Me siento bastante perogrullo al escribir esto pero… lo zombie está de moda. Basta visitar los tops de ventas de la librería Cyberdark.net para comprobar que, mes tras mes, el público demanda Zs. Desde que Almuzara golpease en el centro de la diana con la frenética Guerra Mundial Z y Dolmen publicase la mediocre Apocalipsis Z, la avalancha es imparable. Ya sea con traducciones de títulos foráneos (Orgullo, prejuicio y zombies, El alzamiento…) o nacionales (Lazarillo Z, Los caminantes…), todo tipo de editoriales se han sumado a la moda. De todos esos títulos quizás el más interesante hasta el momento sea éste.
Salvo alguna excepción que se me pueda haber pasado por alto, hacía mucho tiempo que una editorial de género que no fuese Valdemar no apostaba por una antología temática. Una fórmula que dio muy buenas muestras en lo que a la literatura prospectiva se refiere con títulos como Sexo alienígena, Extraños compañeros de cama, Transplante obligatorio,… y que nuestros editores parecían haber olvidado. En Zombies John Joseph Adams, editor especialista en antologías que ha estado detrás de títulos como Wastelands, reúne una treintena de relatos sobre muertos vivientes que ya habían sido publicados en otras antologías, colecciones de relatos o revistas con la intención de hacer la antología definitiva sobre zombies.
Si tenemos en cuenta su volumen, ha trabajado duro por conseguirlo: el libro tiene cerca de 700 páginas. Sin embargo la variedad en los resultados es tan amplia que, me temo, se ha quedado lejos del objetivo. Zombies está al mismo nivel que El libro de los muertos, la irregular antología seleccionada por John Skipp y Craig Spector, traducida por Ultramar hace veinte años. Hasta ahora la única colección de relatos que tenía a los zombies como protagonistas absolutos.
A grosso modo los relatos de Zombies se pueden clasificar en dos grandes grupos. Por un lado están los que hacen un uso más o menos tradicional de este concepto y están apegados al canon que ha popularizado el mundo del cine a partir de las películas de Romero y sus diversas variantes. Por otro, los que juegan con otro tipo de muertos vivientes o tocan este concepto tangencialmente. Entre los primeros está, quizá, el mejor relato de todos: «La foto de la clase de este año», de Dan Simmons.
Después del característico apocalipsis Z, una profesora mantiene los cadáveres vivientes de los niños de su clase de primaria encadenados a sus pupitres mientras intenta que dejen sus instintos y aprendan lo que deberían aprender dentro del aula. Una historia macabra que subvierte la educación tal y como la entendemos y que, como los buenos relatos de Simmons, resulta enormemente incómoda debido a la alienación de su protagonista, la rutina a la que se ha aferrado para sobrevivir, la crudeza con la que relata los hechos y la visión despersonalizadora de la educación que ofrece.
Otro relato interesante de ese primer grupo, esta vez desde un punto de vista más social, es «Muerte y sufragio», de Dale Bailey. Una narración que guarda evidentes puntos en común con El ejército de los muertos, la aportación de Joe Dante a la serie de televisión Masters Of Horror. En él los muertos vuelven de sus tumbas para votar a un candidato a la presidencia de EE.UU. que quiere solucionar el problema de las armas de fuego después del asesinato de una niña a la que disparó un compañero en una escuela de infantil. A través del asesor que estuvo a punto de hundir la campaña de su candidato al proponer la idea durante un debate televisivo, Bailey indaga en las entrañas más sucias de la política estadounidense mientras explora ese componente que tienen los muertos vivientes como recuerdo de un pasado que vuelve para atormentarnos. No obstante, literariamente hablando, es un tanto gris y, llegado cierto punto, la tensión narrativa decae de manera alarmante.
Esta ausencia de tensión narrativa es la mayor lacra de la mayoría de los cuentos. «El niño muerto», de Darrell Schweitzer, «El síndrome de Estocolmo», de David Tallerman, «La era de la aflicción», de Nancy Kilpatrick y muchos otros presentan este denominador común. Como le ocurre a «Las chicas ascienden hacia el cielo» de Lisa Morton, un relato que trata el tema del aborto y que, además, se cae por su propio peso por la pueril manera en que toma partido. Tampoco se puede decir que «Parto en casa» de Stephen King destaque por su emoción. Sin embargo es agradable reencontrarse con esta pieza ya presente en la antología de Craig y Spector en la que King muestra su habitual savoir faire con las pequeñas comunidades enfrentadas a un peligro que las amenaza desde dentro. En esta ocasión en la forma de la vuelta desde la tumba de los familiares de una pequeña comunidad de una isla de su estado de Maine. Más alejado del canon, pero dentro de las fronteras en las que se mueven los relatos comentados hasta ahora, está «El camino del muerto» de Joe Landslade. Un extravagante western protagonizado por un cazador de demonios, un ayudante del sheriff y un criminal en los terrenos de un monstruo a priori invencible.
Pasando al segundo grupo de relatos, es aquí donde el acercamiento desde la ciencia ficción es más abundante. De esta perspectiva destaca «Hombre de burdel», un cuento de la etapa inicial de George R.R. Martin que relata los reveses amorosos que sufre su protagonista mientras controla unos cuerpos vacíos que se utilizan bien para desempeñar todo tipo de trabajos, bien como alivio sexual. Un relato de iniciación y maduración que comparte la visión desencantada del romanticismo de algunas de sus mejores piezas breves («Esta torre de cenizas», «Una canción para Lya»), aunque con una aproximación mucho más visceral. En esta línea, aunque con unos resultados más discretos, está «Los muertos» de Michael Swanwick, que vuelve a girar sobre el uso de los zombies como trabajadores poco cualificados o meros juguetes sexuales.
Otros autores clásicos de la ciencia ficción son Robert Silverberg y Harlan Ellison, de los que Adams ha recuperado «La música del zombie». En él, a partir de la resurrección de un famoso compositor y pianista para dar conciertos, exacerban la fascinación de nuestra sociedad por los genios muertos y cómo, muchas veces, estos terminan quitándose la vida debido a la presión de la celebridad.
En otro registro más mundano funciona «Planes de emergencia zombie» de Kelly Link, si no me equivoco (triste pero cierto) el segundo relato traducido de esta autora que, en medio de una situación que sugiere más que afirma, explora cómo ha invadido nuestra realidad un mito: el de los zombies. Algo que toca también «Bobby Conroy regresa de entre los muertos», la curiosa aportación de Joe Hill que tiene lugar durante el rodaje de Dawn Of The Dead a finales de los años 70. En los decorados donde se graban las secuencias de esta película sitúa el reencuentro entre dos jóvenes que llevaban años sin verse y que experimentan una montaña rusa de sensaciones y recuerdos.
Pasando a otro tipo de muertos vivientes, hay un par de relatos que tocan la variante caribeña. El más destacado «Amanecer amargo», de Neil Gaiman, una buena muestra de sus dotes que parte del mito haitiano de las niñas del café para escribir una historia de cambio de identidad que deja un cierto desconcierto en el lector. Hay otros sobre creaciones científicas a la mayor gloria del monstruo de Frankenstein, como el insustancial «El zombie de Malthusian» de Jeffrey Ford.
Como se puede ver, hay la suficiente variedad como para satisfacer a todo tipo de paladares. Aunque no me puedo quitar la sensación que Zombies hubiese sido más gratificante con una selección más exigente que hubiera dejado fuera una docena de cuentos. Relatos que fluctúan entre lo legible y lo mediocre,que se olvidan al mismo ritmo que se leen.
Curiosamente, hace unos días apareció de la mano de Dolmen Books el equivalente español de este libro: Antología Z. Un compendio que, supongo, nos trae el apocalipsis Z a nuestra querida piel de toro de la mano de autores nacionales especializados en el terror. Habrá que ver cómo se les da el tema.
En mi opinión, el recopilador se olvida del mejor cuento de zombies: Robles de Mar de George Saunders. Está disponible en la red, gratuita y legalmente en: http://www.barcelonareview.com/20/s_gs.htm
Estoy de acuerdo con la reseña. Me pareció un libro bastante irregular… Por cierto, para los amantes del género, o curiosos de diverso pelaje, en la página web de la editorial Grupo AJEC (http://www.grupoajec.es) se puede descargar un anticipo de la novela American Zombie. Otra libro más dentro de la vorágine Z. ¿O no?
Pues a mi el cuento de Simmons sobre la clase zombi no me parece fantástico. Tenías que ver como se las gastan mis alumnos… Vamos, realismo sucio como mucho ;)