El libro de las almas, Víctor Conde

Poco antes de que Víctor Conde se convirtiese en el flamante ganador del último premio Minotauro vio la luz El libro de las almas, su primera antología de relatos y un buen repaso a su obra hasta el momento. Conde se ha dejado llevar por la última moda al respecto y engarza sus relatos dentro de una historia mayor a modo de fix-up. En mi opinión, un truco absolutamente innecesario y que poco añade a la riqueza del libro. De hecho, esa trama que evoluciona a modo de hilo conductor resulta un tanto forzada y es de lo que menos me ha gustado de este volumen.

En cuanto a los relatos propiamente dichos, nos hallamos ante piezas que se elaboraron en los últimos diez años junto con algunas aportaciones inéditas. Curiosamente, estas últimas son las menos afortunadas y su lectura, en ocasiones, produce una cierta nostalgia respecto a lo que Conde escribió años atrás. En concreto, fantasías oníricas (en palabras del propio autor) como “Cartas a V2”o “Continente lluvioso” son de lo menos memorable del libro, si bien he de reconocer que, personalmente, la prosa poética no es una de mis aficiones.

Más satisfactorios resultan cuentos como “Quince horas de cielo sobre Damasco”, un pequeño clásico de la ciencia ficción estilo Matrix que fue el que colocó a Conde en la primera división del fandom nacional. Leído hoy, ocho años después, sigue resultando trepidante, original (a pesar de que la realidad virtual se ha convertido en un recurso cansino) y potente. Algo amateur pero con toda la chispa y la gracia de un debutante ambicioso que acaba de descubrir lo muy divertido que puede llegar a ser ese juguetito llamado escritura. Otro cuento notable (y el más antiguo de la antología) es “Afilada hoja de madera”. De temática antimilitarista y estilo un poco surrealista, resulta un tanto confuso y artificioso, pero contiene imágenes y sentimientos poderosos, probablemente, la marca de la casa del autor tinerfeño.

Entre el resto de las historias antiguas, “El águila tatuada” es una ucronía onírica e irreal un tanto insatisfactoria pero, de nuevo, llena de visiones sobrecogedoras (una América india conquistando Europa). Probablemente un cuento demasiado corto para tantas ideas. “Tigre” es una space opera ambiciosa e inteligente y un claro homenaje a Cordwainer Smith que se disfruta hasta la última página. “Empalme en la cinta de Moebius” es una atractiva historia de viajes en el tiempo y un homenaje a Ada Lovelace, escrita con un tono clásico (que no anticuado) y que hará las delicias de los nostálgicos de los años 50. “Ysobelt y los visionautas” es uno de los platos fuertes del libro, un cruce entre el ciberpunk más desaforado y la New Wave más experimental. Un híbrido arriesgado del que Conde sale victorioso.

Volviendo a su producción más reciente, “Bienvenido al club, señorita Ken” es otro de los cuentos más flojos. Futuro cercano y suicidios en masa no consiguen que la historia remonte el vuelo. Lo mismo podría decirse de “La última tentación”, una fallida fábula bíblica con Jesús y Judas como protagonistas. Mucho mejor resulta “La mujer encrucijada”, un relato bien resuelto, original y peculiar, tan logrado como sus obras primerizas.

Leído El libro de las almas quedan claras una serie de cuestiones. Conde es un escritor con un gusto acendrado por la ciencia ficción más clásica y es este el terreno que mejor se le da. Es posible que esto provoque en algunos lectores una cierta incomodidad, una sensación a ya visto, incluso a anticuado. Pero seguro que este aparente defecto será visto como virtud por más de uno de sus lectores. Por otro lado, es bastante obvio que Conde ha utilizado estos cuentos como banco de pruebas, un lugar donde estirar los músculos y aprender el oficio. De ahí que, como antología, el libro sea algo irregular pero, a la vez, presente un gran interés para observar cómo un autor lucha por encontrar su voz y su “hueco”.

En resumen, El libro de las almas es una muy buena oportunidad para descubrir a Víctor Conde y repasar algunos de sus logros. Una perfecta tarjeta de presentación a una obra mucho más grande y compleja.

Por último, hay que hablar de la edición. Erídano parece haberse lanzado con fuerza al mercado y después de dos títulos un tanto anodinos apuesta por autores hispanos conocidos y multipremiados (al libro de Víctor Conde le acompaña otra antología de Vladimir Hernández). Presenta bonitas portadas claramente de género y todo a un precio más que competitivo. En el debe hay que colocar un diseño un tanto feo y, en este caso concreto, un número de erratas por encima de lo normal (aunque sin llegar a ciertos extremos). En cualquier caso, será interesante ver la evolución de esta apuesta editorial.