Los alemanes llegaron hasta Valencia en plenas Fallas, mientras los italianos ocupaban las Baleares al ritmo de mandolinas. Unos días después, la Wermacht estaba cerca de la sierra madrileña. El Führer había proclamado que Muñoz Grandes, general de la División Azul, era el nuevo caudillo de España. Varios generales y la vieja guardia de la Falange se pasaron a su bando.
Los ingleses habían replicado ocupando las Canarias y proclamando rey a Juan de Borbón. Churchill sentenció: Franco sobra. Varios generales y los monárquicos juraron lealtad a la renacida corona.
Pero el ferrolano está tranquilo en su despacho de El Pardo, leyendo el ABC. Hasta que aparece Millán-Astray; tuerto, manco y cabreado como siempre.
-¡Paco, caudillo, la legión sigue contigo! ¡Volaremos a Marruecos y reconquistaremos otra vez España! ¡Exterminaremos a los invasores y traidores!
Su antiguo subordinado le mira y sonríe.
-No te sulfures, Pepe. Calmate y verás. En unos días el mundo nos temerá.
-Por Dios, Paco,¡Qué huevos le echas! Pero no sé si…
-Tú confía en mí.
Millán-Astray refunfuña, pero calla. Franco sigue sonriendo mientras devuelve su atención al periódico. Sabe que, hace días, al son de altavoces cantando el “Cara al Sol”, centenares de huevos se abrieron frente a sus respectivos prisioneros republicanos y cada abrazacaras encontró su pareja. Ahora decenas de camiones sueltan a los infectados por las carreteras de la sierra. Seguramente algún rompepechos ya ha salido del nido.
Cuando lleguen los alemanes, los animalitos tendrán mucho hambre.
Luego, seguirán con apetito. Pero los altavoces los guiarán hacia más comida.