El ruido del camión de la basura no podía amortiguar la monótona cantinela del serrucho atravesando la carne y los huesos.
Inmerso en su tarea, se embelesaba contemplando la libertad que adquirían los elementos al descuartizarlos, al desparramarse, descomprimidos, sobre la mesa.
Ya había forrado por completo las paredes de las habitaciones, y también los muebles. De hecho, estaba a punto de terminar de encuadernar todos los volúmenes de su biblioteca. Y aún le sobraban los cadáveres de cinco personas.
De esta manera, rodeado por completo de carne, vísceras y huesos, aspiraba a sentirse protegido, en calma; igual que dentro del útero materno.
Me encantó, sobre todo esa última frase.
Muy buen microrrelato.