No hay nostalgia peor que añorar lo que jamás sucedió

Si un viajero del tiempo de la década de 1940 hubiese situado las coordenadas de destino en nuestra época es probable que sufriese una enorme desilusión. El ser humano no ha abandonado el capullo protector de su planeta natal, no existen robots mayordomos con los que discutir sobre lo hechas que nos gustan las tostadas en el desayuno y si nuestros vehículos a motor despegan del suelo sigue siendo una mala señal. En resumen, el idílico futuro que prometían algunos de los primeros escritores de género ha quedado perdido en alguna rama perdida del multiverso distinta a la nuestra.

Y a pesar de esta aparente contradicción, estas predicciones fallidas, teóricamente rancias y añejas, se han convertido en la próxima temática de moda no sólo de la ciencia ficción literaria, sino también de otras artes como diseño o arquitectura. Más allá de posibles disquisiciones sobre si una mirada nostálgica en un género tan joven es o no significativa de debilidad, el “retrofuturismo” se va asentando poco a poco no sólo como tendencia, sino prácticamente como vanguardia temática.

Esta idea no es precisamente nueva, y se puede señalar como primer creador de la misma al también padre del cyberpunk y probablemente el escritor de cf más importante de finales de siglo XX: William Gibson y su cuento "El continuo de Gernsback", fácilmente encontrable en la antología Quemando Cromo. Sin embargo, a pesar de tener más de 20 años de antigüedad, parece ser ahora, cuando las profecías sobre el 2000 han quedado inexcusablemente obsoletas, cuando con más fuerza resurgen los relatos basados en un futuro que pudo ser.

Una forma interesante de clasificar estas visiones retrofuturas es la que Alfredo Álamo definió como los “n-punks” en una conferencia en las jornadas de Valdeavellano de Tera. De nuevo aparece la sombra de Gibson (acompañada en este caso de Bruce Sterling) y su novela conjunta La máquina diferencial. En ella aparece construido el protordenador diseñado por Charles Babbage con ayuda de Ada Lovelace (única hija reconocida de Lord Byron) que lleva a la sociedad victoriana a unas cotas tecnológicas imposibles propulsadas por la tecnología de vapor. Mitad en broma, mitad en serio, K. W. Jeter decidió llamar a esta mezcla de informática y máquinas de vapor con el sonoro nombre de steampunk.

Bajo este paraguas se han englobado también obras más fantásticas como las de Tim Powers, historias de “extraño Oeste” (juego de palabras intraducible entre Weird y Wild) cuyo máximo exponente sería Wild Wild West, y obras en las que se resucita a héroes literarios de aquella época, especialmente pastiches de Sherlock Holmes, pero también obras como La liga de los Hombres Extraordinarios. En la actualidad existen revistas electrónicas sólo de steampunk en inglés (Steampunk Magazine,  y una de las primeras revistas que se vende directo al iPhone, Steampunk Tales, por ejemplo) y varias antologías sobre el tema, entre ellas una seleccionada por Jeff VanderMeer en la que se presenta una panorámica de los principales autores del momento. En castellano no se ha producido la misma explosión, aunque poco a poco comienza a fraguarse una cantera de autores encabezados por el español Eduardo Vaquerizo, con Danza de tinieblas y el resto de relatos ambientados en el mismo mundo, y el recientemente desaparecido chileno Sergio Meier, con La segunda enciclopedia de Tlön.

Además es importante que recalcar que hoy en día el steampunk ha traspasado las fronteras de "sub-sub-género" y se ha transformado en prácticamente una subcultura de nostálgicos capaces de adaptar prácticamente cualquier objeto de uso cotidiano (desde ropa hasta coches y ordenadores) a una estética retrofuturista. Muchas de estas adaptaciones pueden ser consultadas en diversos blogs, aunque quizá destaque sobre todos ellos Brass Goggles. Ecos de esta subcultura han aparecido ya en medios tan “tradicionales” como El País.

Al rebufo del éxito que está cosechando el steampunk han aparecido dos nuevas visiones retrofuturistas, que cambian la energía que mueve la tecnología imposible y, por supuesto, las constantes propias del escenario. Quizá las más pujantes hoy día sean el clockpunk (en la que los mecanismos de relojería y las invenciones de Leonardo son de uso cotidiano en el Renacimiento) y el dieselpunk (radicado en el periodo de entreguerras con el art-decó y las dictaduras nazi y stalinista, aunque en amplio sentido podría entenderse obras como Mad Max dentro de la definición), aunque de acuerdo a este espíritu y clasificación no es descabellado que un futuro surjan términos como atomicpunk (del que la saga de videojuegos Fallout sería un claro exponente) o stonepunk (encabezado por Pedro Picapiedra y su uso de dinosaurios como objetos tecnológicos de uso cotidiano).

En todos los ejemplos se adivina una intención más estética, pero algo interesante del fenómeno n-punk o retrofuturo es que también pueden cumplir funciones alegóricas, exactamente igual que el punk original: el cyberpunk. La era Victoriana estaba plagada de locos inventores, sí, pero también de pobreza y miseria como muestran las novelas de Dickens. El Renacimiento, con sus intrigas y guerras tanto políticas como de fe, puede servir como excelente remedo de la situación actual. Y el dieselpunk es tan cercano que habla por sí solo.

Las nuevas viejas tendencias están formando un horizonte nuevo en el género en inglés, y de forma embrionaria, están apareciendo lentamente en el mercado español. Tal vez no tengamos enormes zeppelines surcando los cielos ni un autogiro en nuestra azotea, pero en un futuro nuestras bibliotecas contarán con obras que nos contarán cómo pudo ser nuestro presente si la realidad hubiera tenido en cuenta a los escritores de cf.

Enlaces relacionados:
http://www.dieselpunks.org/
http://www.ottens.co.uk/gatehouse/website.ph

7 comments

  1. Excelente artículo :)
    Yo soy un gran admirador de la obra de Tim Powers y ciertamente debería disfrutar de esas otras obras que señalas.
    Otra página interesante, sobre todo para endulzar los ojos, es El Taller de Silof, «Silof’s Workshop» en donde Silof se dedica a reimaginar el universo Star Wars en una versión victorianesca, pero no a través de imágenes, a través de las figuritas con las que todos los fanáticos de Star Wars jugamos cuando niños :D

    http://www.sillof.com/C-Steampunk-ESB.htm

  2. Sembrado. :)

    Yo creo que engaña un poco la terminación punk, jesús, con lo que mola «retrofuturismo» o directamente CF Vintage. Lo del picapiedrapunk me ha llegado al corazón.

  3. Sí, yo tampoco entiendo el abuso de la terminación punk, esto es retrofuturismo y no tiene nada que ver con el cyberpunk, ni con el punk a secas, es más, sería todo lo contrario. Está ya muy quemado lo de «-punk».

    Quizá lo he entendido mal al leer el artículo, pero en mi opinión «El contínuo Gernsback» no es un cuento retrofuturista, es una sátira de una manera de hacer cf y una declaración de principios del propio Gibson a la hora de escribir cf.

    La primera vez que vi retrofuturos fue en los tebeos durante los ochenta (todavía no se había bautizado así), cuando los dibujantes de línea clara se fijaron en el pulp y la aventura en clave irónica. Primero «Adolphus Claar» de Chaland, más tarde las aventuras de Rocco Vargas de Daniel Torres o el «Dr. Mabuse» de Beroy. Dean Motter, que leía muchos tebeos europeos, intentó lo propio en USA con Mr. X.

  4. Yo también, lo más parecido al steampunk lo dato en los comic de os 80, con Tardi, y sus ciudades eifelianas tan flipantes. Supongo que la corriente ya venía de lejos. De hecho, sospecho que mucha estétca steampunk procede de la revisión de Verne en comic allá por los 60.

    Por cierto, creo que en Madrid hicieron recientemente una semana steampunk.

  5. Como ya digo, la terminación -punk viene por una broma a costa del ciberpunk y se ha quedado así, aunque también es cierto que algunos autores quieren explorar el lado más «punk». Hay que reconocer también que existe una difusa línea entra CF y fantasía en estos campos. En el artículo me limito a trasladar el «estado de la cuestión» allende de los mares, pero es cierto que los englobo todos dentro de un paraguas denominado «retrofuturismo».
    Sobre «El continuo de Gernsback», la intención de un autor a la hora de escribir un relato y cómo la interpreta cada uno puede ser muy variable. Es muy probable que en su momento fuera así, pero ha dado pie a un enorme conjunto de subgéneros que beben de esa idea original, pienso.
    Por comentar alguna obra más, tengo por ahí en la pila «Mainspring» de Jay Lake, que sitúan dentro del clockpunk y ha recibido buenas críticas. Existe un capítulo de Dr Who, «The girl in the fireplace», que ganó el Hugo también pertenece a este subgénero. El diesel está algo menos tocado, pero aquí tenemos un corto de animación bastante espectacular:
    http://www.gametrailers.com/user-movie/cg-robot-short-film/56287?id=56287
    En España también se comienza tímidamente a mover la escena, es cierto, aunque es más desde el punto de vista «estético» de imitación victoriana que literario, que era el objetivo primordial del artículo. En ese sentido AJEC acaba de anunciar una novela steampunk de un autor novel, Alfredo Álamo lleva un tiempo introduciendo el clockpunk y mi modesta contribución al dieselpunk hispano aparece en el último número de Hélice.
    Tal vez sea una «última moda» realmente última, un símbolo de agonía, o simplemente que lo vintage está de moda.

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