Feral, de David Jasso

FeralRuna es un planeta con una colonia minera de la corporación Minerspace. Un día, al concluir un extraño apagón en sus instalaciones, en un monitor de la estación de control aparece un escueto mensaje: al cabo de unas horas comenzará el exterminio de todos sus habitantes. El mensaje, redondeado por uno más extenso y atemorizante, ha sido enviado por los ferales, unos alienígenas que rinden culto a la muerte y que se han especializado en eliminar la vida de la galaxia. Es el prólogo de una lucha por la supervivencia en la que los protagonistas humanos tienen todos los números para morir bajo las garras de unos seres cuya única aspiración es liquidarlos… o morir en el intento con una sonrisa en los labios.

Después de haber escrito un tour de force tan angustioso como La silla y un tour de force juvenil como Día de perros (todo sea dicho, un tanto descafeinado), David Jasso ha elegido la ciencia ficción para ambientar su tercera novela en solitario. De nuevo un tour de force que vuelve a encauzar su caudal narrativo por la vía de la tensión y los giros en el argumento mientras sacrifica otros elementos que se podrían haber cuidado más como la voz narrativa o el escenario.

En una primera aproximación, a saber si de forma deliberada o por una impresión errónea, Feral me trae a la memoria dos películas de los años 80 que tuvieron un enorme éxito comercial y que forman parte del imaginario colectivo de la ciencia ficción: Aliens y Depredador. La primera mitad de Feral relata una historia que no vimos en Aliens: el exterminio de los colonos de las instalaciones de la corporación Weiland-Yutani esta vez a manos de unos depredadores cuya tarea se fundamenta no en el placer de cazar sino en el de librar a sus presas de esa enfermedad llamada vida. Todo envuelto en un escenario con un aire añejo que comienza a apuntalar un espíritu pulp.

La novela transcurre en los pasillos y salas de las instalaciones mineras de Runa, apenas definidas más allá del uso que se hace de una tecnología que se activa con el pensamiento y la aparición de un conjunto de términos (circulautos, estáticdance, tecnobaile…) que hacen mención a nuevos hábitos. Ingredientes circunstanciales puesto que no han cambiado en lo más mínimo a unos seres humanos idénticos a nosotros mismos. Algo que resulta todavía más evidente cuando los ferales anulan toda la tecnología y se inicia un exterminio sistemático, cruel y despiadado.

Es en estos pasajes, cuando se concreta el destino inevitable de nuestros congéneres, donde Feral exhibe la porción más afilada de su hoja. Una fase entre contenida y brutal, que evita regocijarse en exceso en los detalles más truculentos, donde el ritmo parece serlo todo y aparta a un lado otros elementos que ralentizan el resto de la narración. Tal es el caso del primer contacto entre humanos y ferales, que define a la perfección el comportamiento de ambas especies, o el capítulo narrado por entero a través de conversaciones de radio que pone negro sobre blanco la desesperación, la impotencia y la confusión reinantes en una colonia que se sabe abocada a la desaparición.

La historia se relata a través de un narrador omnisciente que se mueve por todo el escenario y que tanto nos dice qué pasa con los protagonistas centrales y qué es lo que piensan, como hace lo propio con los secundarios entre los cuales figura un Feral con un papel crucial en la desventura. Sin embargo este narrador pierde el asidero de la tensión al recrearse más de la cuenta en pensamientos reiterativos que los propios comportamientos de los personajes ya denotan y que invita a leer demasiadas páginas en diagonal. Unas repeticiones que también se producen, por ejemplo, a la hora de advertir al lector el cruel sino de los protagonistas, ya entrevisto en un prólogo que nos sitúa in media res, pero que se reafirma en tres o cuatro ocasiones con frases como “Poco tiempo después Marea estaría implorando que la mataran. Llorando sangre. Y rezando para dejar de existir.” o “Corrió hacia la sala de control como si la vida le fuera en ello, estaba convencido de que toda la colonia iba a morir en breve. Se equivocaba. No tuvieron esa suerte”. Sentencias que, después de esa introducción, son gratuitas.

Asimismo el estilo es demasiado heterogéneo y peca de escasa definición: tan pronto se utiliza una voz más poética que, sin solución de continuidad, se acude a una más directa, cuando no vulgar, que, en algunos casos, por el tipo de vocabulario usado, distancia al lector del escenario donde se sitúa la historia. Alejamiento acentuado por la desmesura con que se tensa el pacto de ficción con diversos giros argumentales en los que la fortuna (y el narrador) juegan más de lo razonable en favor de sus humanos. Cuesta entender cómo unos seres que son máquinas de matar perfectas puedan fallar en sus propósitos tal y como lo hacen.

Estas imperfecciones dejan el poso de estar ante un thriller de serie B en la nebulosa divisoria entre terror y ciencia ficción, que se crece en los puntos en los que se fundamentan este tipo de producciones pero que, también, aqueja sus males más acérrimos.

One comment

  1. Interesante estudio de la novela. Y muy acertado en algunos puntos. Has detectado las influencias de Alien y Predator. Y admito que he buscado deliberadamente cierto aire pulp y de «bolsilibro».
    Entre mis objetivos se encontraban escribir una novela desenfadada, que enganchara y que estuviera llena de acción. He procurado no descuidar el aspecto «literario», pero pretendía, sobre todo, crear un divertimento, un pasapáginas repleto de tensión y emoción, aderezado con unas gotitas de puro terror.
    Gracias por tu análisis.

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