la realidad ampliada, con gran peso de la especulación sociológica (resulta bastante evidente que nos estamos dirigiendo hacia una revolución política y económica a gran escala… vamos, o eso o hacia el desastre).

Dentro del mundo más especializado, estás etiquetado como un autor de ciencia ficción. Sin embargo la otra colección de relatos que has publicado hace apenas cuatro meses, El precio del barquero, se enclava dentro del género de terror. ¿A qué responde este cambio?

En realidad, yo nunca he cambiado de género (o lo he hecho desde siempre, que viene a ser lo mismo). Tan sólo ocurre que, por circunstancias diversas, mi ciencia ficción había tenido más repercusión. Aproximadamente una cuarta parte de mi producción puede definirse como de terror (incluyendo varios relatos publicados en diversas revistas y antologías, aparte de los textos que componen El precio del barquero, que son todos inéditos). Lo que es más, tampoco acaba ahí la cosa, porque otro cuarto correspondería a la fantasía (aunque en número total de palabras viene a suponer un volumen similar a mi producción de ciencia ficción). Esta faceta sí que ha tenido menor difusión, pero eso es algo que, con un poco de suerte, espero que no tarde mucho en ser subsanado.

Una posible explicación a esa percepción «monogenérica» podría ser que suelo mostrarme bastante extremo en cada campo, y poco dado a la hibridación. Los consumidores habituales de ciencia ficción dura, por ejemplo, no siempre se sienten atraídos por la espada y brujería, y dado que cada vez más se está verificando una especialización por géneros en las publicaciones periódicas (e incluso, en algunos casos, en las editoriales), los subgrupos de lectores potenciales a menudo no son coincidentes.

Lo temas que tratas en El precio del barquero son muy diferentes a los que aparecen en La mirada de Pegaso.

Sí, por completo. El dedicarme a un género u otro tiene mucho que ver con el carácter de las ideas subyacentes que deseo explorar. En ciencia ficción suelo plantear temas que atañen a la humanidad en su conjunto (sin que ello sea óbice para utilizar personajes únicos y bien diferenciados, con sus propios miedos y esperanzas). Cuando abordo una narración de terror, el núcleo central es siempre el individuo, sus procesos psicológicos más íntimos y, muy a menudo, sus flaquezas (haciendo uso o no del elemento fantástico como recurso metafórico).

El precio del barquero, en concreto, se articula en torno a dos ejes muy definidos: la mitología y la muerte. Con los cinco relatos largos que componen el volumen he intentado conjugar símbolos y desarrollos profundamente arraigados en nuestro sustrato mitopoyético (no necesariamente ancestral) para examinar temas tan actuales como la violencia de género (o, con mayor precisión, la pasividad ante ella), la drogadicción o la explotación laboral, y tan atemporales como la inmadurez emocional o el concepto de sacrificio (y no precisamente en su más noble forma de autoinmolación).

Si no me equivoco, hasta el momento has publicado tres libros y los tres son, básicamente, colecciones de relatos. ¿Tienes idea de pasar al formato más extenso?

Bueno, técnicamente «La mirada de Pegaso» contiene dos novelas cortas (y bastantes extensas, que una está muy cerca de las 40.000 palabras), pero entiendo que nos estamos refiriendo a extensiones que se puedan clasificar inequívocamente como «novelas». El caso es que la pregunta debería apuntar en sentido opuesto, pues lo cierto es que hace ya un tiempo que decidí dejar de lado el relato y centrarme en proyectos de mayor extensión (por un motivo puramente pragmático; lo que me atrae es el cuento largo, y hoy por hoy, salvo que recopiles tu propia antología, te ves obligado a comértelos con patatas porque no hay donde publicarlos).

En este mismo momento tengo una novela (de fantasía) en proceso de evaluación por parte de una editorial y otra juvenil a la espera de su oportunidad. Para el futuro, si consigo vencer la inercia bloqueante, tengo ideas en diverso grado de cocción que exigen para su desarrollo longitud de novela o cuanto menos novela corta (aunque, dado que en algún caso llevo dándoles vueltas y recopilando documentación desde hace años, tampoco se puede decir que estén peleándose por salir).

Otra faceta que cultivas con esmero es el de la crítica literaria en tu blog personal, Rescepto indablog, donde llegas a comentar dos o tres libros a la semana. ¿Cómo te tomas esta tarea?

La respuesta no es sencilla. Por un lado se trata de una combinación un tanto extraña de válvula de escape y autodisciplina, para forzarme a escribir cuanto menos mil y pico palabras cada dos o tres días, incluso cuando tengo abandonada la producción de ficción (o precisamente con mayor motivo entonces). Por otro lado, el analizar un libro para poder contar algo significativo sobre él es un gran ejercicio para ganar perspectiva. La new wave, por ejemplo, no era precisamente mi movimiento favorito, sin embargo, tras dedicarle muchas lecturas he llegado a apreciar sus virtudes, y creo haber aprendido mucho en el proceso. El que luego vaya a aplicarlo o no en mi obra ya es otra cuestión, lo importante es tener a mano las herramientas necesarias, por si hicieran falta.

Otro uso que he querido darle al blog ha sido la promoción de la literatura fantástica autóctona. Intento criticar tantos libros de autor nacional como puedo, entre otras razones porque sé lo que puede llegar a desesperar la ausencia de feedback y lo crucial que es la información en tiradas tan cortas. A este respecto, no puedo dejar de agradecer los ejemplares que, desde hace unos meses, recibo como servicio de prensa por parte de algunas editoriales, que me han permitido incrementar significativamente el porcentaje de reseñas a autores españoles (y, sobre todo, atender mejor a las novedades).

Por último, ¿cómo ves el panorama actual de la literatura fantástica en España?

A nivel creativo, excelente. Gracias, entre otras razones, al apoyo de varios proyectos editoriales pequeños que se han ido asentando estos últimos años o incluso de reciente aparición, creo que nunca hemos podido disfrutar de una cantidad y variedad tal de propuestas. En ciencia ficción, sin ir más lejos, podemos encontrar desde hard satírico hasta homenajes al romance científico, pasando por space operas, experimentos con resonancias de la new wave, antologías, technothrillers, ucronías, algún ocasional coletazo cyberpunk… La calidad, como es lógico, tiene sus altibajos, pero no es una situación muy diferente de la obra traducida que nos llega, y eso que ésta ya ha pasado teóricamente por dos (o tres) cribas.

A nivel comercial hay más claroscuros. Aún persisten muchos prejuicios en contra del autor español de literatura fantástica, lo cual conduce a tiradas minúsculas, inferiores a las de obras de autor extranjero similares por un factor de dos, tres o más, que a su vez hacen muy ardua la competencia (las diferencias se magnifican durante el proceso de distribución). Es un círculo vicioso en el que los resultados justifican la misma decisión que es parcialmente responsable de ellos. Eso sí, no es posible generalizar, porque existen segmentos de mercado en claro auge, en los que la irrupción de nuevas generaciones de consumidores, aparentemente menos precondicionados, está llevando a resultados notables y está abriendo perspectivas muy interesantes (la ciencia ficción, de cualquier tipo, no se encuentra en una dinámica de ésas).

Tampoco podemos desligar todo esto del contexto socioeconómico. El consumidor-tipo de literatura fantástica es un acaparador compulsivo que de un tiempo a esta parte se ha visto en la obligación de reducir su presupuesto para libros. Eso por no hablar del continuo declive en lectores que aqueja desde hace años a la literatura fantástica (aunque aquí soy optimista respecto a una posible inversión futura de tendencia). Si le sumamos a todo esto la incertidumbre en torno a la implantación de nuevos formatos y modelos de negocio (no sólo el libro electrónico, aunque sí sea posiblemente la revolución más grande que se nos viene encima), el resultado es un océano proceloso en el que sigue siendo muy, muy difícil mantener el rumbo recto y los ánimos altos (nada nuevo bajo el sol, me temo).

2 comments

  1. Después de leer a Sergio en su vertiente de ciencia ficción hard (muy recomendable, a mi juicio) y de terror, espero con ganas la publicación de su primera novela de fantasía. Pero ojalá no abandone la ciencia ficción :-)

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