Con A barlovento Banks ha recuperado el pulso de la serie de La Cultura. Efectivamente, después de una potente trilogía original (Pensad en Flebas, El uso de las armas y El jugador) que alcanzó el carácter de mítica entre los aficionados, las dos siguientes incursiones del escocés en su universo fueron un tanto fallidas. Buenas novelas pero no tan enormes como las anteriores. Excesión pecaba de demasiado ambiciosa y desmesurada; Inversiones, en cambio, era una pequeña y sutil pieza de cámara un tanto alejada (en la forma que no en el espíritu) del resto de la saga. Sin embargo con A barlovento Banks vuelve por sus fueros. Space opera con mayúscula, aventurera y llena de sentido de la maravilla pero al mismo tiempo reflexiva y con una gran profundidad ética y moral. Tenemos un puñado de aliens memorables, un orbital abrumador, un par de fenómenos galácticos bastante peculiares y una trama y unos personajes que atrapan desde la primera página.
A barlovento es una reflexión sobre el nacionalismo y las diferencias sociales pero, especialmente, sobre las guerras provocadas por estas situaciones y las cicatrices que dejan en las personas y en los países. La dedicatoria a los veteranos de la guerra del Golfo no es casual, sino toda una declaración de intenciones. Al mismo tiempo, A barlovento es una obra suave y pausada. No ocurren muchas cosas, los personajes reflexionan, pasean por orbitales y planetas exóticos, dialogan entre ellos… y poco más. A diferencia de otros libros de Banks aquí no hay grandes batallas, peleas a muerte u otro tipo de parafernalia al uso. Hay mucha psicología de personajes, mucha reflexión y mucha descripción. ¿Aburrido? Ni por asomo. Todo lo contrario, el mosaico de sentimientos e ideas contrapuestas desplegado posee un carácter hipnótico que te hace pasar página tras página y que, a la vez, te obliga a pensar y sopesar muy bien lo que estás leyendo.
Banks es partidista, por supuesto. Desde un principio queda claro cuales de las ideas expuestas en el libro son las correctas desde su punto de vista, pero no es maniqueo. Los antagonistas de La Cultura son presentados con sus propias razones que uno puede llegar a ver con simpatía aunque no compartir. En cierta forma, recuerda a otros libros suyos como Pensad en Flebas (de hecho, parte de la trama arranca de la guerra iridana) pero también a George R. R. Martín y su Muerte de la luz, con la descripción comprensiva de una cultura atávica y belicista que se debate entre pasado y futuro.
Por otro lado, y como ha dejado claro a lo largo de toda su obra, Banks es un autor poco complaciente. La Cultura es una utopía pero no es La Utopía. Tiene fallos y algunos son muy dolorosos. El desencadenante de toda la novela parte de un error de enormes proporciones provocado por Contacto. Una vez más, Banks vuelve a reflexionar sobre la necesidad o no de interferir con sociedades más primitivas (una constante en su obra y el tema principal de Inversiones). Una vez más, Banks no da una respuesta clara ni sencilla, probablemente porque esta no existe.
Por otro lado, este libro presenta una peculiaridad más que interesante. Es space opera y, al mismo tiempo, es prospectivo; términos aparentemente excluyentes pero que aquí conviven con naturalidad. Banks, en el fondo, está hablando de nuestro presente y nuestro futuro más cercano, de nuestra opulenta sociedad y de otras realidades ancladas en la miseria y el fanatismo. Las preguntas que se hace La Cultura no dejan de ser las mismas que se plantean gobiernos y ONGs, las consecuencias de sus actos son también las consecuencias de muchos de nuestros actos actuales. En este sentido, libros como el de Banks hacen que, en mi opinión, haya que replantearse muchas de las afirmaciones que últimamente se están haciendo, en especial desde esta página, sobre la ciencia ficción, su condición de género prospectivo y los diversos subgéneros que la habitan. Pero me estoy yendo por la tangente y cambiando de tema.
En fin, hay que leer a Banks y hay que leer A barlovento. Para aquellos que digan que la ciencia ficción ya no es lo que era les permitirá tener un poco más de fe en el futuro y disfrutar como cuando se era adolescente, sólo que con la sabiduría de la madurez. Y ese es un placer que no es ni pequeño ni habitual.
Pues de acuerdo en casi todo (aunque a mí Inversiones me parece a la altura de las tres primeras de la serie), ésta es una space opera crepuscular, como aquellos westerns de finales de los sesenta y setenta. Y lo que más me gustó es como, al final, te emociona el sacrificio/redención de tres personajes que no son humanos, y que en el fondo lo son, y mucho. Cosa que entroncaría con el tema del poligenismo que tocabas en tu blog, y es que, como dices en la reseña, Banks no está interesado en explorar posibles formas de vida extraterrestre desde un punto de vista plausible, lo suyo es la sátira, la ironía y examinar el presente con las herramientas de la space opera (que ya hay que tenerlos…, jejeje), porque hasta la space opera, el material del que están hechos los sueños, puede servir para eso.
Bueno, la crítica a «Inversiones» no es tanto por calidad como por tono. Muy diferente al del resto de la saga. Como ya he dicho en otro sitio, los libros de la Cultura son como una opera de Wagner pero «Inversiones» parece un cuarteto de cuerda de Schubert.
Me gusta esa imagen de Western crepuscular, ahí has clavado el libro.
Y es una pena que la Space Opera no se algo más que aventuras desenfrenadas. Banks ha demostrado que puede ser una heramienta de prospección social tan afilada o más que cualquier distopia o ucronía.