La edición que conservo de este libro, de Ediciones B, es de 1987, contiene alguna que otra errata, y fue una compra de segunda mano. Esto último quiere decir que lo leí realmente hace “sólo” quince años, no más de veinte como su fecha de edición podría sugerir. Recuerdo de esa primera lectura que me gustó mucho y me enganchó. Lo mismo ha sucedido ahora. Pero esta columna, aun siendo escrita desde la perspectiva de un subjetivista literario, no es para hablar de gustos (subjetivismo inexplicable), sino para hacer algo parecido a un análisis (subjetivismo racional). Así que allá vamos.
El juego de Ender trata de la manipulación de personas por personas. Con la particularidad de que todos sus protagonistas son niños. Los personajes que no lo son, o son irrelevantes, como los padres de Ender, o quedan la mayor parte del tiempo en la sombra, como los instructores (el polivalente Graff). Todos sabemos que los niños manipulan, y mucho. Pero, ah, esta novela no trata de cómo manipulan los niños. Porque aquí no son niños normales, sino superdotados, todos, sin excepción. Así que sus formas de hablar son cortantes y afiladas, sus razonamientos son de adultos, y sus estrategias son de adultos.
¿Es entonces una novela sobre increíbles inteligencias en conflicto, limitadas únicamente por sus pequeños cuerpos, manipulándose en una lucha mental de proporciones épicas? ¿Es, pensando mal, una novela normalita de un escritor incapaz de escribir sobre niños y que los hace superdotados como excusa para que hablen y piensen como adultos, que es más fácil?
No a ambas cuestiones. El asunto que trata es más interesante, real y mundano. Mucha gente no se suele plantear algunas cosas importantes sobre los niños superdotados: para empezar, que un niño superdotado no lo es nunca emocionalmente. Que, además, muchos de ellos son huérfanos de facto, ya que sus padres no suelen comprenderles más que al comportamiento cuántico de un trío de quarks. Así es que El juego de Ender trata de la manipulación de niños superdotados e inmaduros y desprotegidos por otros niños superdotados e inmaduros y desprotegidos, y también por algunos adultos. Es por su inmadurez emocional y especial desprotección que pueden aprender, y sufrir, y ser manipulados, y es por su inteligencia por la que pueden manipular a su vez, hacer planes impropios de su edad y extraer conclusiones que ningún otro niño soñaría jamás (en algunas ocasiones todo esto se muestra con verdadera maestría y simpleza). Es realmente por eso por lo que la novela se construye con una no despreciable carga de belleza: porque, aun siendo sus personajes excepcionales, son vulnerables.
A partir de estos mimbres Card consigue, con una literatura simple, eficiente, correcta, sin emplear descripciones físicas -no hay apenas imágenes superficiales de los personajes-, sin introducirse tampoco en sus pensamientos más de lo necesario -como hubiera hecho, sin poder evitarlo, Stephen King, maestro del pensamiento infantil-, basándose casi exclusivamente en acciones y reacciones externas, consigue, digo, hacer visibles perfectamente los sentimientos íntimos de esos niños: miedo, crueldad, indefensión, desligazón del resto del mundo; hace su estudio particular de cómo crece un niño de este tipo, también de cómo se enseña y aprende en general, es decir, de cómo se es alumno y profesor, de cómo se llega a ser líder o seguidor, de cómo se puede arruinar la vida a alguien obligándole a seguir un curso determinado cuando no puede escoger. Todo esto está conseguido más que bien con la ayuda de una ambientación militar que actúa de muro de contención de muchas otras posibilidades que desenfocarían las intenciones del autor.
Hay algunas fallas en la realización de los objetivos de Card, que se le perdonan sin grandes problemas: resolución de ciertos conflictos personales de manera predeterminada -apenas existe el factor azar, todo termina saliendo como Ender planifica, por ejemplo cuando consigue el liderazgo de su primer grupo por un intercambio de mensajes anónimos que igualmente podría no haber llevado a nada-; resolución de enfrentamientos físicos y batallas de manera mal definida -aunque suficientemente creíble, o quizás es que sean elementos irrelevantes, como las luchas para ganar en situaciones aparentemente imposibles entre equipos en la sala de batalla o en los simuladores contra los alienígenas enemigos, o la última pelea de Ender en las duchas-; exceso de conocimientos de los adultos/monitores sobre pequeños detalles que suceden en la escuela militar y mención constante a su vigilancia de los niños -cuando en la escuela militar nunca se tropiezan físicamente con un adulto ni se describe sistema de vigilancia alguno-; aparición repentina de la ambientación sociopolítica de la Tierra a mitad del libro, sin haber mencionado nada al respecto antes -¿quizás Card se encontró de repente con pocos elementos para poder seguir expandiendo la historia del aprendizaje de Ender… o quizás es sólo que soy muy mal pensado?-; finalmente, y lo que más me duele, el no terminar de desarrollar el personaje de Valentine (hermana de Ender) con todos sus matices y contradicciones: sus ansias de poder, especialmente sobre su desquiciado hermano Peter, su bondad y amor por Ender, su propia capacidad de manipulación, su indefensión ante la manipulación de los adultos cuando usan a su hermano pequeño. Nada más Valentine merecería una novela aparte, y no los otros personajes que luego han generado una segunda saga paralela a la serie original, de la que prefiero no hablar porque ya he dicho que en esta columna no entran los gustos, y mis opiniones respecto a la segunda saga son bastante negativas.
Quedan también algunos puntos dudosamente resueltos en la trama, como por ejemplo por qué Ender es el único en modificar sus sistemas de referencias en el espacio sin gravedad mientras a todos los demás les cuesta tanto -siendo igualmente superdotados y no tratándose de ninguna idea especialmente difícil de imaginar-, o por qué no usar al antiguo héroe de guerra Mazer Rackham en vez de entrenar a Ender durante años, algo que se resuelve con un simple comentario enigmático que no va a más, o por qué es sólo este héroe el que conoce el secreto/debilidad de los insectores por el tonto motivo de que los especialistas en xenobiología decidieron no considerar muy creíbles sus teorías…
También se le suele achacar a Card cierta tendencia a la moralina, pero en este libro en particular -en su epílogo en especial- se puede ver un intento de entender al ser humano, no de moralizar, así que no me parece que eso deba ser considerado.
Ahora el amable lector que ha llegado hasta aquí me va a permitir una digresión desde el análisis del libro al análisis de su clasificación (esto en realidad lo hago para tratar de dar la impresión de que me alejo con todas mis fuerzas de mi subjetivismo inexplicable -mis gustos-, e intento hacer un análisis verdaderamente honesto y sin prejuicios del libro). Plantearé al lector una pregunta que, francamente, nunca me hubiera imaginado hacer en público, dadas mis ideas personales sobre las clasificaciones, los géneros, etc.: ¿es El juego de Ender una novela de ciencia ficción?
Parece obvio que en esta novela, que siempre se ha categorizado así, debería haber ciencia proyectada al futuro -o al pasado-, o tecnología desarrollada sobre ella, o ambas. Pero la tecnología (y la ciencia que subyace) no se muestra. La de las salas de batalla orbitales donde se enfrentan los equipos de niños, futuros combatientes en la guerra contra los alienígenas insectores, se ignora, salvo pequeños detalles y descripciones imprecisas e irrelevantes. La tecnología existente en la Tierra no aparece (la historia se situa más o menos alrededor de 2085 si prestamos atención a una conversación en una casa junto a un lago que sólo tiene ordenadores antiguos sin conexión a la red, a donde llevan a Ender tras las fases más duras de su entrenamiento). Los demás detalles científico/tecnológicos nos recuerdan vagamente a la época en que se escribió el libro, sobre todo los juegos de ordenador -los niños se enfrentan en competiciones que podrían muy bien ser uno de los juegos de los ochenta, y alguno aparece explícitamente: el del gigante, que hace que Ender desarrolle su habilidad para escapar de situaciones imposibles-; la computación no aparenta ser muy sofisticada salvo por la intuición del lector de que existe una inteligencia artificial que puede estar detrás del juego del gigante. Las naves de guerra que se lanzan contra las flotas insectoras existen, y las de los insectores también, pero se describen exactamente con tres palabras: naves de guerra.
También se suele considerar un elemento típico de la ciencia ficción la construcción literaria de la psicología/morfología/etología/sociología de seres no humanos, y éste es un libro que contiene a una raza entera no humana. Pero los insectores son sombras aquí; nada se sabe de ellos, nada se dice (esto se remedia en los libros posteriores).
Sin restringirnos a la ciencia/técnica en sí misma como elemento fundamental del género, tampoco podríamos hablar de un tratamiento del futuro, es decir, de un carácter de literatura prospectiva, más allá de lo leve. La Tierra se gobierna por tres poderes en esa época, al principio algo difíciles de distinguir por el lector: el Polemarch, el Hegemón y el Estrategos; pero no se define muy bien cómo éstos se equilibran ni qué cubre cada uno. Y aún sobrevive el Pacto de Varsovia, siendo los países dominantes en 2085 más o menos los de los pasados años ochenta.
Sólo me atrevería a señalar un elemento que sería considerado típicamente de ciencia ficción en este libro, y es la evolución de las redes de ordenadores, su influencia en la sociedad, y el tratamiento que recibe todo ello bajo las manipulaciones de Demóstenes y Locke (los alias en la red de los hermanos, también superdotados, de Ender). Lamentablemente eso dejó de ser ciencia ficción hace algunos años ya (¿puede un libro de ciencia ficción dejar de ser categorizado así cuando se lee en otra época en que la ciencia real la dejó atrás?).
En espera de que los lectores de esta columna tomen sus propias decisiones sobre esta última digresión (o no lo consideren importante), yo me olvidaré de ella para terminar. El juego de Ender es un libro de ficción bien construido y estimulante que, salvando un uso básico pero efectivo del lenguaje, podría entrar sin problemas en esa nueva clase de novelas de ciencia ficción (o literatura prospectiva, o whatever), ésas que son escritas actualmente por autores de “fuera del género” (qué demonios significa eso), ésas que obvian mencionar en todo momento que son de ciencia ficción, ésas que son escritas por los considerados por el establishment grandes escritores. Podría hoy tener un éxito entre el público nada despreciable si se vendiera de esa manera, creo. De hecho ha sido reeditada, al menos en bolsillo, recientemente, pero ay, sólo para encajarla en las oscuras estanterías dedicadas al difuso género fantástico de los grandes almacenes, las que están llenas de huellas grasientas de frikis y adolescentes buscando la siguiente entrega del Elfo Oscuro. También se habla de una película que, roguemos, no reinterprete la esencia de El juego de Ender como la salvación de la humanidad de la amenaza de una raza alienígena por medio de una flotilla de naves dirigidas por Will Smith.
En fin, espero que en cualquier caso las reediciones se hagan también del resto de la tetralogía original (El juego de Ender, La voz de los muertos, Ender el xenocida, Hijos de la mente). Porque otra cosa que recuerdo de su lectura de hace quince años es que algunas de ellas me resultaron tanto o más logradas que la primera entrega. Algo verdaderamente encomiable en una saga.
Un apunte.
El juego de Ender ha sido reeditada no hace mucho en tapa dura (algo parecido a lo que se hizo con Los cantos de Hyperion de Dan Simmons). Desconozco cómo ha funcionado comercialmente esta nueva edición, pero sin duda la idea editorial ha sido intentar vender sin «etiquetas de género», a juzgar por el formato y el diseño.
Ah, no lo sabía. Como el día del libro me pasaré por algún centro comercial miraré a ver si han tenido la gallardía de ponerlo fuera del rincón dedicado a la ciencia ficción / libros esotéricos :-)
A mí me parece una gran novela de Whatever…. Sobre Demosenes y Locke, me resulta fascinante a capacidad de OSC de profetizar el fenómeno con tanta exactitud. No digo que la interconexión social y tal no estuvieran antes trillada, pero hay que reconocerle una vis anticipativa más que notable. Yo lo leí el libro antes de internet y todos eso y me decía, venga va…. fantasmadas…. Ya ves…
Ahh y contestando a la pregunta… Rotundamente sí….
Hay anticipación, futurismo, alienígenas, una cierta explicación cientificista, realidad virtual.. OSC utiza un montón de recursos del género.
Yo he visto en Marvel la intención de hacerla cómic… o tal vez ya se haya hecho.
Sobre la disgresión final, yo creo que te hubieras ahorrado tiempo si te hubieras preguntado si El Juego de Ender es ciencia ficción hard o soft, lo cual hace la respuesta evidente: es soft. Es decir, se concentra en la anécdota y no en la tecnología. Los géneros y subgéneros cambian en el tiempo y he visto obras que en el pasado eran consideradas CF y hoy son consideradas «retrofuturistas», es decir, la imágen que existía en el pasado sobre el futuro… lo cual siempre me ha hecho pensar que es necesario conocer el contexto en que fué escrita una historia sobre el futuro, para entenderla mejor. No sé si me entienden.
Saludos,
Naruto: fascinante novela, sin duda. Y tienes toda la razón: la predicción en aquella época de algunas implicaciones de las redes, que ahora sí que las sabemos, pero entonces no, estuvo sembrada :-) En ese sentido (porque la pregunta que pongo en el texto ya tenía respuesta por mi parte), considero que sí puede considerarse un elemento de ciencia ficción, aunque hoy en día ninguna novela de ciencia ficción pudiera usarlo. Incluso creo recordar que en los demás libros de la saga se desarrolla todavía más. Los otros elementos que dices no los termino de ver tan potentes como para convertir la novela en claramente de ciencia ficción. Quizás no hagan falta para ello, de todas formas.
Marcelo: yo es que no entiendo muy bien los géneros, ni la diferencia entre ellos ni nada, soy muy burro para esas cosas :-) (lo digo en serio). Para mí, el tener o no más o menos presencia tecnológica no necesariamente la hace de ciencia ficción, ni el concentrarse en la anécdota (bueno, yo creo que se concentra más bien en la naturaleza humana, pues no la veo anecdótica) la hace caer en el soft: en realidad podría considerarse mainstream directamente. Pero vaya, que con la disgresión no esperaba una solución a mi pregunta, porque no sé yo si la habrá siquiera…
Pues a mi es una novela que más allá de dar un buen ratillo no deja de ser más que una vuelta de tuerca a lo mismo de siempre. Más allá de la capacidad de Card para hacer ameno lo que cuenta, nunca he acabado de comprender las razones por las que está tan reconocida. En ocasiones creo que básicamente es por el «giro» del final, que personalmente encuentro terriblemente forzado, algo corto de miras por cuanto que más que reflexión promueve todo un conjunto de ideas buenistas que se asocian generalmente a sentimientos positivos de suyo.
Y eso que es la única de la serie que soporto.
Joer, ni siquiera lo de las redes me parezca que sea en sí mismo un valor, para eso me quedo con ORACLE, por ejemplo.
La verdad es que la veo enormemente sobrevalorada, no es que sea mala, no digo eso, pero me parece que no tiene calidad para ser considerada un clásico.
Salud.
Knut: curiosamente, yo siempre he visto esta novela puesta a caer de un burro, algunas veces por los argumentos que tú presentas, otros por otras cosas, pero he visto en más de una ocasión que precisamente se ponía a parir, o como mínimo, como un simple pasatiempo. Casi nunca aparecía en las innumerables listas de «mejores novelas de cf»…
En cuanto a lo del giro final, no creo que sea nada importante en la novela (y se resuelve en un par de páginas). Lamentablemente, no puedo decirte nada de ORACLE, que no he leído.
Rudy: hoy he ido a los Grandes Almacenes por excelencia y nada de esa edición en tapa dura. Eso sí, hay una de Zeta en bolsillo y la han puesto en una estantería generalista. A diez centímetros del suelo (todavía tengo el cuello jodío), pero generalista a fin de cuentas :-)