Una historia de la frontera
Busqué a Stephen K en el Last Chance pero aún no había llegado. Hallé otros 4400 Resucitados por los PostÉticos para asesorarles con la Magna Enciclopaedia: Felipe II adusto sintiéndose profundamente plebeyo ante su birra Lone State, el mejor Adolf Hitler depresivo en un rincón sombrío. Cualquier día se suicidaba allí.
Buenas noticias: no estaba Marilyn Monroe (no la soporto) y Virginia Woolf acosaba a Miguel Ángel. Todos me miraron al entrar. No era de los pocos habitantes del mundo de Siglo C interesado en conocerles. Era Joe Horseman. Casi uno de ellos.
En vez de Marilyn, predicaba la IA de Tom Cruise. Incansable. Parecía un árbol de navidad violentamente iluminado. Entre sus rutinas programadas con Computación TERW, la IA de Tom Cruise debía evangelizar su oscura religión. Giovanni Guareschi estaba por darle de hostias. Pidiendo al barmandroide un lingotazo de Sojuzkaya, tuve la mala suerte de que se fijara en mí.
—¡Joe! —palmada en el hombro; se acodó en el mostrador de metacril. Animoso, efusivo, febril: Jerry Maguire.— ¡Me alegra verte por aquí! ¿Pensaste en lo que te dije?
—Lo hice. —El androide me sirvió. Nada para la IA de Tom Cruise.— Y ¿sabes qué? Al querer convertirme a tu fe, me has devuelto al catolicismo. Recordé que lo instituyó el Hombre Jesús. El Hijo de Dios —la sonrisa invulnerable osciló.— El Hijo de Dios, ¿eh?
»¿Tu religión supera eso?
Divertido (incluso si te llamas Tom Cruise), casi casi al mismo nivel de una tira cómica de J.A Santos.
MR.: Gracias. Hacemos lo que podemos.