Tal vez a los viejos lectores de ciencia ficción no les importe tanto comenzar un libro editado en rústica, con una portada chillona y de un autor completamente desconocido fuera del reducido ámbito de nuestro género predilecto: generalmente primamos el potencial valor del contenido sobre el del continente, aunque por comentarios en blogs y tertulias (no conozco estudios específicos al respecto) existe una demanda creciente de libros cada vez mejor presentados, editados y traducidos. Pero para el público juvenil, aquel llamado a sustituir algún día al “curtido sector de aficionados al género”, aspectos como el nombre del autor, formato físico del libro y publicidad resultan claves a la hora de elegir o no un volumen para su lectura.
No hace mucho llevé a cabo un experimento. Conozco a alguien, una chica inteligente que cuenta ahora con trece años, buena estudiante pero con un “ligero defecto en su carácter”: devora libros. Como se pueden imaginar, sus padres ya no saben qué hacer ni donde guardar tanta novela, así que de vez en cuando suelo prestarle libros de fantasía juvenil. No títulos de rabiosa actualidad (sería absurdo, ya los tiene todos) pero sí de escritores conocidos publicados en sellos como Alfaguara, SM o Montena, con esporádicas incursiones en Edhasa, Nabla o Plaza & Janés. ¿Qué tienen en común? Se trata de colecciones especializadas, escritores focalizados hacia el mercado juvenil, libros generalmente editados en tapa dura y sólo novelas, que se pueden encontrar en todas y cada una de las cadenas de librerías de España.
Sin embargo, esta vez decidí alterar un poco las cosas: continué prestándole un par de libros de fantasía juvenil de autor extranjero (de argumento trillado pero bien editados), otro par de temática chick-lit romántica paranormal, otro de fantasía épica en tapa dura de un autor español desconocido para ella, y un par de títulos más en rústica de ciencia ficción: Fundación de Isaac Asimov y El juego de Ender de Orson Scott Card. Sólo le hablé de los tres últimos, asegurándole que iba a leer algo nuevo, emocionante, y que incluso había planes de película para los de Asimov y Card. Hasta la fecha mi joven amiga había seguido fielmente mis recomendaciones, aunque naturalmente pudiera discrepar de las bondades de una obra específica una vez terminada ésta.
¿Pueden adivinar el resultado? Los libros de fantasía juvenil y chick-lit fueron devorados en apenas un par de semanas mientras que el resto continúa acumulando polvo en su estantería, siendo sustituidos por nuevos epígonos de J.K. Rowling, Laura Gallego o Stephenie Meyer.
Se puede argumentar que se trata de un único ejemplo, que existen demasiado factores en la ecuación, que a mi amiga no le interesa la ciencia ficción ni la fantasía épica, que tal vez sea demasiado pronto para que diera el salto a “lecturas mayores”, que, pese a todo, cabe la esperanza de que muchos jóvenes que hoy devoran fantasía juvenil comercial sean mañana desinhibidos lectores ávidos de todo tipo de literatura. Me temo que yo soy un poco más pesimista. Creo que el público juvenil lee mayoritariamente novelas de autor estrella generalmente extranjero, blockbusters lanzados a la fama gracias a multimillonarias campañas de publicidad. Libros en tapa dura, gruesos y con una bonita portada. Futuros lectores de eso que se ha venido a denominar bestsellers. No busquen aquí público para la ciencia ficción.
No sé, quizá el problema no sea el continente si no el contenido. Prueba a hacer el experimento a la inversa. Pásale un par de libros de CF en tapa dura, y un par de Fantasy en rústica, a ver que pasa. Por ser científicos y eso. Aún así tampoco será un resultado definitivo. Una golondrina no hace verano.
Sí, está claro, pero no tenía a mano las ediciones en tapa dura de Fundación y El Juego de Ender. Para mí, está claro que a las nuevas juventudes la imagen exterior sí importa, y mucho. También aplicado a los libros.
Pero lo que subyace a mi reflexión es la idea final, que me temo que a las nuevas generaciones de lectores, aunque sean de la exitosa fantasía juvenil, les trae al fresco la ciencia ficción literaria (que no la audiovisual, que la «consumen» sin pudor ¿por qué esta diferencia?).
Y, sobre todo, que lo que algunos aseguran, eso de que algún lector más caerá «de nuestro lado» porque son muchos los jóvenes lectores de Harry Potter y Laura Gallego, pues al fin y al cabo se trata de temáticas hermanas, sencillamente no está ocurriendo. La prueba: esos deberían estar reforzando las ventas de libros de cf, y me temo que esto no sucede.
Hombre, Mariano, yo cuando tenía 13 años leía tebeos principalmente, más ediciones mutiladas de Verne, Salgari, elija su propia aventura, etc. Llegué a leer «Un anillo alrededor del sol» de Asimov y no me gustó, lo que me apartó de la CF un par de años. Tampoco el mundo editorial juvenil era tan amplio como el de hoy, pero no es para enorgullecerse especialmente, o sí, que otros no leían nada. Luego pasé por una época de J.J. Benítez y Von Däniken, lo reconozco, pero cuando empecé a intercambiar lecturas y a leer cosas más variadas fue ya en BUP, y fueron Asimov (que empezó a gustarme gracias a «El fin de la eternidad»), Stephen King, Arthur C. Clarke. Al principio casi siempre los mismos autores porque tampoco tenía a mi alcance librerías especializadas ni internet. Cuando hice los 15 o 16 me regalaron la primera de aquellas antologías «Horror» de Martínez Roca, y ahí empecé a darme cuenta de la cantidad de autores que había por ahí, recuerdo que por un momento los libros de Martínez Roca se vendieron el Prycas pero enseguida desaparecieron.
Lo que quiero decir es que creo que si lee tanto con 13 años es buena señal, porque luego su curiosidad y su cansancio de siempre lo mismo le llevará a probar otras cosas, y si ya tiene el hábito e lectura las irá encontrando más satisfactorias, y sabrá que no toda la literatura es Gonzalo de Berceo o La Regenta, y al final leerá de todo y abominará de los Milleniums y DaVincis que le toque vivir y hasta puede, Dios no lo quiera (:P) que acabe leyendo a Joyce o a Faulkner solo por gusto.
Tu forma de entrar en el género (magufadas incluidas) fue más o menos como la mía. A partir de ahí, discrepo :-)
Hoy día las cosas han cambiado mucho (evidente), y lo que sostengo es lo siguiente:
1.- Ahora un chaval deja claramente de lado libros editados en rústica bolsillo en favor de otros en cartoné o semiblanda «con mejoras», pese a que su interior pueda contener una joya. Antes el continente no parecía tener tanta importancia, ahora el formato importa y mucho.
2.- Si la obra no viene avalada por cierta publicidad mediática, ser de un escritor famoso o comentarios y rumorología en internet, no se come un rosco. Se prima cada vez más el Star System y me temo que ello conduce a que estos lectores se conviertan en la generación del Bestseller, con todo lo bueno y malo que ello conlleva. Y, ojo, que aquí meto en el saco a Dune y El Juego de Ender, pero se pierden todo lo demás.
Vamos, que si hacen la película de Fundación y presento a mi chica el libro en tapa dura tal vez lo lea, pero no en otras circunstancias.
Prueba con la nueva edición en tapa dura de El juego de Ender que tiene una portada muy «de cine», igual cuela…
¿En serio es tan importante el formato? Yo recuerdo que lo que me importaba era el bolsillo, y si lo encontraba en idem… estos niños, qué sibaritas. Tengo yo una edición de «Cuentos de soldados y civiles» de Ambrose Bierce que es la envidia del vecindario, pero eso vino mucho después.
Sospecho que le «vendiste mal la moto». El juego de Ender, como poco, lo hubiera empezado si se le pinta en plan «Hogwarts en el espacio» (que es simplista y tramposo, pero para cuando se fuera a dar cuenta ya estaría enganchada y le daría igual). Eso sí, pretender que a una preadolescente acostumbrada a libros donde lo que priman son los personajes y las relaciones que se establecen entre ellos le interese La Fundación…es tener unas expectativas un poco demasiado altas (sin ánimo de ofender).
Ah,tienen ustedes una nueva lectora, saludos :) (y mis disculpas si el comentario aparece repetido; estoy teniendo alguna dificultad técnica…)
Es temporal. Cuando se generalizen los libros electrónicos (y yo creo que lo harán, más rápido de lo que creemos) el formato perderá importancia.