Soy de esos lectores que conoció la serie de La Cultura a través de las tres novelas que publicó Martínez Roca hace casi 20 años (escalofrío en la espalda) y que no había leído ninguna de las traducidas por La Factoría de Ideas. Puestos a solucionar este “lapso” he comenzado a saldar esta cuenta pendiente con Inversiones, la más ajena y accesible de todas ellas, que, sin llegar a ser decepcionante, me ha dejado con un ligero amargor tras su lectura.
Inversiones, como su propio título indica, da la vuelta a lo que habían sido las novelas de La Cultura hasta ese momento (fue publicada en 1998 y, por orden de escritura, es la quinta novela que Banks ambientó en dicho universo creativo): ofrece una historia de ambientación medieval en la que apenas se aprecian los elementos habituales en cualquier otro título de La Cultura. Frente a los escenarios inmensos, la imaginación desatada, la tecnología de vanguardia, las IAs, la omnipresencia de una utopía ambigua e insensible con el individuo, apenas encontramos un planeta en otro sistema solar, algún que otro animal alienígena, algunos hechos extraños que no se explican (aunque se sugiere que se han producido por el uso de una tecnología desconocida por los narradores de la historia), y la presencia de varios relatos orales que, sólo si se ha leído alguna otra historia de La Cultura, se pueden interpretar como algo más que una fábula. Poco más hay que remita a ese universo.
Durante toda la novela se suceden dos textos de manera uniforme. El primero trata las vivencias de la doctora Vossil al servicio del rey Quience de Haspidus, relatadas por un sirviente que la espía para alguien que desconfía de ella. El segundo se centra en el guardaspaldas DeWar al servicio del usurpador UrLeyn, contado por un narrador, en principio, desconocido. Ambas tramas tocan con excesiva sutileza uno de los temas capitales de La Cultura: el modo en que una sociedad más desarrollada interactúa con otra menos avanzada, personificada en este caso en dos posibles posturas. La influencia leve de naturaleza benigna que busca mejorar o, más bien, hacer más llevadera la vida de las escasas personas que tienen la suerte de estar cerca suyo, y la que sólo interviene para proteger a los agentes del cambio social de las fuerzas que desean mantener el status quo. Ambas actitudes, más complejas de lo que he dejado por escrito, son el origen de un particular contrapunto presente en otros aspectos de la narración.
El resto nos remite indefectiblemente a una fantasía histórica (de otra Historia, se entiende) con sucesivas intrigas palaciegas como telón de fondo, mejor o peor resueltas, y una serie de cuestiones que nos acercan al papel de la mujer en las sociedades preilustradas, la situación de las clases menos favorecidas en la edad moderna… contadas con un estilo aseado (a estas alturas, escribir en primera persona es para Banks un juego de niños) y sin garra. A lo que hay que añadir una serie de personajes bien tramados y escasamente sorprendentes y una estructura narrativa bien delimitada, en la que llama la atención la escasa tensión que transmite. Apenas cuando empotra historias dentro de historias, y la sugerencia y la evocación se apoderan de un puñado de páginas, se vislumbra el talento de un Banks a medio gas.
Lo mejor que se puede decir de Inversiones es, también, lo peor: es una novela correcta. Quizás, dado su punto de partida, como tenía que ser, pero carente del alma y la emoción que la mayoría de lectores suelen buscar y el autor escocés ha conseguido en otras ocasiones. Y eso, me temo, genera una insatisfacción de la que me ha resultado imposible abstraerme.
One comment
Comments are closed.