Las posibilidades de la ciencia ficción, o al menos de la buena ciencia ficción, deberían de ser ilimitadas. Por desgracia, la mayoría de las veces esto no es así y el aficionado debe de enfrentarse de nuevo a historias trilladas, a temas mil veces vistos, a libros rutinarios tan aburridos como previsibles. Y, sin embargo, de vez en cuando uno topa con una novela que cumple la premisa inicial de este texto. Este es el caso de El sindicato de policía yiddish de Michael Chabon.
A priori la idea parece descabellada, una novela negra ambientada en una extraña ucronía: en los años 30, EE.UU. cedió un trozo de Alaska a los judíos europeos perseguidos por los nazis. En 1948 el estado de Israel fracasó y una nueva oleada de judíos, expulsados de Tierra Santa, se asentó en dicho territorio. Para el momento en el que transcurre la acción (más o menos la época actual), EE.UU. ha decidido revocar su decisión y la mayoría de los judíos de Alaska se deben de enfrentar a una nueva diáspora.
Este contexto, repito, bastante original y que me recuerda algo al plan nazi de ubicar a los judíos en Madagascar, es únicamente eso, un contexto. Se nos narra a trozos, de forma discontinua, apenas referencias que cruzan los personajes sobre hechos conocidos por ellos de sobra. De esta manera podemos vislumbrar una historia alternativa parecida a la nuestra pero distinta (en vez de Guerra de Vietnam ha habido Guerra de Cuba, la bomba atómica se lanzó sobre Berlín en 1946 y el Holocausto “sólo” costó dos millones de vidas judías, lo que provoca que el antisemitismo todavía sea un fenómeno potente). Aunque, en cualquier caso, aparentemente, esto no es lo que interesa a Chabon.
En efecto, durante buena parte de la novela, su autor nos introduce en una trama policíaca que, en ocasiones, puede llegar a resultar un tanto estereotipada: asesinato de un pobre desgraciado que, repentinamente resulta tener una importancia desmesurada; mafia; oscuras tramas conspiratorias; un detective alcohólico aún enamorado de su exmujer que, además, es su jefe directo; etc, etc… Como decía todos los tópicos de la novela negra pero que, aliñados con la exótica ambientación del asentamiento judío en Alaska, funcionan de una forma muy eficaz.
Decía que, aparentemente, la ucronía creada por Chabon parece tener solo una intención de mero decorado donde desarrollar una trama de asesinato con complejas ramificaciones, desplegar una historia de amor y redención entre dos personajes a los que la vida ha vapuleado a conciencia y mostrarnos la complejidad fascinante de la cultura judía yiddish en todo su esplendor (fanatismo por el ajedrez y la Torá, la discusión y el insulto ingeniosos como modo de vida, los choques entre judíos seculares y ortodoxos), destacando especialmente los tozos que describen la vida y forma de actuar de un muy peculiar crimen organizado yiddish, tan cruel como devoto, tan amigo del robo, el asesinato y el contrabando como del fanatismo religioso. En fin, un coctel realmente potente y muy bien narrado.
Y, sin embargo, a medida que la novela se va acercando a su final, el lector se da cuenta de que el componente de ciencia ficción empieza a primar por encima del policíaco. Porque a partir de cierto punto ya no interesa tanto saber quién es el asesino sino averiguar la trama oculta en la que se ve envuelta esa muerte. Y esa trama oculta es, como suele ser común en las ucronías, un reverso tenebroso de nuestra propia historia reciente que nos permite comprender mejor el mundo en el que vivimos al vernos reflejados en un espejo deformante que, paradójicamente, nos ayuda a ver más claro.
Y es que, gracias a El sindicato de policía yiddish, uno comprende mucho mejor temas como el 11S, el conflicto árabe-israelí y la forma de actuar de determinados gobiernos estadounidenses. En ese sentido, la novela es una auténtica joya plena del verdadero espíritu de la ciencia ficción: a través de sus trucos (en este caso una ucronía, pero podría haber sido una space opera o un viaje en el tiempo) hacer luz en nuestra realidad cotidiana de una forma crítica y no dogmática.
Si, además, el libro está muy bien escrito, la trama perfectamente armada y los protagonistas muy bien trazados (aunque, en ocasiones, la caída en los tópicos de la novela negra puedan molestar), uno se encuentra ante un libro redondo que merece la pena leer, comentar, discutir y, ante todo, conocer. La buena ciencia ficción, y este libro lo es, no debería ser más apreciada por el gran público que por los supuestos aficionados al género que, en demasiadas ocasiones, parecen desear más esos libros rutinarios y trillados de los que hablaba al principio del artículo.
me lo apunto, y eso que lo descarte por no terminar de convencerme al creer que lo central de la trama era la ucronía y nada más
Tengo bastante reciente la lectura de esta novela y no comparto tu entusiasmo. No es que caiga en los tópicos de la novela negra, es que Chabon imita el estilo de Raymond Chandler de forma bastante fiel. Incluso el protagonista tiene un algo de Marlowe. El caso al que se enfrenta podría ser uno de los suyos. Eso no tiene por qué ser malo.
De hecho, esa parte me gustó, porque Chabon escribe muy bien aunque caiga en el barroquismo con demasiada frecuencia. Lo que me fue dejando muy frío a medida que avanzaba la novela fue precisamente la trama político/histórica. Precisamente porque ya me olía que se acercaba ese juego tan típico (e inevitable) de las ucronías, de acabar hablando de nuestro propio mundo. Y también porque complicó una trama que funcionaba muy bien en su sencillez.
Me recordó en varios puntos a «La conjura contra América», y no precisamente en los positivos.
A favor, que el escenario que propone Chabon no es la típica tontada ucrónica de «el sur gana la guerra civil americana» o «la armada invencible conquista Inglaterra». Es una propuesta original y el autor no se detiene en detalles innecesarios.
¿Las «típicas tontadas ucrónicas» no corresponden a novelas que en su momento marcaron un hito?
Laura, quizá me he explicado muy escuetamente. Por «típicas tontadas ucrónicas» me refiero a puntos de partida para construir historias ucrónicas basadas en una batalla. Soy licenciado en Historia y me molesta profundamente que se reduzca algo tan complejo como la historia victorias y derrotas militares.
Un ejemplo: aunque España hubiera ganado la batalla de Rocroi, la Monarquía Hispánica tenía sus días contados como estado hegemónico por múltiples motivos. Puedo decir lo mismo de la premisa de la Armada Invencible que sí llega a invadir Inglaterra y en el siglo XX todo el planeta está dominado por España. O «Roma eterna», donde el Imperio Romano llega hasta nuestros días. Se trata de escenarios altamente improbables construidos sobre premisas básicas débiles. Con absoluta independencia del resto de valores literarios de la obra.
Por ejemplo, en «La conjura contra América» está bien retratado el clima de antisemitismo de la América profunda. Pero cuando llegas al final y te enteras cómo se ha montado todo, la explicación de por qué y cómo llega Lindbergh al poder… yo monté en cólera.
Otra cosa que me molesta de las ucronías (creo que es el momento de confesar que no me gusta el género) es que se nota a la legua cómo cada cual gana en la ficción sus batallas personales: este hace desaparecer el Islam, el otro perpetúa el Imperio Británico, aquel mata a Franco antes de montar en el Dragon Rapide, otro más hace a Napoleón emperador del mundo entero… y se descuidan otros aspectos en la prisa por refolizarse en esa realidad alternativa en «la que ganaron los mios». Pero vaya, es una manía personal e intransferible.
Para mí, un buen ejemplo de ucronía bien construida y creíble (hablo de aspectos puramente históricos) es Patria, de Robert Harris.
Mario, me parece haberte leído muchas veces eso de «como soy licenciado en historia, me molestan las ucronías». Y eso no lo entiendo. Ya no digo el argumento de autoridad implícito (hablar de una novela de ficción partiendo de conocimientos no ficticios, por así decirlo), sino que, por ejemplo, es como decir que un ingeniero informático no pararía de sacar fallos a una novela cyberpunk. O que un psicólogo no sería capaz de disfrutar de Pórtico. O que un licenciado en física o en humanidades no sería capaz de disfrutar de Stargate SG-1.
Risingson, me lo habrás leído en la crítica de «La conjura contra América». Reconozco que son manías personales. Cada uno tiene las suyas.
Y no hay la menor pretensión de argumento de autoridad, no soy quien para tal cosa y menos en un país en el que hasta los barrenderos son licenciados en Historia, sólo pretendo explicar por qué me rechinan algunas cosas. La gente que tiene formación en ciencias duras a veces tiene problemas para tragarse algunas novelas de CF que se toman demasiadas libertades. Yo lo comprendo, enfrentarse a una historia, a cualquier historia (en novela o en cine) requiere siempre un cierto grado de complicidad y la asunción de que lo que te están contando no es la realidad. Pero si la cosa te toca de cerca, ese distanciamiento puede resultar jodido porque hay cosas que no pueden evitarse. Esa limitación es tuya (quiero decir, del espectador) y no del que ha creado la historia.
Por otro lado, estoy seguro de que el debate es lo bastante amplio como para que apartemos de él a mi poco interesante persona.
De hecho sí he notado que muchos profesionales formados en ciencias físicas encuentran muy difícil suspender su indredulidad con una gran parte de las novelas de ciencia ficción que más libertades se toman a ese respecto, por cierto…
Conozco un colega escritor que es licenciado en historia igual que tú y de hecho, historiador en ejercicio, pues ha realizado numerosas investigaciones específicas de importantes periodos de la historia nacional de mi país y cuenta en su haber numerosas publicaciones. Pero, cuando se inclina por la literatura, le encanta la CF futurista. Precisamente porque, como él mismo explica, se le hace muy cuesta arriba suspender la incredulidad cuando de historias «históricas» del pasado se trata.
Aprecio tus observaciones. No se necesita ser historiador o conocedor para pensar que una simple batalla puede no cambiar la historia de manera dramática. Quienes han disfrutado de algunas de esas ucronías, sin embargo, suelen fijarse en otras virtudes literarias y también pueden concederle al autor su pequeño ejercicio intelectual.
¿No sería interesante una ucronía no-ucrónica? (Si existe, apúntenla) Me refiero a una historia donde se cambian varios hechos del pasado de forma dramática y sin embargo, las consecuencias a largo plazo se mantienen iguales siguiendo distintos derroteros… ¿Existe?
Bueno, yo también soy licenciado en historia y estoy de acuerdo con Mario en que muchas de las premisas que hacen cambiar la historia en las ucronías (puntos Dumbar creo que se llaman) son muy débiles. Quizá la más exagerada sea la presentada en «Lo que el tiempo se llevó» de Ward Moore (premisa: el Sur gana la Guerra de Secesión) donde la simple posición de una compañía de infatería sudista en la batalla de Gettysburg cambia toda la guerra.
Sin embargo eso no me impide disfrutar del género aún sabiendo esas limitaciones. ¿Por qué? Porque lo que me parece interesante es ver si la sociedad resultante de ese punto Dumbar concreto es coherente y tiene algún tipo de interés. Y en las grandes ucronías eso ocurre. La idea básica de «Lo que el tiempo se llevó» es flojísima, pero la visión de unos E.E.U.U. empobrecidos y tercermundistas después de haber perdido la guerra está muy bien trazada y es poderosa.
Con la novela de Chabon me pasa lo mismo, la idea de un enclave judío semi-independiente en Alaka es original pero tiene su punto de absurdo (el propio antisemitismo estadounidense de los años 30 fue el que hizo que este país no moviese un dedo mientras Hitler hacía de las suyas, como para regalarles un territorio a los judíos). Pero la forma que tiene Chabon de utilizar ese escenario para reflexionar sobre muchos de los problemas actuales me parece brillante. Es lo que le pido a una ucronía, y mi yo de licenciado en historia no me suele dar mucho la lata al respecto.
A fin de cuentas sigo disfrutando de «La Guerra de las Galaxias» aunque sepa de sobra que las batallas espaciales son más propias de la Segunda Guerra Mundial (cazas aerodinámicos en el vacio, explosiones donde no hay oxígeno, rayos laser de colorines que debería de ser invisibles, etc, etc) que del espacio profundo. El sentido de la maravilla me puede.
«El sindicato de policía yiddish» es una ucronía y una novela negra a partes iguales. Las ucronías me encantan y la novela policiaca me daja frío. Quizá eso explique mi crítica, pero no es menos cierto que esta página se dedica a la literatura fantástica y creo que la parte ucrónica es la quee debería de primar aquí a la hora de analizar este libro. Sin olvidar que los topicazos de Chabon sobre su detective son tan paródicos que a veces parece que se está cachondeando del lector..
No es por atribuir autoridad historiográfica a una novela (aunque sea premio Pulitzer), pero en _Ángeles asesinos_ de Michael Shaara, que trata sobre la batalla de Gettysburg, la hipótesis es precisamente que el ejército sudista, que partía con ventaja, pierde la batalla porque permite al ejército nordista ocupar el terreno elevado. También detalla de forma convincente por qué Gettysburg es el punto de inflexión de la Guerra de Secesión.
Es posible, pues, que el punto de cambio de Ward Moore en _Lo que el tiempo se llevó_ sea exagerado, pero desde luego es una exageración compartida al menos por la que quizá sea la mejor novela sobre el tema (y sospecho que esta coincidencia se debe a que existe -o existía- un consenso bastante amplio al respecto).
Conozco esa tesis historiográfica muy bien expuesta en la novela (magnífica todo sea dicho, menos mal que hay editores que se atreven con ese tipo de libros ;) pero, lo malo en historia es que, a diferencia de la física, no es tan fácil llegar al consenso y los historiadores disfrutan más que un fandomita con una buena pelea.
Otra corriente asegura que la guerra no se ganó en Gettysburg, ni siquiera en el teatro de operaciones del este. La guerra se ganó cuando el Norte impuso un bloqueo naval eficaz contra el Sur desde el principio de la guerra, lo demás era simple cuestión de esperar.
Otros en cambio dan mayor importancia al teatro de operaciones del oeste, Misissippi abajo, donde Grant y Sherman le partieron el espinazo al Sur en una campaña que, en ocasiones, presagiaba la Primera Guerra Mundial (claro, ahí no estaban Lee, Stuart, Jackson y demás estrellas confederadas), ya sabeis el asedio de Atlanta y la marcha de a sangre y fuego de Sherman por Georgia.
Como se ve, opiniones para todos los gustos. A mi, en concreto, lo que me gusta del libro de Moore no es precisamente como el sur ganó la guerra si no como quedo el mundo y en concreto el Norte a raíz de ese cambio. Y ahí el libro funciona muy bien.
Creo que lo que hay que pedir a una novela que trata sobre una ucronía, es que se relaten las consecuencias que ha provocado esa realidad alternativa, así como las diferencias que habría con respecto a la historia real: los cambios políticos, económicos, sociales, etc., no sólo a nivel local sino también las repercusiones internacionales. Además también habría que hacer mención (si se produjeran) a nuevos avances tecnológicos y descubrimientos científicos.
Muy poco de todo eso hay en esta novela.
La trama para volver a crear un estado judío sólo se deja entrever al final del libro y además apenas se dan explicaciones de cómo se va a llevar a cabo esa supuesta invasión. Describir en tan sólo unas pocas líneas que se destruye la mezquita de la roca, que en la confusión luchan distintas facciones musulmanas y aprovechando la situación unos pocos miles de judíos infiltrados con apoyo USA (sin explicar apenas cómo) se adueñarían del territorio, es tan poco creíble que parece un insulto a la inteligencia.
Tampoco convence el papel del milagrero en todo este asunto. Resulta que él tendría que ser uno de los cabecillas que guiara al pueblo judío hacía el nuevo estado, sin embargo, muere pero no importa, pues todo se lleva a cabo sin su presencia. Creo que no tiene mucho sentido.
Respecto al tema del ajedrez, la resolución es de pena. Tanta presencia que tiene el ajedrez en la novela hace entender al lector que algo espectacular será finalmente desvelado. Chabon lo resuelve de la siguiente manera: una vez que nuestro protagonista detective hace las paces con su exmujer y se acuesta con ella, en ese momento siente una iluminación especial que le lleva a darse cuenta que la partida de ajedrez en la habitación del crímen no era una partida sino un problema y que el inhalador vicks no era una reina sino un caballo y así de golpe se descubre al asesino del milagrero. ¡Pero que decepción, que poca imaginación, que ridículo más espantoso!.
La trama de la novela y cómo se desenvuelve la misma se cae a pedazos por todos sitios.
¿Qué es lo que hace un escritor cuando no tiene una buena historia que contar? Descripciones.
En el libro hay un abuso desmesurado de descripciones que no llevan a ningún sitio y que hacen pesada y aburrida la lectura en muchos momentos.
Se describen las calles, las tiendas, los olores de todo, el sofá viejo de la comisaría, lo buenas que están las tartas que hacen en la calle nosedonde,etc. Se nos cuenta hasta la saciedad la personalidad e incluso la infancia de casi todos los personajes, sus casas, sus familias, sus problemas, etc.
En su mayor parte todo eso es intradescente y sin interés ninguno, pero lo importante es rellenar hojas y hojas y más hojas para llegar a las 400 páginas de rigor.
Hay algunos que dicen que hay que describir y describir a los personajes para así hacerlos más creíbles,cuando la realidad es que lo único que hacen es engordar los libros (¿es una exigencia editorial?).
Este libro plantea un gran misterio.
¿Cómo es posible que haya recibido los mayores galardones del género?
¿Tan malos eran los competidores ese año?
Hola.
Rogaría al moderador que corrigiera el lapso que he tenido al escribir la palabra intrascendente casi al final del mensaje.
Muchas gracias.