¿Teatro de ciencia ficción? Sorprendentemente, sí. A veces uno piensa que algo no existe, pero si busca… Además, no sólo es teatro, sino que pertenence al ingenio de Ricardo Baroja, pintor, grabador y escritor, Premio Nacional de Literatura en 1935, amén de hermano del archiconocido novelista Pío Baroja. Con portada de Julio Caro Baroja cuando tenía doce años y prólogo de Ramón María del Valle-Inclán, nos encontramos ante una pequeña joya casi olvidada.
Nada que ver con las aventuras de tipo juvenil del coronel Ignotus o del capitán Sirius. Esta es una ciencia ficción madura de la cual, ya el sobrino, Pío Caro Baroja, observa el parentesco con Brave New World (Un mundo feliz, 1932) de Aldous Huxley. Veremos más adelante las similitudes y las diferencias con este clásico del género.
En El Pedigree, a través de tres jornadas, vemos la historia de un futuro donde se controla la procreación humana con la finalidad de mejorar la estirpe en busca de un superhombre, un Zoroastro. Para ello se separa a mujeres y hombres en edad de procrear y se les empareja para la época de celo según fines de selección natural. De ahí, precisamente, el título, que muestra esa animalización que está sufriendo la humanidad en esta cacotopía.
La llegada al gineceo de Eva, ejemplar cercano al ideal de perfección de este mundo futuro, va seguida de la llegada de Medoro, el joven ajeno a ese mundo, el outsider, que aquí es un chulapo madrileño de los años veinte, que persigue a Eva para casarse con ella y disfrutar de una jugosa herencia que la joven va a recibir de un familiar. Medoro permite el salto al momento contemporáneo del escritor y posibilita la crítica de ambos sistemas, pues a la vez que engloba en su persona lo peor del hombre del siglo XX, también da muestra de los errores de la distopía futurista de El Pedigree.
Gracias a un controlador de voluntades, la directora del gineceo, Melponeme, y el Asesor Mosco consiguen disuadir a Medoro en su empeño de casarse con Eva y llegan a un trato: le casan con la gorila Sahara y a cambio recibe la herencia de Eva. La ironía no termina en este punto, pues se añade un epílogo donde se anuncia el nacimiento de Zoroastro, surgido de la mezcla de la estirpe de Medoro y la gorila con la de Eva y Laurentino, el ejemplar que destinaron para procrear con la joven.
Las similitudes con Huxley se perciben a simple vista. En la obra del inglés también hay un control de la humanidad, aunque en este caso es más biológica; también se usan nombres griegos (en Un mundo feliz había tres clases: los alpha, beta y gama); también se inserta un cuerpo extraño en ese mundo distópico, aunque el de Huxley se asemeja al buen salvaje, poco que ver con el bravucón y pendenciero Medoro.
La principal diferencia es el tratamiento sistemático del mundo realizado por Huxley frente a los vacíos que deja Baroja en el suyo. Además, mientras que Un mundo feliz mantiene una forma ensayística y El Pedigree teatral, una tiende a la seriedad y la otra al humor, porque, como señala Fernando Durán López en el completo análisis que hace de esta obra, “Ricardo Baroja rechaza la tentación de realizar un completo análisis del rumbo de la humanidad y se deja llevar por un humorismo no demasiado agrio, sin dar a su fábula mayor trascendencia que la de un juguete cómico” (DRACO, 5-6, 1993-1994, 38). Huxley, por contra, realiza un uso coherente de la ciencia para demostrar sus fines ideológicos y su fin trágico corrobora la visión negativa del futuro, que en Baroja es el humor absoluto.
Otras diferencias se encuentran en que en Huxley la fecundación es invitro (extrauterina), y en Baroja la fecundación es humana, pero se despoja a la criatura de la madre nada más nacer. En Huxley la sexualidad está orientada sólo al placer, en Baroja controlada sólo para la reproducción y el celo se reduce a una sola época del año. Este comedimiento de la promiscuidad también se observa en Ape and Essence (Mono y esencia, 1948) de Huxley.
La obra de Baroja mantiene una base filosófica, y él mismo lo indicó al representar sus fuentes no sólo en las cuatro estatuas que dominan el fondo de la escena en la jornada primera, sino que en la Autocrítica (que no tiene desperdicio), inserta entre la jornada segunda y la tercera, dice que ha leído a Wells y a Shaw, pero que “El Pedigree es consecuencia de leer a Metschnikoff y a Vacher de Lapouge, a Nietzsche y a Darwin, ni más ni menos” (BAROJA, 1988, 120). Los dos últimos no creo que requieran explicación, pero los dos primeros sí. Metchnicoff, discípulo de Pasteur, fue famoso por su teoría de la fagocitosis, referente a la forma de nutrición e ingestión del cuerpo humano; y Vacher de Lapouge fue precursor del nacismo, teórico del darwinismo social y antroposociólogo que se basaba mucho en la craneología.
En esa autocrítica mencionada también señala Baroja el carácter pesimista de su obra teatral, de esa sociedad futura que ha fracasado en su afán de perfeccionar al hombre. Y ha abandonado el amor, el patriotismo, las religiones, la industria o la literatura. Es sarcástico al mostrar el error de las pretensiones de Mosco y Melpóneme con sus criterios de selección natural y afirma en la autocrítica: “Es necesario injertar en la humana especie estupidez, ambición, egoísmo, enfermedad, todos los defectos de la morralla actual, y además, añadir sangre de mono, para que al cabo de miles de años se produzca el nuevo Zoroastro” ( BAROJA, 1988, 119-120). Con este argumento justifica el final de la obra.
De ello concluye acertadamente, en otro artículo, Alberto Sánchez Álvarez-Insúa cómo “Ricardo Baroja llega a la sorprendente conclusión de que la eugenesia humana está condenada al fracaso si no tiene en cuenta el factor animal”. Por lo aquí expuesto, se observa cómo la gorila Sahara es la clave de la obra.
Destaco también la didascalia que aparece entre la escena VII y VIII de la jornada primera donde Baroja, muy propio de él, arremete a varapalos contra los empresarios teatrales, y, posteriormente, en la aclaración sobre el origen de Medoro -que aclarar aclara poco-, expone sus prejuicios contra el turismo.
Los nombres de los personajes son representativos, como explica Sánchez Álvarez-Insúa (2004, 536). Fuera del heterónimo del autor en el prólogo, Juan Alberto Nessi, que es otra forma de demostrar su autoridad sobre el texto, los personajes de la obra toman sus nombres de la mitología y las ciencias naturales o la astrología. Así, Eugenia -noble raza en griego- se relaciona con la eugenesia, idea que mueve la historia de El Pedigree. Casiopea es la madre de Andromeda, Codomano es el apodo de Dario III, rey persa derrotado por Alejandro Magno, etc.
Eva, obviamente, viene de la Biblia. Es la primera mujer y madre primordial, aunque aquí su “perfección” conlleva degradaciones dado que es incapaz de hablar. Sólo durante un tiempo oímos sus pensamientos a través de la estatua de cupido. Por su parte, Medoro toma el nombre de Orlando Furioso del poeta italiano del renacimiento Ariosto.
Sin duda, muchos más aspectos se podrían resaltar de esta obra, pero eso ya lo dejo a aquellos que se aventuren en su lectura, la cual recomiendo efusivamente. Porque esa es su función, la lectura. Entra dentro de aquello que en la época se llamaba “teatro para leer”, donde el autor se resignaba a publicar teatro, sabiendo que su obra no se representaría. Baroja menciona en un punto que Pirandello debió de estar interesado en llevarla a la escena, pero tal cosa no sucedió y hasta nuestros días no ha existido nunca representación alguna de El Pedigree. Sin que haya perdido fuerza esta obra con el paso del tiempo, ¿por qué no realizar en la actualidad un proyecto para representarla?
Bibliografía
BAROJA, Ricardo, El Pedigree. Caro Raggio, Madrid, 1988.
Sobre la obra:
DURÁN LÓPEZ, Fernando, “El Pedigree de Ricardo Baroja: teatro de ciencia ficción es España”, en Draco: Revista de Literatura Española, Nº 5-6, 1993-1994, pp. 33-57.
SÁNCHEZ ÁLVAREZ-INSÚA, Alberto, “La comedia futurista, insólita y poco conocida ‘El Pedigree‘ de Ricardo Baroja”, en ¿De qué se venga don Mendo?: teatro e intelectualidad en el primer tercio del siglo XX. Actas de congreso internacional conmemorativo del 125 aniversario del nacimiento de Pedro Muñoz Seca, coord. por Alberto Romero Ferrer y M. Marieta Cantos Casenave. Fundación Pedro Muñoz Seca, Cádiz, 2004. Pp. 531-540.
Acaba de publicarse un libro de Ricaro Baroja titulado Aventuras del submarino aleán U en Ediciones 98.