Farmer: adiós al primer posmoderno de la cf

Philip Jose Farmer, uno de los grandes de la cf de los años cincuenta y sesenta, falleció ayer apaciblemente en su casa, según un comunicado de su página web. La carrera del longevo Farmer (nació en 1918 en Indiana) es una de las más difíciles de caracterizar del género: escribió cf estricta, pastiches de todo tipo, una serie inclasificable como El Mundo del Río, rompió tabús sobre religión y sexo…  A mi juicio, todo ello puede concentrarse en una etiqueta al uso, pero que para alguien que comenzó a publicar en 1952 le convierte en pionero: la de posmoderno.

Farmer fue el primer escritor que de manera consciente e intensiva retomó mitos contemporáneos para hacerlos suyos, enriquecerlos y actualizarlos. No siempre con acierto, pero en todos los casos con un notable cariño y una auténtica profesionalidad. Eso le permitió, por ejemplo, ser el autor escogido por los herederos de Edgar Rice Burroughs para escribir la única continuación de Tarzán autorizada. También se atrevió con Sherlock Holmes -firmando la obra como John Watson-, con J.H. Rosny-Ainé, Julio Verne, Herman Melville o con Kilgore Trout, un autor de cf imaginario creado por Kurt Vonnegut del que Farmer tomó un título para escribir la novela completa, Venus en la concha (1975).

Sin embargo, todo ello cristalizó en particular en su serie del Mundo del Río, un planeta en el que todos los habitantes de la Tierra aparecen tras su muerte, jóvenes y sin mayores recursos. La creación de una nueva civilización, trufada de personajes históricos retomando papeles protagonistas, centra las interesantes A vuestros cuerpos dispersos y El fabuloso barco fluvial (1971), si bien la serie degenera progresivamente en sus sucesivas continuaciones, en una de las confirmaciones tradicionales de una regla de oro de la cf: no expliques el fascinante mundo que has creado, pues posiblemente lo estropees.

La serie de los niveles -de la que en castellano sólo se publicaron las dos primeras y en distintas editoriales, El hacedor de universos (1965) y Las puertas de la creación (1966) – o la de el mundo de día -traducidas Mundo de día (1985) y Rebelde del mundo de día (1987)- también fueron éxitos editoriales. De hecho, es curioso que en los setenta Farmer fuera en el entorno de la cf española uno de los autores con mayor seguimiento y un importante número de traducciones, mientras que hoy no puede encontrarse en las librerías más que A vuestros cuerpos dispersos, su único premio Hugo de novela, en edición de La Factoría de Ideas.

También consiguió un Hugo al principio de su carrera, como escritor más prometedor, gracias a Los amantes (1953), la novela sobre una relación entre un humano y un extraterrestre que es considerada como la primera brecha en el tabú sexual en el género -aunque hoy la novela parezca de hecho un poco naif-. Esa brecha la ampliaría más brillantemente en los relatos de Relaciones extrañas (1964), en insistiría en ella en Carne (1975). De hecho, Farmer se introdujo en el territorio de las novelas semipornográficas con una serie parcialmente publicada en España por Anagrama, con títulos como La imagen de la bestia (1968) o ¡Cuidado con la bestia! (1969).

Personalmente, guardo sobre todo buen recuerdo de algunos de sus relatos. Con "Jinetes del salario púrpura" demostró que sus ganas de provocar y reinventarse no tenían límite, al firmar el relato más salvaje de la antología rompedora Visiones peligrosas (1967), y consiguió su otro premio Hugo. Igualmente memorables son "Las ruinas de mi cerebro" (1972) o "La sombra del espacio" (1967).

Paco Taibo, con el que compartía amistad y afición por los clásicos del pulp, manifestó en varias ocasiones su deseo de traerle a España para la Semana Negra, pero la avanzada edad de Farmer nunca lo hizo posible. Le describía como un anciano inagotablemente inquieto y alegre, con la curiosidad siempre alerta. Se marchó, aunque en su caso sí sabemos dónde estará ahora: recorriendo río arriba, hacia las fuentes, un mundo en el que todos sus mitos se le unirán en la aventura.
 

9 comments

  1. Nunca había pensado en Farmer en esos términos y razón no te falta. A mi es un autor que nunca me ha llegado a calar, pero reconozco que las dos primeras novelas de El mundo del río forman una novela de aventuras apasionante. Un clásico a la altura de las grandes obras de Dumas, London o Salgari.

    Descanse en paz.

  2. En su colección de relatos que aquí se publicó como «El mundo del rio» tiene un cuento que creo que se titula «La patrulla del amanecer» sobre ancianitos en una residencia que salen de noche a buscar sexo que es de lo más descojonante que he leído en mi vida.

  3. En realidad, el cuento se titula «La patrulla del amanecer de Henry Miller«. Henry Miller, ahí es ná.
    Yo me descojono con «El Niño Podrido de la Jungla pasa de todo».
    Si no fuera por el Mundo del Rey, no estaría aquí. Literalmente.
    Una pena. Cada vez nos quedan menos de los grandes.

  4. Ésta debería ser una regla de oro no sólo de la CF, sino de cualquier contador de historias: «una de las confirmaciones tradicionales de una regla de oro de la cf: no expliques el fascinante mundo que has creado, pues posiblemente lo estropees.»

    Hoy se viola a menudo.

  5. Tampoco lo había pensado en estos términos… debe ser porque tengo estima por Farmer aunque no es santo de mi devoción, y la etiqueta «posmodernidad» la uso como eufemismo de buena parte de lo que detesto.

    Sin embargo es taaaaaan difusa en sí misma como etiqueta, tan multiforme, que rara vez tengo claro qué es lo que quiere decirse con ella. Así que reflexionando un poco más de lo normal, para así sacarme los prejuicios que pueda aunque sea momentaneamente, sí, me parece que encaja bien Farmer dentro de la etiqueta.

    De hecho incluso suaviza las «aristas» que me suelen molestar de la posmodernidad. Farmer era un escritor de prosa juguetona, lo que en mi tierra se denomina un sinvergonzón, de hecho todo el colorido que nunca he sido capaz de apreciar de autores como Vance he creido encontrarlos por contra en Farmer. Los primeros libros de Mundo Río son una muestra, pero en ese sentido me quedo de largo con Amantes. Una novela muy fresca y cachonda, que encaja perfectamente con la posmodernidad no amanerada, que bebe de lo sencillo y popular sin carecer de sofistificación. Y todo sin caer en el manierismo ni la arificiosidad entendida como lo sofisticado, ese pozo sin fondo en el que se suele caer desde la posmodernidad con mucha facilidad.

    La verdad es que en el momento que escribo es ciero que le veo un parecido a Vonnegut, menos estético si acaso que este, pero sí, claramente posmoderno.

    Dios, Dios, Dios, sólo falta que en mi madurez me haga un enamorado de la posmodernidad. Joer, me lo avisaron hace años cuando me vieron disfrutando con un libro de Auster… Ains.

  6. Muy interesante, sí, esa visión de Farmer como posmoderno. Da para un análisis mucho más profundo.
    Recuerdo otro título suyo que me gustó en su día precisamente por todas sus cualidades posmodernas: Venus en la concha, escrito a cuatro manos con el inmenso autor Kilgore Trout. Por cierto, que he ahí una relación directa con Vonnegut.

  7. Más que posmoderno, un término adecuado para describir gran parte de la obra de Farmer sería «fan-ficción».

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