Ultimátum a la Tierra

Poco a poco los clásicos del cine van pagando el peaje del remake. Lógico: para los productores es fácil recurrir a una idea que dio resultado en el pasado. Ahora le toca el turno a Ultimátum a la tierra (Robert Wise, 1951), clásico de la ciencia ficción de los cincuenta, década prolífica en clásicos que, en gran parte, han tenido sus propios remakes, como El enigma de otro mundo (Christian Nyby, 1951), La guerra de los mundos (Byron Haskin, 1953), o La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956).

Gracias a lo original de su mensaje (narra la llegada a la tierra de Klaatu, un alienígena enviado por su raza para advertirnos de que en caso de seguir con nuestra escalada nuclear se verán obligados a exterminarnos para proteger a otras razas del universo), y a un tratamiento más cercano al del cine negro que a la ciencia-ficción, la película se convirtió en uno de los grandes clásicos del género. La nueva versión cuenta casi con idéntico argumento que su predecesora, pero sus resultados son inferiores.

En primer lugar la elección de Keanu Reeves como protagonista no es la más acertada. Cierto que tiene aspecto de alienígena, pero al tratarse de un extraterrestre amenazante (ominoso, que diría Lovecraft), quizás hubiera sido mejor contar con un actor menos familiar. A pesar de esto la película funciona muy bien durante su primera parte, pero a partir de que Klaatu escapa ayudado por Helen, el personaje de Jennifer Connelly, la cosa empeora. La historia no parece saber por dónde seguir, avanza con torpeza, el ritmo se vuelve abrupto y nos encontramos con elementos mal resueltos o que directamente son prescindibles. Y lo que más sobra, digámoslo claramente, es el niño de marras, cuya presencia lastra continuamente la película. Es curioso lo mucho que puede mejorar una película si se le hacen pequeñas modificaciones, y aquí hubiera sido un acierto que el personaje de Helen no hubiera sido madre. La historia del niño huérfano, con sus continuas referencias a su padre muerto, no hace más que molestar. Su presencia sólo sirve para que Klaatu comprenda que una raza que puede amarse, como esa madre ama a su hijo, tal vez merezca ser salvada. Y ese sensiblero cambio de idea del alienígena es otro de los errores.

Klaatu será parte de una civilización muy avanzada, pero su criterio a la hora de tomar decisiones tan trascendentes como la de aniquilar a una civilización resulta bastante endeble. Llega a la tierra para hablar con las autoridades y cantarles las cuarenta, pero cuando ve que la cosa no es posible, se entrevista con un infiltrado que tienen en la tierra hace décadas (un personaje totalmente contradictorio y superfluo), quien le cuenta que los humanos son un desastre. De modo que Klaatu decide poner la operación en marcha y acabar con la raza humana. Pero cuando el Apocalipsis ya está en funcionamiento cambia de idea gracias a Bach y el amor maternal, y entonces tiene que correr para detener lo que él mismo ha desencadenado.

Tanto cambio de idea en un asunto tan serio no parece propio de una raza superior, como tampoco lo es el método utilizado para el exterminio (¿no han podido desarrollar algún sistema más sutil, tipo virus, que acabe sólo con los seres humanos?), ni que para detener la destrucción Klaatu no disponga de algún sistema de comunicación con su nave, viéndose obligado a tocarla con la mano, en una versión apocalíptica del juego del escondite: “Por mí y por todos mis compañeros”.
La versión original tenía la ventaja de que no explicaba cómo iban a realizarse las sanciones, y terminaba cuando Klaatu partía tras transmitir su ultimátum. Tan sólo demostraba su poder parando las máquinas del planeta (de ahí el título original) para dejar claro que hablaba en serio. En el cine de hoy eso no basta, y, dado que hay que incluir efectos especiales espectaculares (buenos en este caso, como es exigible), el guión ha debido añadir también todas esas escenas de destrucción gracias a esas termitas alienígenas.

Y, hablando de la Biblia: ¿es Klaatu Dios?

Se me planteó esta duda al darme cuenta de que él decidía si acabar o no con los humanos sin, aparentemente, consultar a nadie, como si él fuera la suprema autoridad. Luego fui atando cabos: es un ser que viene a nosotros encarnándose en humano a condenarnos por no superar cierta prueba, y que utiliza elementos bíblicos como el arca o las plagas. Y, gracias a esta línea de pensamiento, entendí a posteriori las últimas líneas de diálogo de la película, las cuales me desconcertaron en un principio:

(Helen) Se van.
(Jacob)  No. ÉL se va.

Creo que es evidente la intención de, al menos, sugerir el carácter divino de este ET, protagonista de una película que, sin ser mala, tampoco es buena.

4 comments

  1. Pues me pareció pésima, demasiada atada a la major para que fuese lo máximo comercial posible, con mensajes pueriles y ñoños.

    Salud terrícolas.

  2. Pingback: Donde no me llaman
  3. En fin … a mi me parecio un desastre sobre todo por culpa del dichoso niño.
    Por otra parte la logica interna no se sostiene. La orginal se basba en que la humanidad era una especie violenta y que por eso debia estar aisalada de la galaxia. Aqui se trata del respeto al medio ambiente y logicamente no hay -no puede haber un gesto equivalente.
    A mi Keanu Revees me parecio adecuado para el papel. El problema era unguión que no sabia a donde iba a parar y sobre todo la trama melodramatica del niño.

  4. Comparto la idea de que klatu pueda ser Dios. La película se embarca en el tema del declive de la civilización, y los recursos biblicos son claros; el arca, la plaga, la segunda oportunidad.

    Al igual que tú, también conecté esas ideas con la divinidad de klatu gracias a la ultima frase de jaden smith.

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