Memento mori, fantasía

No podemos quejarnos: ciertas actividades de HispaCon dan para tertulias. Al repasar su programa de actos, una mesa redonda atrajo de inmediato mi atención:

PROGRAMA DE ACTOS – DOMINGO 10 (del 10 del 10):

18:30 – Mesa redonda: «La decadencia de la ciencia ficción y el ascenso de la fantasía».

Enseguida comprendí que se trataba de una polémica preparada adrede para asegurarse considerable asistencia y que ésta ofreciese una batería de propuestas u observaciones que dinamizasen la actividad. Visto así, ¡genial enfoque! ¡Por fin hablarían quienes pueden asegurarnos si el género está en crisis, decadente en verdad, si hasta morirá! Pero, si lo contemplo considerando que pudiera haber un determinado entreguismo a “la causa de la fantasía” por parte de un grueso de lectores de ciencia ficción, que por el motivo que sea “han desertado”, la cosa es tremenda. “La decadencia de la ciencia ficción”: ¿decadencia con las cifras de recaudaciones (ergo: público) de los últimos estrenos del género? Porque no nos queda, de momento, más remedio que tasar su “decadencia y crisis” de este modo… mientras tememos conocer los datos descorazonadores que los editores puedan dar sobre la venta de libros del género y que apoyen plenamente la afirmación de la tertulia.

Por otra parte, tenemos que apreciar que “ciencia ficción” es un término muy amplio y con extremos nebulosos, que suele describírsela según el autor encargado de hacerlo. Para mí, “ciencia ficción” es Terminator, pero para un hipotético vecino mío lo es Código 46. Prefiero el espectáculo; ese vecino la reflexión profunda y serena, más prospectiva, sobre los límites de la clonación.

E igualmente esta premisa se puede aplicar a la fantasía. Porque ¿qué fantasía está en auge? ¿Peter Pan (o las historias de Beatrix Potter, o El viento en los sauces) o Elric de Melniboné? Concededme la licencia de enfocarlo de esta manera: cuando se habla de “fantasía”, el colectivo (la amplia mayoría de personas que no está interesada en el género más que como se lo sirven en la TV o los cines) lo asocia a lánguidos príncipes semihumanos/brujos, marfileñas princesas casi deletéreas, rudos enanos vocingleros y seres feéricos que, parafraseando a Roy Thomas, “ya eran viejos cuando el mundo era joven”. Y no olvidemos al forzudo bárbaro.

Propuestas como Stardust no las consideran “fantásticas” (son “películas bonitas”) y dudan al juzgar las de los niños-brujos más audaces y listos que el hambre. Con un somero interrogatorio, terminarán admitiendo que sí, son fantásticas, pero no del tipo que consideran que es ese género: la espada y brujería.

Sin duda, la fantasía que defendían en esa mesa redonda abarcaba mucho más que la épica, entrando en regiones sombrías que, en cierto momento, podrían hasta clasificarse de “género del terror”. Pero el daño ya está hecho y fantasía es espada y brujería, un segmento que ha absorbido del todo al resto del espectro, y es gracias a Peter Jackson y la obra de ingeniería profunda que ha hecho adaptando la trilogía de El Señor de los Anillos (de apenas nula repercusión en su momento; si los hippies no se hubieran encaprichado de él, supongo que no mucho sabríamos de esta saga, tanto como de El caballero de la carreta). Como he referido en las reseñas sobre Solomon Kane que he escrito en mi blog, ¿no se adorna de los aspectos más estéticos de la trilogía de Jackson? Aun una historia “liviana”, más Disney, como Las crónicas de Narnia, tiene su troquel estampado fieramente en el cuero del lomo. Jackson, acaso a causa de su origen del cine gore, como Sam Raimi, cuanto ha hecho de grandioso al adaptar esos libros es emporcarlos. Ha hecho spaguetti-western del “fantástico”, junto a vehementes contrapicados que producen vértigo. Ha ensuciado el virginal género con rostros sudorosos con barbas de tres días. Ahí está la fuerza de esas adaptaciones. (Además de una imaginería visual prolija y labrada hasta el más mínimo-nimio detalle y emplear programas de la ILM de George Lucas para suplir las deficiencias técnicas de la supervalorada WETA).

Descubierto el truco, sigamos con la prospección: si hay un “género” en verdad decadente es la espada y brujería, o sea: la fantasía según lo entiende la inmensidad del orbe. Porque ¿de qué estamos hablando? El enano, el elfo, el troll, el gigante triste (o colérico), el paladín invicto y níveo, la virginal princesa (y hago este inciso: los protagonistas de esas historias rara vez no son de noble linaje; nunca son obreros, ni los asesinos del Shogún del reino. Esa épica es deficitaria en democracia), el MAL, multiforme, una suerte de pringosos terribles trasgos, alguna bruja y la bendición, casi inútil, de un dios luminoso del BIEN.

Con estos elementos, ¿cuántas historias no se han fraguado (y servirán de mortero en el futuro)? Siempre aceptando que ‘fantasía’ es ‘épica’, fértil precisamente el género no es; aún está más agotado que la ciencia ficción. Es cierto que el relato, a escala básica, obedece dos reglas fundamentales: el viaje y la lucha entre el Bien y el Mal. Es el patrón oro de toda historia. Hasta las más minimalistas imaginables. Para darle vidilla al asunto tenemos que hacer pausas, reflexiones, evocar con flashbacks… una multitud de recursos que dinamicen el relato. Pero mientras que algunos autores pueden adornar estos dos requisitos con distintos matices de oropel al extremo de casi hacer nueva su fábula (cuando el objetivo que persiguen es, nada más, mostrarla sugerente), si nos centramos en la fantasía (recordad: épica) apreciamos que no ofrece apenas variedad, excepto que cambia el nombre de los protagonistas y los escenarios donde transcurren los capítulos.

Una posible explicación del auge de la fantasía (léase: venta de libros) puede estar en un factor psicológico subconsciente. Vivimos el futuro. Las más habitual premisa de la ciencia ficción es que el futuro será esplendoroso, un paraíso material. ¿Quién recuerda Espacio 1999? La idea que trasladaba era que, hacia 2020, se podía veranear en la Estación Lunar Alfa, e ir y venir a nuestro satélite era como visitar a los parientes del pueblo. Cotidiano. Fácil. No existirían ni la miseria ni el dolor; todo sería Utopía Manifiesta. En la fecha que estamos, “del futuro”, un negro abismo de incertidumbre económica nos acecha, la enfermedad sigue sana y bien, gracias, aun resucitando algunos males medievales, la guerra inunda los telediarios, amén de otras desgracias que, en teoría, la “tecnología del futuro” tendrían controladas o eliminadas. ¿Dónde están las urbes de Buckminster Fuller y los paseos lunares? Lo más novedoso que gozamos son las continuas actualizaciones de los móviles y las veloces megas de internet. En medicina aseguran apuntarse tantos, pero cáncer no cae.

La ciencia ficción era el Heraldo del Progreso y la Promesa de un Mundo Mejor, que contaba con el respaldo de algunos avances tecnológicos, pero hemos descubierto que nos ha estafado; es filfa. Así que, aterrorizados con las sombrías predicciones de un futuro aún más oscuro, la mente se ha “contraído” buscando tiempos ‘más sencillos’, donde la magia, como un concepto implacable, un deux ex machina contra el que no queda sino la resignación, suple a la electricidad y nuestro cínico individualismo moderno lo anula el azar caprichoso de una deidad traviesa o la benevolencia de algún dios superior. Los reyes y príncipes gobernaban aconsejados por los sabios-magos y el mundo discurría entre apacibles ciclos de cosechas y matanzas de cerdos por San Martín. Las noticias que llegaban de lejos-lejos podían ser alarmantes, pero al venir del confín del mundo, ¿el mal del que hablaban no tardaría tanto en llegar hasta nosotros que se gastaría por el camino? Podríamos quedar aún a salvo.

Y necesitamos tanto un héroe, una leyenda que indique el camino de la rectitud y sea el paladín que se enfrente al dragón, una entidad carnal a la que poder asestar puñaladas, no algo nebuloso como el Mercado de Valores. ¿En qué cueva reside; dónde viven los brokers y ejecutivos que merman nuestra calidad de vida? Acuchillar a uno no conjura La Amenaza. Matando al dragón, pues sí: muerto el perro, terminó la sarna.

¿Pudiera ser por esto que la fantasía (la de espada y brujería) está en auge?

Luego tenemos un problema con la temática de la fantasía: su inmadurez. Casi toda parece orientada a jovencitos de entre doce-quince años. Las editoriales se han abocado a palear carbón alentando tramas juveniles para satisfacer las demandas de ese delta de lectores. Pero ese público, crecerá. Bajo esta férula, ¿qué van a leer cuando tengan veintidós años y descubran que las adoradas páginas de sus mundos mágicos rondan la idiocia? Oh, siempre reeditarán a los clásicos, por supuesto. Junto con la fantasía, son valores seguros de ventas. Pero especulemos con que se llega a una saturación tal que se paraliza la venta. ¿Entrará en barrena el sector editorial entero?

Y no estoy parándome a considerar que no tenemos géneros, sino modas.

Esta teoría sirve también para explicar la fortaleza de la “novela histórica”. El acogotado lector, zarandeado por la violencia de un “futuro” implacable, busca en los siglos pasados el reposo que no obtiene merced a los telediarios. Vive de la trampa de creer que aquellos tiempos, “más sencillos”, eran mejores, cuando unas nociones de Historia General nos muestran que, pese a las terribles contingencias de hoy día, éste es el mejor siglo de toda la Historia humana. Por fin comprende los problemas y posee la energía y recursos para resolverlos, pero prefiere no hacerlo por mor de intereses mezquinos. Amasar cincuenta millones ahora le parece más importante a un magnate que perder trescientos dentro de diez años a causa de una desforestación salvaje o la falta de adecuada inversión en I+D. No existe mañana; sólo el ahora.

¿Quién no conoce al que siempre dice “Yo viviría en Roma”, pensando en la Roma de mármol del Ben-Hur de William Wyler u otro peplum? Es una aspiración necia fruto del desconocimiento de cómo se vivía en la Roma real. Por lo común, quien se domiciliaría en la Suburra de Cayo Julio cree que lo va a hacer principescamente, no será ni esclavo ni trabajador. Y que, togado de patricio, escapará a las letales conjuras de Tiberio, Sejano o Calígula. El lector de novela histórica, aunque se lo escriban, rara vez repara en esto. Él ya se ve transportado a Camelot, donde pajes sin rostro le surten al punto de todo cuanto necesita y galantemente podrá cortejar a “las bellas de este reino”. Nunca piensa en la suciedad de la época, su retrógrado concepto del mundo o la medicina, la imponencia de una Iglesia-Estado tiránica, una monarquía que alentaba la ignorancia y la clasificación de estratos sociales inmovilistas. Cuanto ve es que “el mundo era más sencillo”, cuando jamás lo ha sido. La sordidez que hoy día podamos computar es una actualización de la que medrara en la corte del rey Juan Sin Tierra. Entonces, recibía otro nombre, no el que tiene hoy.

Éste es el espinazo del auge de la fantasía: la creencia de que ese mundo “era más sencillo”. La ciencia ficción, merced a sus distintas facetas, ha desenmascarado al futuro mostrándolo como un lugar donde el esfuerzo y la lucha persistirán a través de las eras. Las Utopías son fiascos y la verdadera utopía reside en construirla. Nos dará a elegir entre materialismo y espiritualidad. Como esclavos de la comodidad electrónica, nos decantaremos por la primera opción.

Según parece, sí, éste es tu reinado. Pero, recuerda, fantasía: memento mori.

18 comments

  1. Sí, vamos, estupendo. Ahora, que de lo que realmente se habla cuando se comenta el auge de la fantasía, que es lo de Hobb, Sanderson, Martin y demás, ni mú.

    A ver, aquí el problema casi lo tocas pero no acabas de disparar: con tanto «esto es ciencia ficción» y «esto no es ciencia ficción, es fantasía», lo que ha ocurrido es que fantasía es TODO. Y TODO significa que lo de Timún Más, lo de elfos, es MINORIA. Escúchame: MINORIA. Mira la colección de Bibliópolis fantástica, mira los libros de fantasía de Nova, mira los libros fantásticos de Minotauro, mira los de Gigamesh, y dime cuáles de ellos no son adultos. De hecho, cuáles de ellos no miran los personajes con una madurez muchísimo mayor que el primer Alastair Reynolds que se nos cruza por la cara.

  2. Es un poco cansina la postura de señalar con el dedito y decir que la fantasía es peor por que es infantil… exactamente la misma crítica que recibía la ciencia ficción hace no tanto y que seguramente sigue recibiendo desde gran parte de la gente que no lee habitualmente el género.

    Al igual que podemos hablar de fantasía juvenil podemos hablar de para quién escribía Asimov, o si hablamos de idiocia podemos rescatar a un literato tan intelectual como Richard S. Shaver. Aunque claro, siempre podemos ponernos el blindaje: eso no es ciencia ficción «de verdad», ¿no?

    Es triste ver cómo desde la ciencia ficción se utilizan los mismos argumentos y los mismos prejuicios que se usaba para hablar mal de ella, usando la misma prepotencia, como si para valorar la cf fuera necesario ningunear otro género. Menudo espíritu de matoncete que necesita meterse con alguien para justificarse a sí mismo.

  3. Apreciados replicantes:

    Lamento ser tan matoncete. Y más el no haber sabido explicar, desde el principio, en las primeras líneas, que trabajé desde el supuesto de que «fantasía» es sólo espada y brujería, como muchos lo entienden, «ignorando» los apellidos que cita Risingson en su réplica. Que, por cierto, amigo Risingson, cuando hablo de «adultos» pensaba en GOR o la reciente VENUS DECAPITADA, ¿entiendes?

    Agradezco a Moisés Cabello sus palabras, como a vosotros dos la atención que me habéis prestado.

  4. No me gustó el artículo. Prometía más de lo que dio. Y al restringir tanto la «fantasía» que mencionas, no abordas de verdad la situación real que se presenta, pues la mayoría de la fantasía más popular ha dejado de ser infantil, incluso, utópica. Gran cantidad de fantasía popular es cuando menos sucia, deprimente y poco esperanzadora, lo que no encajaría con la dinámica (aparente) de este artículo. *Supongo* qué querías decir, pero creo que hubieras podido enfocarlo mejor.

  5. Siempre jugando a las medias verdades y a la ignorancia. Decir que la fantasía épica es infantil es no conocer la obra de Martin o la de Sapkowski. Una afirmación tan falsa como aburrida. Me recuerda a esa otra que dice que la space opera no puede ser prospectiva (traducción: seria y literaria), me pregunto entonces que estará escribiendo Banks en su saga de la Cultura.

  6. Laura:
    Me consterna leer tu opinión, pero de gustibus no est diputandum.
    ¿Tendrías la amabilidad de leer

    http://unahistoriadelafrontera.blogspot.com/2010/10/avatar-el-regreso-al-seno-de-danu.html

    y darme tu opinión? Me interesa conocer el criterio sde una mujer, en vistas a una futura esculación-artículo, sobre si la ficción masculina es mejor que la femenina o a la inversa. Y si hay alguna otra lectora que se anime, lo agradezco.
    Vuelve a causarme dolor comprobar que no he sido capaz de precisar que se aborda la reseña desde un único ángulo, soslayando los aspectos que mencionas. Por otra parte, tanto a ti como a los otros opinadores os llamo la atención sobre este aspecto: cuando Panini o Planeta saca un coleccionable de «fantasía», éste es sobre espada y brujería. ¿O no lo habíais notado? La idea/imagen que se trastala a la población es, pues, que la fantasía (que, en justicia, es TODO: la etiquetación por géneros parece cuestión de estrategias comerciales) son enanos, elfos, orcos, princesas… etc.
    Yo no he inventado la premisa., sino el marketing. Y como tengo la fea costumbre de fijarme en el mundo que me rodea (más que a vivir en una elegante torre de marfil), y la gente que vive en él, reparo en este tipo de detalles.
    Abuso de tu paciencia planteándote (a ti y los demás opinadores) esta situación, presente en la reseña: tú y tu pareja veis «StarDust». Entiendo por tu comentario que está «en la pomada» y disciernes entre los géneros. Sabes cómo etiquetar esa película. Pero ¿cómo lo hace tu pareja? ¿Qué nombre le da?
    Para que nos entendamos mejor en el futuro (confío poder seguir colaborando en esta página), os aviso que yo prefiero más los aspectos lúdicos del género y considero la importancia del vil metal. No desdeño el valor de los clásicos y las obras designadas como «serias». Pero antes leo a Lester Dent que a Larry Niven.
    De gustibus no est disputandum, ¿verdad?

  7. De acuerdo. Quizá fui muy ruda y me disculpo por ello, pero me explico. Cuando abordas las razones para que el público «abandone» la ciencia ficción y corra a refugiarse en la fantasía, exhibes una Espada y Brujería muy sesgada: básicamente la tradicional, la cual ya no se escribe (o al menos no tanto) desde hace años. Sin embargo, la fantasía que el público actual está «prefiriendo» tiene poco de infantil o «pura»: es sucia, es brutal, es descarnada, está llena de sexo, de violencia y de seres ambiguos (nada del héroe perfecto en su moral, y el villano bien diferenciado). Es tal la ola de oscuridad que ha impregnado la fantasía actual que hasta la literatura infantil se está oscureciendo, y los niños de hoy ya no se tragan tan fácilmente los héroes del Disney más clásico. Eso no supone ningún avance en cuanto a la ciencia ficción en realidad. ¿Por qué la CF experimenta un supuesto declive? ¿Está en el temor del futuro? Si es así, ¡vaya «pasado» nos está proporcionando la fantasía de hoy, no sólo la épica sino también la heroica! ¿Qué sucede entonces? Pensé que hablarías un poco de eso, dado que te había llamado la atención ese tema durante la Hispacon.

    Por otro lado, yo soy de una gran variedad de lecturas. Igual disfruto Crepúsculo que Don Quijote, palabra. Y me gusta la space opera igual que me gusta la CF más densa. Lo que me gusta es, en sí, la capacidad de una historia para engancharme y no suelo ponerme muchos obstáculos previos para ello. Claro que hay temas que me echan para atrás de antemano, como a todo el mundo, pero son bastante pocos.

    Con respecto a lo que planteas, tengo la impresión de que el gran público no diferencia fantasía de ciencia ficción. Para ese gran público un mago y un robot viene a caer en el mismo caldero y no creo que se cuestionen mucho el asunto. La fantasía pura es más antigua, pero la ciencia ficción ha sido muy popular en el pasado reciente y cuando le preguntas a un lector/espectador corriente sobre qué es Star Wars o Harry Potter te dirá «ciencia ficción, claro». Si le dices, ¿no es fantasía?, te dirá, sí, eso, fantasía, ciencia ficción. No hay distingos para ellos. Somos nosotros, los aficionados a esos géneros los que solemos distinguir entre géneros, subgéneros y demás.

    Stardust, la película, era claramente fantasía para mí. Para mi marido fue una estupenda historia de aventura y romance que disfrutó plenamente y que volvería a ver. ¿Fantasía? Sí, claro. ¿Ciencia ficción? Pues de tanto escucharme me habría dicho «creo que no, ¿verdad? No hay robots» y sólo porque es mi pareja, ojo.

    (Voy a leer tu artículo, se ve interesante. Y por favor, sigue escribiendo, por supuesto. Perdona mi rudeza)

  8. Laura:
    Espero no defraudarte con la reseña sobre «Avatar». Déjame un comentario, si a bien tienes. No fuiste ruda. No me llamaste «matoncete». Por cierto: la primera ley, tanto del escritor como del dibujante-guionista, es lee de todo. En todo hay una historia.
    ¡Otro Replicante! ¿Quién ha dicho que la fantasía épica es infantil? Se cometen asesinatos. Hay violencia. En la que conozco, por lo tanto, de la que puedo hablar, situaciones como la de «Reservoir Dogs» (feos sentimientos, lenguaje soez, sadismo sibarita) no se dan. ¿He logrado aclararte ese punto?

  9. Pero es que la premisa «La idea/imagen que se trastala a la población es, pues, que la fantasía (que, en justicia, es TODO: la etiquetación por géneros parece cuestión de estrategias comerciales) son enanos, elfos, orcos, princesas… etc.» se puede trasladar igualmente a la ciencia ficción… ¿qué es lo que el público percibe sobre la ciencia ficción?¿A Lem?¿O más bien Avatar?¿o Transformers? Desde luego las obras más populares de la ciencia ficción de estos últimos años no dan muy buena imagen del género, y muchas de ellas repiten, punto por punto, el mismo esquema con «un héroe, una leyenda que indique el camino de la rectitud y sea el paladín que se enfrente al dragón, una entidad carnal a la que poder asestar puñaladas», sea este dragón un robot gigante o una corporación que asola Pandora.

    El problema de este artículo es que apenas necesitaría unos retoques para convertirse en una defensa de la fantasía, criticando la peor ciencia ficción garbancera.

  10. Padawan: tu razonamiento es correcto. La percepción del género es la que traslada las pantallas. Como lector también «en la pomada», sabes qué vasto es. Y te ofende que se circunscriba a unos pocos y espectaculares ejemplos de Hollywood, donde los FX grandiosos suplen los graves defectos de la trama.

    Risingson: en la que la crisis económica me permite, o sea, relecturas. Si he podido escribir una reseña sobre «La carretera» es porque me lo regalaron por Reyes. ¡Así está la cosa!

  11. Hola a todos:
    Buen artículo, pese al contraste de pareceres, y estupendo hilo de comentarios. Quería comentar algo: creo que los que estamos «dentro» del mundillo o fandom sobrevaloramos su influencia. En el fondo, somos cuatro gatos y la opinión del público mayoritario es la que es, y como bien decís más arriba, la percepción del género depende del último éxito cinematográfico.
    La fantasía es un género muy amplio, sí, demasiado, quizás. Por eso caben tantas etiquetas.

  12. Cierto que se escribe «géneros del ayer», etc. Pero también (y permitidme la pequeña vanidad):

    «Para concluir, al margen de las diferencias de pareceres más o menos irreconciliables, la verdad es que hacen falta más reflexiones como la de Antonio Santos. Es necesario poner el dedo en la llaga de muchos asuntos;»

    Caramba, que JMB ha dado plenamente en la diana.

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