por Ignacio Illarregui Gárate
Un año más en el primer fin de semana de la Semana Negra gijonesa se concentraron los actos literarios relacionados con la ciencia ficción, la fantasía y el terror. La denominada AsturCon. Entre los asistentes se encontraban varios escritores cuya presencia se ha convertido en tradicional; Juan Miguel Aguilera presentó su mezcla de tecnothriller y ciencia ficción aventurera La red de Indra, Víctor Conde hizo lo propio con la apocalíptica Naturaleza muerta, y, a su lado, en los diversos actos organizados también estuvieron Elia Barceló, Rodolfo Martínez y Rafael Marín. Junto a ellos pudimos ver a Vera Parkhutik, finalista del Premio Minotauro de 2008 con Aquamarine, y varias de las puntas de lanza de la más reciente literatura juvenil, caso de José Antonio Cotrina que presentaba La cosecha de Samhein, Susana Vallejo, autora de Switch in the red y La cosecha negra (segunda parte de Porta Coeli) y un jovencísimo Javier Ruescas con Encantamiento de Luna. Fue una pena que se cayesen a última hora Félix J. Palma e Ismael Martínez Biurrun, que han marcado el último año con sus novelas El mapa del tiempo y Rojo alma, negro sombra, candidatas ambas a los premios Xatafi-Cyberdark y Celsius 232.
Quizás me dejo llevar demasiado por la comparación del año anterior, cuando pudimos ver a George R. R. Martin, R. Scott Bakker y Steve Redwood, pero para esta edición apenas se contó con Kiril Yeskov como autor foráneo. Cosas de la crisis, supongo. Sin embargo el escritor ruso demostró su interés, tal y como acreditarán los lectores de El último anillo o El evangelio secreto. Dos novelas que hacen suya la máxima “La historia la escriben los vencedores”, navegan con inteligencia en las raíces del mito y le dan la vuelta a las obras de las que parten: El Señor de los Anillos y El Nuevo Testamento, respectivamente. Como curiosidad habló de una nueva novela en la que utiliza la misma técnica esta vez aplicada sobre la figura de Robin Hood. Quizás ahora que Ridley Scott está rodando su versión de este mito con Russell Crowe como protagonista Alamut se decida a traducirla.
Pero no todo fueron presentaciones. Se leyó el fallo del premio Avalon de relato, que este año recayó en el cuento de Ekaitz Ortega «Sanador». Además, el sábado y el domingo hubo una nueva edición de la tertulia de sobremesa, esta vez centrada en el icono de moda en la literatura y el cine de terror: los muertos vivientes. Una temática cuyos significados, implicaciones, variaciones, ramificaciones… fue debatida por una quincena de escritores y analistas con un resultado heterogéneo. Quizás el moderador debería conducir un poco del debate, en ocasiones un diálogo sordo que se pierde con alguna que otra participación extemporánea.
También hubo tiempo para la diversión más lúdica en la tradicional Espicha, la cena de encuentro entre aficionados y escritores que contó con más gente disfrazada que casi nunca y un ambiente, sencillamente, mágico. Todo un acierto de organización que se vuelca por que cada celebración resulte inolvidable.
Sobra decir que la asistencia este año fue menor que la de la edición de 2008; pasado el efecto Martin los números volvieron a la normalidad. Es difícil precisar la asistencia global en un entorno donde los espectadores entran y salen con fluidez de los diversos actos. Sin embargo se llenaron los dos autobuses contratados para subir al lagar donde se celebró la espicha; más de cien personas inscritas, lo que da fe de la buena salud del evento.
Es necesario destacar que, como sucedió cuando fueron llegando al mundo de las convenciones de aficionados los participantes en el IRC o, más tarde, de los foros (como los desaparecidos de Cyberdark.Net), en esta edición se pudo observar la primera inyección de público proveniente de las redes sociales. Tampoco es posible hablar de números, pero este nuevo público, más el presente gracias a la «dinamización» que este medio ha permitido entre antiguos asistentes, ha sido bastante significativo. Dado el estado de atonía en el que han caído los foros y los blogs, parece que este canal se ha convertido en el más adecuado para promover eventos de este tipo en el futuro.
Estoy de acuerdo con esta crónica.
Mi impresión general fue que en lo que respecta a las charlas se parecía mucho a las Hispacones. Mismo concepto. Muy entretenido, aunque por el tema de no meter spoilers a veces los autores y los presentadores se quedan cortos a la hora de incitar al asistente a que compre la obra en cuestión (contar la trama incita más que el manido «me atrapó desde el principio y me la leí en dos días», y no es necesario desvelar todos los detalles ni por supuesto el final, pero sí algo, un poquito, lo que nos indique que nos vamos a perder algo bueno). El hecho de que los presenten amigos del alma tampoco ayuda porque entonces hablan más de ellos mismos y los autores que de las obras. Con excepciones, claro, como las presentaciones de Yeskov o de Parkhutik, en las que los libros fueron los protagonistas. Pero en algunas me quedé sin saber de qué iba el libro o si me apetecía comprarlo.
En cuanto al número de registrados para la espicha, aunque había enviado el mensaje correspondiente no aparecía en las listas y creo recordar que me apuntaron con el número 107. Seguramente hubo alguien detrás, por lo que podemos decir que el aforo de la cena pirata rondaría las 110 personas.
Considerando que la Asturcón se celebra dentro de la Semana Negra y que ésta además reúne a aquellos interesados en el género negro y a mucha gente que asiste a la feria o al mercadillo, o incluso a la playa, es, como bien dices, imposible afinar en cuanto a la asistencia. Pero calculo que en las charlas hubo por lo habitual entre 30 y 60 personas, con un porcentaje extra entrando y saliendo, sobre todo en el recinto grande. En algunas charlas hubo más, por ejemplo en la de apertura.
Lo del mercadillo es un puntazo, con libros nuevos a 1, 2 y 3 euros. Mi mujer y yo acumulamos entre 40 y 50 (olvidamos casi 20 en la espicha pero unos organizadores muy atentos los rescataron). Sí, ya sé lo que opinas de los saldos pero me imagino que la mitad o más ya no están en las librerías, y el resto… uno no es de piedra.
Y poco más que decir. La experiencia, como digo, es parecida a la de una Hispacón pero mas, uhmmm… gastronómica y ferial.