Una de mis escenas favoritas de género de todos los tiempos la escribió Alfred Bester (precisamente uno de mis autores favoritos, al que jamás perdonaré que su producción literaria fuera tan breve). Es aquélla en la que el protagonista de El hombre demolido tiene una idea genial para evitar que el “escaneo mental” al que va a ser sometido por un telépata policial deje al descubierto sus secretos más íntimos. El tipo encarga en un estudio profesional de grabación que le compongan un jingle publicitario, tan pegadizo como el de “Natillas Danone, listas para gustar, uh, uh, uuuh” o cualquier otro de los que nos machacan día sí, día también, a través de la televisión. Con la musiquilla repitiéndose una y otra vez en su memoria se presenta a la cita con el agente que, por supuesto, es incapaz de sondearle mentalmente más allá de la cancioncilla, la cual actúa como filtro distorsionador de cualquier recuerdo o pensamiento coherente.
Conviene recordar este truco por si el día de mañana algún telépata se inmiscuye en nuestra mente en busca de nuestro reservadísimo número secreto de tarjeta de crédito o de la aún más secreta combinación de la caja fuerte donde guardamos la valiosa colección de tebeos con la primera edición en español de Estela Plateada (bueno, lo que hoy llaman Silver Surfer). Y es que pronto tendremos telépatas reales a nuestro alrededor, al menos si hemos de creer el pronóstico de la profesora de neuroimágenes del University College de Londres Eleanor Maguire, cuyos trabajos sobre telepatía fueron publicados recientemente en la revista científica Current Biology.
Según lo que cuenta Maguire, un grupo de científicos de su equipo fue capaz de leer la mente de varios voluntarios mediante un escáner de resonancia magnética en un experimento sencillo pero eficaz, que consistió en mostrarles primero varios fragmentos de películas diferentes en los que aparecían actrices también distintas desempeñando tareas variadas: echando una carta al buzón, montando en bicicleta y tirando una taza de café a un cubo de basura. Mientras contemplaban las secuencias, las pautas de actividad cerebral asociadas a cada extracto fueron cuidadosamente registradas y analizadas. Después se les pidió a los voluntarios que recordaran al azar los fragmentos y los científicos fueron capaces de averiguar cuál de los extractos estaba recordando cada uno gracias a la actividad de sus respectivos cerebros, similar a la que se había grabado en el momento de ver las imágenes por vez primera.
La investigación fue incluso más allá al descubrir lo que ha sido bautizado como “memoria episódica”: la secuencia de acontecimientos del día a día que acaban constituyendo la biografía de una persona. Se trata de recuerdos estables que desencadenan la misma actividad cerebral cada vez que son rememorados, lo que permite su identificación e interpretación correcta en cada ocasión.
Sí, aún estamos en pañales pero no creo que esté tan lejos el día en el que se haga imprescindible fundar un Cuerpo Psíquico como el que aparece en Babylon 5 (y cuyo principal representante en la serie es el personaje interpretado por Walter Koenig que se llama precisamente Alfred Bester en honor al autor)… ¡si es que no existe ya y los humanos corrientes no nos hemos enterado!
Leer mentes ajenas no es un anhelo nuevo. Durante los últimos cien años aproximadamente los científicos han estado intentando establecer un mapa fiable de las capacidades cerebrales tratando de fijar entre otras cosas la memoria, cuyo funcionamiento y localización exacta siguen siendo, a día de hoy, un misterio por resolver. Y la telepatía ha formado parte de innumerables experiencias de laboratorio de entre las cuales tal vez las más conocidas sean las que giran en torno a las conocidas como Cartas Zener (del científico Karl Zener): un juego de imágenes simples y muy características (un círculo, una cruz, una estrella, un cuadrado y unas ondas) que se han empleado para intentar transmitir y recibir de un cerebro a otro.
En el caso de Maguire, los experimentos han ido por otro lado, al centrarse en la búsqueda y localización de la memoria en una pequeña área del hipocampo. Ella aduce como prueba de que se encuentra allí algunas conclusiones sobre ciertos oficios. Por ejemplo, los taxistas poseen esta zona más desarrollada que el resto de ciudadanos de Londres, según ella, porque al estar obligados a memorizar las calles, la hacen trabajar mucho más y de esa forma la agrandan. Quizás esta hipótesis explicaría el porqué de la “memoria fotográfica” que poseen algunas personas: simplemente poseen un hipocampo de dimensiones mucho mayores de lo habitual.
En todo caso, la telepatía es uno de los pocos superpoderes admitidos como lógicos o plausibles en numerosas obras de ciencia ficción que no aceptarían otras capacidades consideradas más propias de las obras de fantasía o incluso de la literatura infantil. Hay numerosos ejemplos de novelas, relatos y películas en los que se utiliza este tipo de comunicación directa, de mente a mente, o incluso formando una mente colectiva, una gestalt en la que participan numerosos personajes físicamente individuales pero interiormente uno o con tendencia a ser uno. Desde el planeta telépata Gaia de Isaac Asimov en Los límites de la Fundación hasta los personajes telépatas de las novelas de la serie de Darkover de Marion Zimmer Bradley pasando por el depresivo telépata de Robert Silverberg en Muero por dentro, el homo-gestalt de Theodore Sturgeon en Más que humano o los clásicos gemelos telépatas de Robert Heinlein en La hora de las estrellas…
Nuestro género ha tocado la telepatía casi desde todos los ángulos posibles. Tal vez me falta por leer, no sé si existe, alguna versión humorística, un poco al estilo de la comedieta romántica What women want que se estrenó en español con el título de ¿En qué piensan las mujeres? y en la cual Mel Gibson interpretaba el papel de un publicista egocéntrico y machista que por un accidente doméstico adquiere el poder de leer la mente de las mujeres. ¿No sería divertido leer las aventuras de un Flash Gordon telépata que descubre que el profesor Zarkov está secretamente enamorado de él? ¿O de un Chewbacca telépata que ve a todos sus amigos como platos suculentos que le gustaría zampar pero no puede porque lucha con ellos contra el Imperio?
Tensión, compresión y empieza la disensión.
Recuerdo el estudio de Elanor Maguire sobre los taxistas de Londres, fue bastante conocido allá por el 2003 y hasta ganó un premio:
Artículo:
http://www.pnas.org/content/97/8/4398.long
Premio:
http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_Ig_Nobel_Prize_winners#cite_ref-9
Qué buena es «El hombre demolido», qué bien mezcla todas sus referencias, qué bien escrita está, qué irónica es, qué accesible es Bester pese a sus trucos y digresiones…