En la década de 1980 y hasta mediados de los 90s, preguntar si existía la ciencia-ficción argentina podía resultar ofensivo. Funcionaba un Círculo Argentino de Ciencia-Ficción y Fantasía, estaba muy cercana la experiencia de la revista El Péndulo, y las faneditoriales le hacían frente a las crisis económicas con imaginación y osadía. Pero, como suele suceder con algunos fenómenos naturales, a medida que el siglo terminaba también lo hacía un ciclo dentro de la CF argentina: el peso de género empezó a diluirse.
A pesar de la deserción de las grandes editoriales, la cf argentina seguía siendo difundidacon vehemencia y hasta ganaba premios (como el UPC, en 1996). Con todo, la preguntita sobre la existencia del género en la Argentina no es ociosa, merece ser considerada. De hecho, nos sirve de excusa para dar un paseo por la ciencia-ficción argentina y su circunstancia. Para abordar el tema decidimos convocar a Luis Pestarini: uno de los protagonistas del movimiento en las últimas décadas del siglo pasado, editor de la revista Cuasar y de los libros de Cuasar, y además un verdadero experto en este tópico.
¿Considerás que hay una tradición de ciencia-ficción en la Argentina? ¿Qué autores y obras la conforman?
Si entendemos como tradición una corriente literaria continua, de escritores que se leen mutuamente, con códigos y preocupaciones comunes, la ciencia-ficción se estableció recién con la aparición de Más Allá y las ediciones de Minotauro. Sin embargo, podemos rastrear ejemplos del género tan antiguos como en 1816. Hasta Juan Bautista Alberdi tiene una novela de ciencia ficción. Ahora bien, Eduardo Ladislao Holmberg es el primero que escribe textos de relevancia, aunque encontramos obras anteriores. En la década del 70 del siglo XIX escribió algunas obras notables, como Viaje maravilloso del señor Nic-Nac y “Horacio Kalibang o Los autómatas”, que cumplen con todos los requerimientos del género. Holmberg fue un naturalista muy reconocido, y es el padre del Jardín Zoológico de Buenos Aires. De todos modos, la tradición del científico que escribe ciencia ficción, tan frecuente en el mundo anglosajón, parece agotarse con Holmberg en la literatura argentina. De él pasamos a Leopoldo Lugones, de allí a Adolfo Bioy Casares, y luego pegamos el salto a los autores modernos como Angélica Gorodischer, Carlos Gardini, Elvio Gandolfo, Marcelo Cohen y un largo etcétera. Hasta Bioy no se puede hablar de una tradición, pero Bioy nutre su ficción, por ejemplo, en Wells, del mismo modo en que supo hacerlo Borges, pero éste rara vez cruzó la barrera de la fantasía para internarse en la ciencia ficción.
¿Cuáles son las temáticas más tocadas?
Cuesta encontrar núcleos temáticos que trasciendan la obra de un autor. Se puede decir que el tema de inmortalidad se repite en Bioy, o que los escritos de Cohen son meditaciones metaliterarias, pero encontrar una temática de la ciencia ficción argentina resulta muy difícil. Cuánto más cerca del género está un escritor en sus lecturas, su producción está más próxima a la ciencia ficción anglosajona en temas y códigos, incluso en los clichés. Pero hay temas casi ausentes en nuestra literatura, como el contacto con otras inteligencias (aunque Bioy tiene una novela sobre el tema: De un mundo a otro), o las innovaciones tecnológicas. Incluso la idea de futuro, que es tan afín al género, en la literatura argentina parece provocar más temor o desconfianza que expectativas. Cuando se habla del futuro, la mayor parte de las veces es de manera distópica, el futuro es la decadencia continua del presente. Tampoco debemos ignorar que hay una corriente interesante de ciencia ficción de contenido político que arranca en el siglo XIX, muchas veces bajo la forma de sátiras.
¿Hay masa crítica de contenido, o la cf argentina es sólo un pequeño apéndice dentro del fantástico local?
Si hablamos de masa crítica para conformarse como género, con un territorio propio, dentro de la literatura argentina, creo que nunca llegó a eso. Pero esto no es malo, al contrario: se mimetiza con el resto de la literatura, no es relegada a un plano secundario por su condición de literatura de género, que la academia y los medios suelen considerar a priori como de calidad inferior. Sin embargo, este fenómeno no se da tanto por la falta de obras, que las hay, sino porque el mercado editorial argentino es relativamente chico y no se anima a etiquetas como “ciencia ficción” que, supuestamente, sólo adquiere un pequeño grupo de lectores y espanta a la gran masa. Por ejemplo, acaba de aparecer una novela de Rodolfo Enrique Fogwill, Un guión para Artkino, que es una distopía; escrita originalmente a fines de los 70, transcurre en una Argentina alternativa de 1994. Estos textos, más lo que aparece en los medios vinculados al género, conforman una masa crítica en el sentido de que se puede hablar de ciencia-ficción argentina, pero no tiene un espacio en las librerías, hay que saber buscar,
¿Existe ago así como un canon o un listado de lecturas "obligadas", de cf Argentina? ¿Qué obras lo conforman?
Si tenemos que hablar de obras importantes de la ciencia-ficción argentina, hay un puñado que resultan ineludibles: La invención de Morel, Plan de evasión y algún volumen de cuentos, de Bioy Casares; Casta Luna electrónica y Las Repúblicas de Gorodischer (también podría ser Kalpa Imperial, pero es claramente fantástica); cualquier libro de Carlos Gardini también; Insomnio y El oído absoluto de Marcelo Cohen; Por media eternidad, cayendo, de Eduardo Carletti; Cuerpos descartables, de Sergio Gaut vel Hartman; El fondo del pozo, de Eduardo Abel Giménez; y textos de Elvio Gandolfo, Rogelio Ramos Signes, Ana María Shua, y un largo etcétera. Los cuentos están dispersos, pero se puede recurrir a alguna de las buenas antologías de Pablo Capanna. Ahora bien, si queremos un canon con más contenido histórico, hay que incluir a Holmberg con Viaje maravilloso del señor Nic-Nac y Cuentos fantásticos; Las fuerzas extrañas, de Leopoldo Lugones; alguna de las cuatro o cinco novelas de ciencia ficción de Hugo Wast; o El camino de los dioses, de Manuel Ugarte. Seguro que me olvido de algunas cosas importantes, estoy citando de memoria…
¿Qué papel le cupo a las editoriales en la conformación del movimiento históricamente?
Las editoriales son muy importantes porque simultáneamente fomentan la escritura y la lectura de ciencia ficción. En Argentina tuvimos la fortuna de contar con un editor incomparable como Francisco Porrúa, que creó Minotauro en 1955 y la llevó adelante durante casi medio siglo. Los primeros 50 ó 60 libros que publicó son sencillamente un catálogo de lo mejor del género, con escasísimos libros fallidos. Pero, además, Porrúa no sólo publicó excelente literatura de ciencia ficción y fantasía, sino que lo hizo en ediciones cuidadas, algunos con prólogos de figuras reconocidas como Borges o Marcos Victoria, revelando la intención de legitimar al género, un género que prácticamente era desconocido en español. Aún hoy, el lector argentino está bajo la influencia de esta tradición, muy distinta a la que se vio en España, por ejemplo, cuya colección de libros fundacional —aunque no la pionera— fue la primera Nebulae, dirigida por un ingeniero, y con un programa de lectura muy distinto. Pero desde hace tiempo la situación ha cambiado: el mercado editorial español permite una buena variedad de propuestas editoriales, muy distinto de lo que pasa en Argentina. Y Minotauro fue previsiblemente vaciada por Planeta, hace tiempo que dejó de ser un sello confiable.
¿Y las editoriales de aficionados?
Son necesarias como una suerte de campo de entrenamiento para los autores, que muchas veces tienen sus primeras posibilidades de publicación en este ámbito. Sin embargo, como sucedió en algún momento de los ’80 en Argentina y ahora pasa algo parecido con Internet, a veces son un ámbito demasiado complaciente, la facilidad de publicación muchas veces no estimula a que los autores trabajen más sobre sus textos, no toman en cuenta sugerencias de mejoras, simplemente van a otra publicación.
Como editor de Cuasar, una revista señera en materia de cf en la Argentina, ¿dónde ponés el acento? ¿Cambió la línea editorial desde los ’80 a la actualidad?
Yo diría que la línea editorial siempre fue la misma, aunque se afinó en algunos puntos. La propuesta siempre giró sobre tres ejes: la revista debía brindar espacio a los autores argentinos, pero con rigor literario, también a los nuevos autores anglosajones, intercalando relatos de autores más clásicos, y, por último, también le otorgamos un espacio importante a la crítica y al ensayo, también aquí con rigor, algo que en las publicaciones de aficionados no era tan común. La revista sigue apoyada sobre estos tres espacios simultáneos. Tal vez el agregado más importante, que no estaba pensando en los comienzos, es que también comenzamos a investigar y publicar textos sobre la historia del género en Argentina. Es probable que no despierte un interés muy grande entre la masa de lectores, pero nos parece que tiene mucho valor documental.
Desde 2005 existe Ediciones Cuasar. ¿Cuál es la propuesta de valor de los libros de Cuasar?
Hace mucho tiempo que tenemos el proyecto de sacar una colección de libros, pero las condiciones económicas nunca eran las adecuadas. La intención es presentar autores nuevos o poco conocidos en Argentina alternando con textos clásicos que fueron pasados de largo por las editoriales a lo largo de los años. Probablemente también algunas reediciones. Como se puede apreciar a través de los cuatro títulos que ya publicamos, nuestro interés no está puesto en las expectativas de venta sino en la calidad de los textos pero, por supuesto, aspiramos a que la colección se sostenga económicamente y nos permita expandirnos. Como propuesta de máxima, aspiramos a que la colección vaya introduciendo autores nuevos aquí, el lector argentino de ciencia ficción está muy pegado a los textos clásicos, tiene un menú muy reducido si quiere leer obras contemporáneas.
A tu juicio, ¿qué grandes autores extranjeros tienen más incidencia en los escritores argentinos contemporáneos de cf?
Me parece difícil generalizar en un colectivo denominado escritores argentinos contemporáneos de ciencia-ficción. No sé si existe algo muy definido en ese sentido. Hay influencias más o menos trasparentes en muchos relatos argentinos recientes: Dick, Ballard, Le Guin, Lovecraft. No veo mucha influencia de la ciencia ficción dura ni de la space opera, la ciencia ficción argentina tiene poca tecnología, hay desinterés en predecir cómo podría ser el futuro. Sí hay algo que es posible apreciar en muchos cuentos que me llegan para evaluar su publicación: muchas veces se nota que hay horas de taller literario detrás, pero falta algo más comprometido, más jugado en el texto. Se manejan con soltura los elementos de la narrativa pero a veces están ausentes la necesidad de contar, de expresar algo. Elvio Gandolfo tiene una expresión que me encanta: hay que tener cabeza de escritor, el que escribe tiene que ser un observador muy fino, porque la principal materia prima con la que trabaja es lo que ve, lee, escucha.