Es de agradecer la abundancia de novedades publicadas en la última década dentro de las colecciones de género. Pero si se tiene un ritmo de lectura entre medio y bajo y, además, se pica de varios géneros, lo más probable es que se haya perdido un porcentaje importante de ellas. Para que se hagan una idea, compré Madrid al poco de salir a finales del año 2007. Guardaba un grato recuerdo de los cuentos de Daniel Mares recopilados en su colección En Mares extraños y de dos de sus novelas cortas: «Seis» y «La máquina de Pymblikot». Una producción que, en su mayoría, compartía unos personajes que buscaban satisfacer sus más oscuras pasiones, un sentido del humor muy característico tirando hacia el negro, un uso de un lenguaje directo, una intriga muy medida… Pero por H o por B esta novela terminó olvidada en la parte oculta de la Pila, de la que salió en una reciente reordenación. El mal del comprador de libros compulsivo.
Lo primero que llama la atención de Madrid es su enrevesada estructura. Su argumento, que se desarrolla en un Madrid de dentro de unos siglos, muy semejante al actual, está fragmentado en cuatro narraciones que siguen a un conjunto de variopintos personajes: el detective Lara, en serios problemas tras el asesinato de la prostituta que frecuentaba y sospechoso de ser un pedófilo; TAB, un soldado con una inteligencia inversamente proporcional a su talento para la guerra y la destrucción masiva; Ziggy, una psicóloga involucrada en una extraña historia con un veterano de las Fuerzas Coloniales recién llegado a la ciudad; y Blitz y Raus, dos ultras a punto de contemplar el partido del siglo: un Madrid-Barça en la final de la Copa de Europa. Cada uno con una voz y unas ideas identificables per se. La peculiaridad está en que tres de esos relatos se narran a través de la segunda persona. El resultado es una inmersión total a través de un desdoblamiento de la personalidad (el personaje que sigue a los protagonistas y lo que viven estos en sí), que se revela fundamental para la trama: el narrador principal es un telépata que juega con su interlocutor (y con el lector) introduciéndole en la mente del resto de protagonistas llevándoles de un lado al otro, manipulándoles y manipulándonos, burlándose de ellos y de nosotros, confundiéndoles y confundiéndonos… Una herramienta muy inteligente mediante la cual Mares construye un rompecabezas que gana interés a medida que cristaliza y que, por el camino, exhibe la omnipotencia del narrador.
Este puzzle se ve potenciado por el fraccionamiento temporal de la novela. Aunque transcurre durante el día del partido, salta adelante y atrás en el tiempo retorciendo la comprensión de un lector que debe servirse de un reloj situado al comienzo y al final de los diferentes capítulos para organizar su mapa argumental. Por fortuna es una situación eventual y, con la trama en parte desplegada, es muy fácil situar lo que ocurre. De hecho al llegar a la mitad de la novela (breve para el estándar actual), cuando las piezas comienzan a casar, la sensación de fragmentación disminuye.
Sin embargo llegado este punto, cuando ya se había delimitado un sendero y el lector había conseguido una (cierta) comprensión, Mares rompe de nuevo el sustrato a través de una serie de giros que retuercen Madrid hasta un punto extremo y transmutan la propia esencia de la historia. En ese momento la novela, un thriller de intriga en el cruce de caminos entre el cyberpunk más heterodoxo y el policíaco más oscuro, pasa a convertirse en una obra de acción desopilante. Una ruptura en la que un servidor perdió casi todo el interés al iniciarse una ensalada de tiros que se podría haber resuelto en dos páginas pero que se extiende, y se extiende, y se extiende…
Si a esto le unimos unas explicaciones excesivas sobre la naturaleza de la telepatía y la teleportación, que lían más la madeja (cuando no eran tan necesarias), Madrid me deja una sensación ambigua. Por un lado es una lectura atractiva para lectores que gusten de argumentos alambicados aderezados con un narrador y unos personajes poco comunes. Por otro es una narración irregular que depara tantas luces como sombras. A ratos demasiado colorista para el lector alejado del género, a ratos demasiado retorcida para el aficionado extremo a la ciencia ficción. En todo caso, merecía mejor suerte que el olvido en el que parece haber caído. En mi caso, en el fondo de la Pila.
One comment
Comments are closed.