Avatar, de James Cameron

Todo parece indicar que James Cameron no es de los que se arrugan bajo la presión. Más le vale. Ignoro cuántas atmósferas se soportan en el fondo de la fosa de las Marianas, pero la campaña promocional de Avatar ha colocado a su director en un escenario similar. Nos han hablado de los doce años que Cameron ha pasado preparando el filme, del enorme presupuesto que ha manejado, (…)

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2012, de Roland Emmerich

2012 lleva a su máxima expresión el cine catastrofista —aunque no faltará quien lo apode “catastrófico”—. Roland Emmerich toma como mero pretexto el final del mundo anunciado en el calendario maya, pues su función en la película es meramente anecdótica, para realizar un despliegue desmesurado de catástrofes naturales, que adquieren, bajo la excusa del armagedón, dimensiones desmedidas y colosales.

Con un presupuesto exorbitante, los efectos especiales deslumbran por su opulencia, mostrando escenas épicas a causa del desplazamiento de las placas tectónicas. Así, el terremoto de California y su hundimiento en el océano, la explosión del volcán en el parque natural de Yellowston, el tsunami sobre Washington —con la guinda del portaaviones incluido— o las inundaciones que desbordan la cordillera del Himalaya exhiben imágenes prodigiosas de portentosa espectacularidad.

Sin embargo, como ya vaticinaba el comentario de Ricardo Manzanaro cuando anticipaba los estrenos del mes en esta misma web, poco más se digna a ofrecer la película. De hecho, el argumento es tan endeble, que más allá de los efectos especiales sólo quedan una serie de situaciones forzadas con personajes inverosímiles. La débil línea argumental se torna en espantosa cuando se recurre a la inconfundible familia protagonista formada por la estereotipada pareja de divorciados con un hijo y una hija, con el vértice —cada vez menos original— del triángulo amoroso del actual compañero de la mujer.

Ni qué decir tiene que el amor materno y paternofilial y los sentimientos latentes entre los excónyuges salvarán —a la par que justificarán— cualquier peligro y/o impedimento que termine con una consumación duradera de los valores familiares tradicionales. Junto al modelo de familia picapiedra desfilarán una infinitud de personajes secundarios. Éstos no tienen otra función que mostrar los efectos de las catástrofes en diferentes partes del globo, lo cual exige una continua ruptura de la unidad de acción, con relaciones interpersonales más que forzadas, las cuales intensifican la sensación de que la trama ha sido elaborada como añadido posterior, y accesorio, a las catástrofes y los lugares que se querían mostrar. De ahí que los personajes pierdan consistencia a favor de la toponimia en la que se encuentran, limitándose a justificar la colocación estratégica de las cámaras en la primera fila de los desastres.

Tras la presentación de la trama y las impactantes hecatombes iniciales, que ocupan la primera hora y media de película, la salvación in extremis por medio del manido recurso ad hoc se vuelve inaceptable. Tal es lo forzado de las situaciones que llegan a alcanzar límites más que ridículos. Sirva de ejemplo el pasar una noche atravesando un glaciar en las alturas de la cordillera del Himalaya con personajes no sólo sin ninguna ropa de abrigo, sino que además en americana, pijama o zapatos de tacón. Aunque si eso es censurable, imagínense la cara que se le queda al espectador o espectadora ante la sufrida decisión de un bondadoso presidente de los EE UU sacrificando su vida por mantenerse con su pueblo —eso sí, después de haber preparado la salvación de la especie humana y de su cultura vendiendo los billetes al mejor postor y asesinando sin escrúpulos a cualquiera que atisbase descubrir la operación—. Esta idealización de la clase política americana, discursitos patrióticos y morales incluidos, no debe sorprendernos, pues se han acabado convirtiendo en un recurso habitual de Emmerich.

El despropósito argumental hace desmerecer lo poco salvable más allá de los efectos especiales, como la justificación (seudo-)científica del desplazamiento de las placas tectónicas, las arcas de Noé bíblicas o la excéntrica interpretación de Woody Harrelson.

Es evidente que el dinero impera en estas superproducciones; sin embargo, permanece la curiosidad de qué hubiese ocurrido si la idea originaria hubiese sido acompañada de una línea argumental medianamente decente; si se hubiese omitido la risible propaganda política; o si se hubiese trabajado la mediocre caracterización arquetípica de los personajes (por cierto, escandalosos los estereotipos nacionales y de género, pero eso es algo que ya ha normalizado el cine comercial). O más imposible aún: ¿qué hubiese ocurrido si se hubiese optado por un personaje colectivo?; ¿o si se hubiese seguido una narración similar a la de Stapledon en El hacedor de estrellas? Para estas preguntas sólo hay segura una respuesta: 2012 recaudaría mucho menos dinero.

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Defying Gravity: hard en la tele

Esta serie, desaparecida de las parrillas de la ABC y la CTV en el capítulo 9, aunque se han rodado 13, es una curiosa mezcla de géneros, tanto de la ciencia ficción como de otros más generalistas. Por una parte tenemos el componente aventurero de la space opera, está íntimamente ligada al relato de “artefacto”, usa los melodramas amorosos de series al uso y también los recursos “médicos” de las series con componente hospitalario como Anatonomía de Grey o House.

Pero lo mas interesante es el escenario en el que trascurren los episodios, o deberíamos decir mejor los escenarios ya que son dos realmente: la nave espacial Antares y el centro de mando de la Organización Espacial Internacional (ISO).

En 2052 la ISO (International Space Office) comisiona una nave espacial, bautizada Antares, para efectuar una misión durante seis años que le llevará a recorrer todos los planetas del Sistema Solar. Su primer objetivo será Venus. En la nave viajan ocho astronautas, cuatro mujeres y cuatro hombres. Pronto sabremos que algo más, llamado Beta, viaja con los astronautas y que la misión no está motivada únicamente por la investigación planetaria.

La serie se construye sobre los personajes y sus reacciones ante entornos diferentes y, en ocasiones, hostiles. Son estas acciones y reacciones las que proporcionan una sucesión de escenas lo suficientemente atractivas.

Siguiendo esquemas de otras series, y Lost es el paradigma en este aspecto, se recurre extensamente a los flashbacks, que en este caso es un recurso totalmente acertado y necesario para el desarrollo de la trama, de modo que no resulte pesado para el espectador una sucesión de aventuras en el reducido escenario de la nave. Estos flashbacks, habitualmente narrados por uno de los personajes -el capitán Donner-, nos permiten observar cómo trascurrió el entrenamiento de la tripulación y la manera de elegir a los ocho afortunados astronautas. Es en estas reconstrucciones donde los personajes se van forjando de cara al espectador; las reacciones de éstos en el momento presente, en el increíble viaje, son consecuencia lógica de las acciones de ellos en el pasado. Punto importante en la trama es el viaje a Marte, ocurrido 10 años antes, y en el que el capitán hubo de abandonar a dos compañeros en la superficie marciana.

El guión muestra algunos defectos. pues ha de recurrir al deus ex machina para explicar algunas cosas que ocurren de manera no excesivamente justificada. Sin embargo este aspecto no resalta excesivamente e incluso se puede pasar por alto debido a los otros valores que nos ofrecen. La serie es deudora de dos historias que no son otras que 2001: Una odisea del espacio y Solaris. De la primera hereda el ambiente, aunque estos astronautas son menos “fríos” que aquellos y también el misterio. Si en 2001 es Hal 9000 el que guarda un secreto, en la nave Antares son los dos capitanes los que no comparten con la tripulación la finalidad última del viaje. De la segunda historia vemos cómo el comportamiento de los astronautas se ve comprometido con ensoñaciones y percepciones ajenas a ellos, pero que provocan reacciones insólitas y cercanas a la locura.

Si antes comentamos que es una de las pocas series hard, que recuerde, de la televisión moderna, y antigua, habría que puntualizar este extremo. En general la ambientación tecnológica está medianamente cuidada. La nave se impulsa con motores convencionales, los astronautas disponen de gravedad sólo en las zonas con centrífugos y la nave describe una trayectoria de encuentro con su primer destino, Venus. En la parte negativa podemos ver que las comunicaciones han avanzado tanto que el retardo no es apreciable. Este hecho no es explicado, pero indudablemente ayuda a la agilidad de la trama al comunicar instantáneamente a la nave con el control de la misión.

A medio camino entre el reportaje realista y la trama de pura especulación con extraterrestres, Defying Gravity ha sido un buen intento de realizar una producción que se aleja de los estereotipos que nos ofrecen las series que narran viajes espaciales. Esperaremos su estreno en España.

Nota: Se ha comentado que el parecido con otra serie de nombre Virtuality es notable. No puedo certificarlo ya que no he visto ningún capítulo de esta última serie. Revisaremos este extremo cuando consiga ver la misma.

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