El novato

-¿Adónde va? Aquí se supone que el impetuoso soy yo.

El caballo rojo corcoveó impaciente mientras el hombre que lo cabalgaba le contenía con una mano al tiempo que con la otra sujetaba una espada que parecía empapada en sangre fresca.

-No sé, será cosa del caballo que no tiene riendas.

Su compañero, un hombre con aspecto satisfecho, tocado con corona y armado con un arco, era el más tranquilo de los cuatro. Montaba un caballo blanco que agachaba el cuello y mordisqueaba hierba. A su derecha había otros dos jinetes.Uno era tan solo un esqueleto que enarbolaba una guadaña, y el otro un hombre cubierto por un sudario manchado de sangre y pus que se le supuraba por infinitud de llagas. De los cuatro, era el que más terror producía, ya que su mirada era la de la locura.

Cuesta abajo de la suave colina desde dónde los cuatro observaban la ciudad, la cabalgada de un quinto caballo levantaba una nube de polvo.

La voz de la Muerte sonaba a viento removiendo el interior de una tumba muy antigua.

-Es muy novato, no sabe que es mejor ir todos juntos. Se va a cansar muy pronto y luego nos pedirá ayuda.

-No creo. -El jinete de las pústulas hablaba, casi gritaba, sin dejar de mirar al cielo-. Es un joven voluntarioso. Ya visteis lo que lleva hecho hasta ahora en el tercer mundo.

-Eso es cierto -concedió el guerrero.

La Muerte insistió:

– Ya, pero es un salvaje, para él no hay normas que valgan. Ahí tienes la prueba, ni siquiera nos espera.

El hombre del arco se volvió a sus viejos compañeros, juntos llevaban miles de años cabalgando por el mundo. A veces había temporadas buenas, otras regulares, pero nunca habían estado ociosos.

-Chicos, o nos damos prisa en bajar detrás de él, o este Kapitismo nos deja sin trabajo.

-Capitalismo, creo que se pronuncia Capitalismo -corrigió la Muerte.

El primero en soltar riendas, fue la Guerra, le siguieros los otros tres, pero a pesar de que espolearon a sus monturas, y de que estas eran ejemplares recios y veloces, no consiguieron adelantarse, ni siquiera llegar a la par de los estragos que estaba causando su nuevo compañero de trabajo.