Bucle extraño

Mi yo, ese bucle realimentado a sí mismo de manera extraña, hecho de símbolos y relaciones con más símbolos, de jerarquías replegadas sobre sí mismas, el símbolo en sí mismo más perfecto que he conseguido crear en toda mi vida… Me acompaña desde que nací, y desde que nací está perfeccionándose para reflejarme. Fue mi yo cuando era niño: simple y tonto; fue luego mi yo de adolescente que no encajaba en el mundo: construyéndose a base de errores y contradicciones; convergió un poco en el yo adulto: suavizó sus contornos; conoció finalmente a Naa, e incluyó una copia imperfecta del yo de ella junto a él con el objetivo inalcanzable de llegar a ser un yo más grande para albergar nuestras dos consciencias.

Si no fuera a hacer lo que voy a hacer ahora, cuando muriera los cirujanos informáticos rastrearían el bucle extraño de mi yo, almacenarían con sus escáneres los patrones frenéticos de mi cerebro, identificarían ése que es más fino, más estable, más complejo; que está en el centro y se activa con cada acción que causo (me pedirían desde que moviera un dedo a que hiciera mi trabajo habitual de imaginar un plan de choque contra la entrada de un hacker en la luzfera); replicarían toda esa información, todas las redes de relaciones entre conceptos y sus dinámicas, y la encerrarían en un bloque cúbico y azul de moléculas de memoria alimentado con rayos láser. Luego mi cuerpo moriría. Y luego (sólo luego), transplantarían esa réplica simbólica de mí en alguien que hubiera renunciado legalmente a su propio yo, por enfermedad, quizás por simpleza, por nihilismo, por estupidez, por indolencia, por depresión incurable. Y tras el transplante yo continuaría viviendo, aunque ese bucle extraño de símbolos comenzara a cambiar de nuevo, sobre su nuevo hardware, con sus nuevos estímulos, inmediata e inexorablemente. Pero aún no se ha inventado herramienta de reencarnación más perfecta, que garantice que el cien por cien de mi yo original se mantenga intacto tras ese transplante. Y yo lo acepto.

Pero eso no pasará nunca. En este mismo instante, cuando veo los escáneres trabajando sobre el cuero cabelludo de Naa, su piel tan débil ya, su corazón tan débil, su sangre tan débil, sus defensas tan escasas… Cuando me imagino sentir el flujo de su yo hacia el cubo azul, una lágrima cae, y no la detengo, porque es de felicidad, no de dolor; porque cuando dentro de una semana Naa muera de cáncer el que sufrirá los escáneres y los láseres será su marido, y su yo sustituirá entonces al mío, o al que habíamos formado juntos en mi cabeza, y así le regalaré algunos años más en los que lo que ella era pueda seguir viendo crecer a sus hijos. Más años de lo normal en estas operaciones, porque nosotros ya compartíamos tantas cosas que los estímulos que siga recibiendo desde mi cuerpo no serán demasiado diferentes de los que la moldearon.

Y así firmo esta declaración legal y explico el único motivo de mi decisión: hago esto porque no hay derecho a que ella pierda ese trozo de vida que podría, debería, haber tenido.

NOTA DEL AUTOR: Este microrrelato está fuertemente inspirado en "Yo Soy un Extraño Bucle", de Douglas R. Hofstadter; he aportado el escenario futurista en el que la tecnología permite implantar las ideas de su libro, pero la historia de la pareja rota y sus sentimientos, de la compartición previa de sus yoes, y la descripción como bucle extraño del yo de cada cual, son totalmente suyas.

2 comments

  1. Me gusta muchio el relato, la verdad es que Hofstadter es una fuente de inspiración… Más que recomendable

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