No sé el qué, pero algo ha sucedido (o sucederá)

El Gran Colisionador de Hadrones o LHC (sus siglas en inglés, que significan exactamente eso, suenan mucho más misteriosas) ya está funcionando y de momento no ha pasado nada, o a lo mejor sí y no nos hemos enterado. A estas alturas no descubro gran cosa si lo describo como el mayor acelerador colisionador de partículas jamás construido por el ser humano: el proyecto estelar del CERN, ese colosal laboratorio de física de partículas patrocinado por las autoridades europeas que, dados sus ambiciosos planes, guarda cierto parecido con una versión king size del laboratorio del Herr Doktor que soñaba con construir vida remendando pedazos de cadáveres.

El LHC proyecta dos haces de partículas en sentido contrario a través de su espectacular anillo soterrado de casi 27 kilómetros de circunferencia. El objetivo es ir aumentando su intensidad poco a poco de forma estable, hasta alcanzar una energía brutal, desconocida de hecho en nuestro Universo desde el Big Bang con el que (según las teorías actuales, que no están por cierto confirmadas) se supone que todo empezó a funcionar hace sólo 13.700 millones de años. En noviembre de 2009, ya rompió todos los récords conocidos de energía tras lograr la circulación de varios paquetes de protones a 1,18 teraelectrovoltios: se supone que alcanzará los 7 teraetceteravoltios en 2010, sea lo que sea semejante magnitud.

La principal polémica desatada por esta máquina en los últimos años se debe a que no está muy claro qué es lo que se puede conseguir con ella. Conocemos declaraciones grandilocuentes del estilo “encontraremos el Bosón de Higgs, que es la partícula de Dios” o “arrancaremos los secretos de la creación del Universo” aunque lo cierto es que nadie sabe en realidad cuáles serán los efectos prácticos, reales, sobre el mundo. El experimento está todavía en fases iniciales pero, según parece, a medida que avance podríamos llegar a crear una buena porción de materia o energía oscura (le llamamos así porque no sabemos muy bien qué es ni cómo funciona aunque un 90 por ciento del Universo está compuesto por ella) y entonces: ¿seremos capaces de manejarla? ¿O se nos irá de las manos en un Apocalipsis modelo Roland Emmerich? ¿Aparecerán los micro agujeros negros augurados por las teorías de Stephen Hawking? ¿Y desaparecerán de inmediato, según sostiene el mismo científico, o en lugar de eso se pondrán a crecer descontroladamente hasta convertirse en el sumidero por donde nos iremos todos al garete? ¿Surgirán partículas “exóticas” de propiedades desconocidas? ¿O nos encontraremos con quarks (otras partículas raras) uniéndose entre sí de manera diferente a la conocida y contagiando al resto del planeta hasta transformarlo, entero, en materia extraña?

Pese a lo interesante del asunto, y aparte de algunas menciones tangenciales de carácter “bestsellero” (como en Ángeles y Demonios de Dan Brown), hasta ahora sólo conozco una novela publicada en español ambientada en el CERN y con las partículas exóticas y peligrosas sobre la mesa. Se trata de Materia extraña, firmada por J. J. Gómez Cadenas: un profesor de investigación del CSIC que en su día trabajó también en Ginebra y que hoy dirige un grupo de física de neutrinos en Valencia. La obra está escrita más en plan thriller que ciencia ficción, a partir del descubrimiento de un nuevo estado de la materia llamada “plasma de quarks” que, como todo elemento peligroso que se precie, es capaz de destruir la Tierra.

Lo cierto es que para un lector voraz de nuestro género, aunque lo sea simplemente de tebeos de superhéroes, todo esto es tan prometedor como atemorizante. Los heroicos personajes de los primeros tiempos de la Editorial Marvel y buena parte de sus supervillanos adquirían sus superpoderes gracias a rayos cósmicos y partículas similares a las que el LHC pretende poder manejar, aunque no está claro que se encuentre capacitado para ello. Un dato poco conocido es que en la primavera de 2008, un equipo de físicos rusos que participó en la construcción de la máquina denunció que en uno de sus experimentos previos, los científicos perdieron el control sobre el Colisionador y éste generó un “desorden antiquark” que se manifestó físicamente en una especie de sacudida que llegó a desestabilizar la órbita terrestre. Esta sacudida atravesó la Tierra de parte a parte y habría generado la erupción volcánica del Chaitén en Chile y el terremoto de magnitud de cerca de 8 grados en la Escala de Richter en Sichuan en China, casi en las antípodas del volcán iberoamericano, además de otras erupciones volcánicas (en el Karymsky ruso o el Etna italiano, por ejemplo) y cambios visibles en las placas tectónicas de América. No es el único fallo que ha tenido la máquina. Conocemos al menos la rotura del soporte de un imán en 2007, una fuga de helio en 2008 y otras dos fugas del mismo gas en 2009.

Con todo esto, algunos científicos temerosos de que estemos llegando demasiado lejos en esto de jugar a Dios han intentado detener el experimento en los tribunales, sin conseguirlo. Tal fue el caso del norteamericano Walter L. Wagner y el español Luis Sancho que pusieron una denuncia en un juzgado de Honolulu, EE.UU., para frenar su puesta en marcha. No lo lograron. Sin embargo, la teoría más interesante que circula en los propios medios científicos hoy es la propuesta por el físico danés Holger Bech Nielsen (uno de los creadores de la teoría de las cuerdas en la física cuántica) y su colega japonés Masao Ninomiya. Según ellos, el Bosón de Higgs, la famosa partícula primordial que busca el LHC, podría (quizá por ser consciente de sí misma) estar actuando desde el futuro para sabotear el Colisionador a fin de evitar ser descubierto. Insisto: no es un argumento de ficción sino una hipótesis científica. Nielsen y Ninomiya sostienen que el Bosón podría ser una verdadera “aberración de la Naturaleza” cuya creación “podría producir de algún modo una ondulación a través del tiempo” que detuviera el LHC antes de que éste le descubriera: “Igual que si un viajero en el tiempo fuese al pasado para matar a su abuelo e impedir así su viaje”.

El principal argumento en contra que se me ocurre sobre esta fascinante hipótesis es el de que, si realmente esta partícula es tan peligrosa como para justificar el viaje desde el futuro, el Bosón no se limitaría a organizar unos simples sabotajes que no han hecho más que retrasar los trabajos de la máquina sin ponerla en riesgo, sino que habría enviado a un Terminator de última generación para asegurarse de que el Colisionador pasase a la Historia.

Aunque ahora que lo pienso: ¿quién nos dice que no lo ha hecho? ¿Quién nos asegura que el Bosón de Higgs, llamado Shiva en la tradición hindú, no viajó en el tiempo hasta nuestra época y lo destruyó en medio de una gran explosión termonuclear que arrasó medio continente y provocó una lluvia tóxica que acabó con toda la vida en la Tierra? ¿Y quién puede afirmar que luego su primo el Bosín de Hoggs, llamado Brahma, no llegó tras él y empleó sus propios poderes para recrearnos y reconstruir el escenario y hacernos olvidar lo que ocurrió?

Ufff, creo que he bebido demasiado en estas fiestas…

4 comments

  1. Hombre, la mayor parte de esas hipótesis pseudocientíficas han sido refutadas y los autores de las mismas considerados poco menos que iluminados, entre ellos el famoso Luis Sancho. Que muy interesante como ideas sí, pero más falso que un billete de 3.50 €.
    Sobre el bosón de Higgs, lo de la «partícula de Dios» y demás tontadas que se dicen creo que se debe al profundo desconocimiento sobre el tema. Existe una teoría que unifica tres de las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza (siguen existiendo problemas con la gravedad). Si se encontrara el bosón de Higgs quedaría confirmada, PERO, en caso de que no lo hiciera (entra dentro de lo posible y es algo que se cree que puede pasar) existen teorías alternativas que salvan ese problema.
    Y esas energías que no se han visto desde el big bang son superadas cada día por los rayos cósmicos más energéticos que llegan a la Tierra (campo en el que trabajo) y que no maneja el LHC para nada.
    Así que no sé si beber mucho, pero de lo que haya sido dame algo…

  2. El título de este artículo me ha engañado. Y al comenzar a leer y ver que se refería al LHC también me he quedado un poco asombrado… hasta que he leído los tres últimos párrafos, que creo muestran la intención de Pedro Pablo (o así lo entiendo) y me he quedado tranquilo.

    La verdad es que como material para ficción es entretenido. Pero creo que este tema, de ahí, de la ficción, no puede pasar si no es con calzador y una gran predisposición mulderiana (I want to believe). No hay explicación racional que sustente con garantías un fin del mundo debido a «energías incontroladas» ni a «partículas de Dios». J.J. Gómez Cadenas explicó, el mismo día en que se pondría en funcionamiento el LHC y debido a las críticas recibidas por su supuesta actitud con su novela «Materia extraña», cómo fundamentó su obra intentando maximizar algo que era mínimamente probable (o, mejor dicho, prácticamente imposible) para conseguir cierto efecto de verosimilitud en lo que él siempre fue consciente de que tan solo debería tratarse y sentirse como un tecnothriller.
    Dejó bien claro que nunca pretendió unirse a las voces de la teoría del fin del mundo:

    «La destrucción del mundo, claro está, es al thriller lo que el fiambre acribillado a balazos a la novela policíaca». ( http://www.portal-cifi.com/scifi/content/view/1667/111/ ).

    Saludos

  3. La culpa es de todos esos físicos del ámbito anglosajón que no paran de llenar sus libros de divulgación con frases llamativas sobre partículas de Dios, teorías sin ningún tipo de base empírica y especulaciones metafísicas baratas. No es de extrañar que cuando entran de por medio los medios de comunicación de masas aparezcan ideas delirantes.

  4. Claro Instan… Mira tu mi padre, hombre de letras y católico fervoroso… Ahora anda diciendo que hacemos mal en no ir a misa porque los científicos han certificado que el alma existe y que es una partícula extraña… La mezcla periodista titulero e investigador ávido de promoción que considera que con tal de llegar al público «vale todo»… Eso… Eso sí es una agujero negro de los gordos… Agujero cultural…

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